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27 de enero del 2009

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España, 1936-1939

Hacia Madrid, pasando por Perpiñán


Juan Modesto
De Soy del Quinto Regimiento.

 

En el último periodo de la lucha en Cataluña, las dificultades de la defensa se acrecentaron. Las unidades del Ejército del Ebro no perdían el contacto con el enemigo, pero sus efectivos eran muy escasos. La artillería dejó de actuar por falta de proyectiles, como anteriormente lo había hecho la DECA. La aviación pasó toda a Francia. Sólo los tanques y los blindados cooperaban estrechamente y con abnegación característica a la defensa.

(...) Este periodo fue el más difícil, el más agotador, el de mayor heroísmo. Porque nuestros efectivos disminuían paulatina e inexorablemente. No se trataba de las bajas en el combate solamente, no; se trataba de otro tipo de perdidas que empezaron a producirse en el periodo anterior, al quedar en la retaguardia del enemigo, rebasados por el avance de éste, núcleos de combatientes (...) Eran batallones, brigadas, divisiones, aunque nominales, las que quedaban en retaguardia del enemigo. Y esas mismas unidades, conducidas por sus mandos, rompían el intento de copo del enemigo, abriéndose paso a fuerza viva hacia nuestra retaguardia, cuando el corte inmediato lo permitía, como le sucedió a la 59 Brigada de la 42 División (...) o bien adelantaban por caminos paralelos a las unidades enemigas, frenando su avance con secciones a sus flancos (...).

(...) El 6 de febrero ordené el repliegue de nuestras fuerzas a la línea del río Fluviá. En esos días, Negrín y Rojo eran asiduos visitantes nuestros. Hasta comían y cenaban con nosotros. Los esfuerzos del Gobierno estaban orientados al envío del material de aviación y de otras clases desde Francia a la zona Centro. Negrín y Rojo nos hablaban de ello, así como de los cuadros de mando y del resto del Ejército de Cataluña.

La actividad diplomática del Gobierno cera de las autoridades del país vecino, para obtener la admisión de los restos del Ejército de Cataluña, fueron arduas y difíciles. Pero al fin se logró. Más difícil fue obtener autorización para la salida de la población civil (...).

El día 8, hacia las 16 horas, fui convocado a una reunión en La Agullana. Asistían a ella unos treinta jefes y comisarios de los eslabones superiores (...) Presidía la reunión el jefe del Gobierno y ministro de Defensa, Juan Negrín.

(...) Recibí la orden de efectuar el repliegue de mis fuerzas, ya comenzado, en el plazo menor posible. Así se hizo, y las fuerzas subordinadas al Ejército del Ebro salieron de España en las jornadas del 8 y 9 de febrero. La 35 División del XV Cuerpo fue la última unidad que cubrió la retirada de las demás en la dirección principal de repliegue. Sus últimos eslabones y los grupos que habían cumplido misiones especiales para obstaculizar el avance del enemigo salieron el 9 de febrero, entre las diez y las diez y media de la mañana (...).

Hacia las cuatro de la tarde del 9 de febrero de 1939, llegamos al Consulado español de Perpiñan. Un deseo único nos animaba a todos: marchar a la otra zona para proseguir la lucha. El desenlace de la batalla de Cataluña no era aún la pérdida de la guerra.


Compás de espera

En el Consulado de España en Perpiñan esperábamos la salida para la otra zona. Ésa era la idea que presidía nuestro ánimo desde que salimos de Cataluña. El consul nos rogó vestirnos de paisano a fin de pasar desapercibidos. Un pantalón de Sánchez Rodríguez y unos zapatos de Hidalgo de Cisneros, que me regalaron, me solucionaron el problema.

-¿Cuándo salimos para la otra zona? -fue la pregunta con la que recibí al general Rojo en la primera visita que me hizo en el consulado.
-Hay dificultades. Se espera que sean pasajeras.
-Pero, ¿cuando autorizaron la entrada del Ejército en Francia, ¿no habían prometido facilidades en el sentido de libertad de movimiento, para marchar a la otra zona?
-Sí, eso dijeron. Pero la gentuza de Múnich actúa así.
-¿Y con nuestra gente qué va a pasar?
-Eso está ya bien claro. No dejarán salir a nadie: ni hombres ni armas ni alimentos ni los bienes del Estado (...)

Poco después, creo que el día 12 de febrero, nos llegó la noticia de que el Gobierno había salido para España. Al día siguiente, el subsecretario del Ejército de Tierra, coronel Antonio Cordón, que nos visitó en el Consulado, nos informó de que Negrín había ordenado nuestra salida (...).

Hacia el mediodía aterrizó el avión en España. Ese mismo día llegamos a Madrid. En la ciudad héroe, por los sacrificios conscientemente aceptados por su pueblo, me instale con un grupo de camaradas en Lista 20. Otros, en Lista 23. Todos los que formábamos parte de esta expedición estábamos a las órdenes del ministro de Defensa.

Conocíamos la zona leal y sus posibilidades de resistencia. En febrero de 1939 disponíamos los republicanos de las siguientes fuerzas y medios fundamentales de combate:

-El Ejército de Tierra, con efectivos superiores a setecientos mil hombres. De estos, unos quinientos noventa mil encuadrados en unidades de los cuatro Ejércitos: Centro, Levante, Extremadura y Andalucía. Los demás formaban en las distintas tropas, armas y servicios.

-Una flota compuesta por los cruceros Libertad, Cervantes y Méndez Núñez; la flotilla de destructores con trece unidades; cuatro submarinos; dos cañoneros, tres torpederos y otros barcos auxiliares. En este periodo resaltaba especialmente el papel de la Flota, ya que, privados de las fronteras terrestres, ella era el nexo de unión de la zona republicana con las fuentes exteriores de abastecimiento.

-En fuerzas del aire, nuestros medios eran francamente escasos.

-En armamentos, teníamos la posibilidad de producir armas ligeras como fusiles, ametralladoras, morteros y municiones. También de asegurar la reparación del material de guerra en las fábricas de Madrid, Sagunto, Ciudad Real, Murcia, Albacete y Alicante. Si a las provincias mencionadas agregamos Almería, Cuenca, Jaén, Guadalajara y Valencia, tenemos las diez provincias que comprendían la zona leal, con una población de cerca de ocho millones.

Por lo dicho, la orientación del Gobierno de la República en febrero de 1939 era correcta. Estaba dirigida a poner en pie, apoyándose en lo ya existente, todos los recursos de la zona leal y lo que se pudiera hacer llegar del exterior para fortalecer la resistencia.

 

Transcripción para La Insignia: C.B.