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12 de febrero del 2009

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Internacional

La urgencia del pacto social


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, febrero del 2009.

 

La reciente comparecencia del presidente del Gobierno en el Parlamento para tratar la crisis económica ha sido muy tardía. Por otra parte no parece que el llamamiento a la “cooperación” para encarar tan graves problemas tenga la suficiente contundencia. La idea que, de manera un tanto genérica, está en la cabeza de algunos –un pacto social como propuso Joaquín Almunia— va cobrando una fuerza todavía no suficiente. De momento estamos en una fase que, para decirlo alto y claro, se caracteriza porque cada cual pide, así las cosas, remedios particulares. Algunos, como las organizaciones empresariales, reabriendo el abaratamiento del despido: una propuesta que afortunadamente está condenada al fracaso porque autorizados exponentes del Gobierno han rechazado y también porque arruinaría cualquier posibilidad de entendimiento.

La solución ideal, como se ha venido propugnando desde hace tiempo desde este blog, es un proyecto europeo contra la crisis. Sin embargo, esta propuesta “ideal” no tiene sentido, desgraciadamente, hoy por hoy. De un lado, la inexistencia de una patronal europea; de otro lado, en este primer semestre del año, la presidencia checa que no está por la labor. Así pues, no queda otro remedio que, siendo conscientes de las limitaciones, se proceda urgentemente a enhebrar las condiciones para el pacto social. Unas limitaciones que lamentablemente sólo conducirían a un acuerdo de carácter defensivo. Digamos, pues, con el castizo que “menos da una piedra”. Sin embargo, la propuesta de entrar en un proceso de concertación o de pacto todavía no ha salido de la boca del gobierno. De modo y manera que, por parte del gobierno, si mucho se tardó en el claro diagnóstico de que lo que teníamos encima era un terrible temporal, mucho más se está tardando en proponer un instrumento tan necesario como el pacto social o comoquiera que se le llame. Ahora bien, tampoco el Gobierno está recibiendo la presión necesaria para abrir ese camino. Lo cual es, si cabe, todavía más preocupante.

Lo chocante del caso es que, dado que las cosas empeorarán más, llegará un momento en que no habrá más remedio de sentarse en una mesa triangular. Entonces vendrán las prisas y el aturrullamiento. Y, como la memoria o es flaca o es picarona, todos dirán: “yo lo propuse, yo lo propuse”. Y por prudencia no habrá nadie que diga: “usted no propuso nada, usted caminaba rutinariamente”.

Es de cajón que mientras más tarde se aborde la necesidad de entrar en la concertación se complicarán más las cosas. O, si se prefiere, conforme se van agravando los problemas más difíciles encontrarán la salida los interlocutores que se sentarían triangularmente. De manera que es la hora de correr a todo gas. Veremos si sale algo por el estilo en las resoluciones que apruebe el Parlamento en el día de hoy. Algo con cara y ojos, se entiende.

 

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