19 de septiembre del 2008
Hay que reconocerlo: tras el estallido de la crisis en Bolivia, Michelle Bachelet tuvo la elogiable iniciativa de convocar a una reunión de emergencia a los los mandatarios de los países que integran la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En su calidad de presidenta pro tempore de este organismo, Bachelet tenía la opción de mantenerse al margen del conflicto-bajo el argumento de no inmiscuirse en los asuntos de otro país- o de otorgar un mayor protagonismo a la recién creada organización en la defensa de la democracia y en la generación de condiciones para llegar a acuerdos pacíficos en y entre los países miembros.
Bachelet no dejó escapar la oportunidad para asumir su papel. En una decisión osada y con autoridad, la presidenta chilena decidió llamar a cada uno de sus pares el viernes por la tarde, para apoyar concertadamente los esfuerzos de pacificación del país altiplánico y, fundamentalmente, para que el bloque de países se posicionara en favor de una salida democrática e institucional al conflicto de Bolivia.
En esta iniciativa, la mandataria salió al encuentro de una serie de afirmaciones -difundidas casi desde el día que asumió su mandato-, de que poseería falta de liderazgo e incapacidad para gobernar los destinos del país. También se ha señalado su poca altura de "estadista", y la derecha viene repitiendo hasta el cansancio que su estilo de gobernar no crea confianza entre los distintos sectores de la sociedad.
La campaña de descrédito comenzó en marzo de 2006, cuando Bachelet recién había asumido sus funciones en La Moneda, y fue aumentado con el paso del tiempo, en la medida que el conflicto con los estudiantes secundarios y el fracaso del sistema de transporte urbano (Transantiago) no parecían más que confirmar la imagen de una gobernante sin "don de mando" y sin autoridad para "tomar las riendas" del país. A diferencia de Lagos, que aparecía como una figura paterna con autoridad, a Michelle Bachelet la tenían por la madre cariñosa que no resuelve nada, una imagen que de tan difundida, acabó naturalizándose entre los ciudadanos. Y ahora, ¿que se puede decir de ella luego del éxito obtenido por la Cumbre extraordinaria? ¿Que no posee capacidad de liderazgo? ¿Que no tiene porte de estadista? ¿O que sufre de parálisis decisoria, como llegó a apuntar hace poco un diputado de la derecha?
Es necesario destacar el valor político de la iniciativa de la mandataria, en términos de recuperar la tradición democrática y el papel desempeñado por Chile en los diversos foros internacionales en defensa de la democracia. Esa tradición es la que se expresó en la elección de Allende y en la vía pacifica al socialismo, esa tradición es la que se consolida a pesar de los 17 años del interregno autoritario que asoló al país. Por eso, está cargado de simbolismo el gesto de la presidenta Bachelet de llevar a los convidados a visitar el Salón Blanco Salvador Allende, lugar que era el despacho y donde pasó sus últimos minutos el ex-gobernante. Me atrevería a decir, que a pesar de las divergencias existentes entre los representantes, la visita a esa sala marcó un momento de profundo compromiso con los principios de la ética, la fraternidad, la paz y la democracia, tan caros al presidente Allende.
Por su parte, la reacción de los partidos de oposición ha sido casi inmediata. A pocas horas de terminada la reunión de UNASUR, los presidentes de los partidos de la Alianza por Chile, Juan Antonio Coloma (UDI) y Carlos Larraín (RN), denunciaron lo que ellos denominan, una "falta de equilibrio" en las conclusiones a que arribaron los nueve Jefes de Estado y los tres cancilleres presentes en la cita. Para estos personeros la Cumbre fue incompleta pues faltaron los representantes de los grupos opositores al gobierno de Evo Morales, declarando finalmente su escepticismo sobre los efectos futuros que pueda arrojar el encuentro.
Se puede conjeturar algún impacto electoral del éxito de la minicumbre, aunque ello no sea del todo relevante. Independientemente de los resultados que pueda tener la declaración conjunta de los países de UNASUR en la resolución de la crisis boliviana, en el plano interno Michelle Bachelet sale fortalecida y legitimada como una estadista que tuvo la altura de miras para vislumbrar que la organización que preside debe pronunciarse siempre, indefectiblemente, en pos de los valores democráticos y la defensa de las instituciones que las sociedades se han dado para dirimir pacíficamente sus disputas y conflictos de intereses.