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19 de septiembre del 2008

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Cultura

Penélope, Afrodita, Aracne


Lilian Elphick
La Insignia. Chile, septiembre del 2008.

 

Penélope

Efectivamente, el bolso es de piel marrón. Antes estaba maltratada por el sol y la brisa marina, ya sabes, y con la curtiembre adquirió el tono ideal. Después me haré un par de zapatos de taco aguja, y si alcanza, una falda corta, con flecos estilo mohicano. Bueno, quizás se la regale a Euriclea, que hizo el trabajo duro.

Extraño, eso sí, esas madrugadas donde el amante de turno, bostezando, estiraba sus manos para que yo ovillara la lana del tejido deshecho.

Penélope II

Querido Ulises: espero que al recibo de esta misiva se encuentre Ud. bien de salud y que su otitis sea un vago recuerdo en el barco de su memoria. ¿Tomó la medicina para el mareo? Es a base de amanita muscaria, un hongo que crece en el bosque de mi deseo. También debiera beber el elixir que le preparé para que nunca me olvide. Es un destilado de lophophora williamsii y de eritroxilon coca, plantas provenientes de tierras lejanas, y que utilizan sólo los hombres sagrados, como usted, mi rey.

Yo, aquí, fumando cannabis indica y papaver somniferum para hacer más agradable la espera. Y me río, viera cómo río y me dan ganas de no sé, un cosquilleo por aquí y por acá.

Cuídese mucho. Si vomita, escucha voces o ve visiones, no se preocupe. Es parte del tratamiento.

Sin nada más que agregar, se despide

P., hasta que la muerte nos separe.

Afrodita

No crean. Estar equilibrada por siglos arriba de la valva es una pesadilla. Y qué decir de mis pies llenos de algas y ramificaciones coralinas por los azotes del mar espumoso. La humedad y el frío me han dotado de una voz grave. Cada vez que he pedido algo de ropa, todos han huido despavoridos. Nadie me da alimento. He tenido que comerme mis propios esputos sangrientos.

¡Hasta cuándo! ¡Bájenme de aquí! ¿Me escuchan?

Ahí viene una mujer de extraña vestimenta. Dice que yo soy su patrona. Prende una vela y me pide ayuda. Dice que Cafishio la ha abofeteado y que le quitó su salario. Aquí hay sal de sobra, respondo. Ella mira el paisaje con agrado. Es el momento justo para ofrecerle un intercambio.

Aracne

Urdo treinta puntos con las agujas circulares. Luego, un revés, cuatro derechos, un revés, vuelta, suspendo un punto en el aire y lo inserto en el otro. Qué lindo está quedando. Me voy a hacer rica tejiendo guarda penes de fino pelo de Atenea.

Aracne II

A Gabriela Aguilera

Cada vez que me gusta un tipo urdo la tela antideslizante, lo atraigo con cantos de sirena; el tipo viene -cómo no- y se enreda en mis palabras. Cae. Ahí, en el capullo sedoso, me suplica que le cuente alguna historia de Corín Tellado, pero yo soy tan inculta que no me sé ninguna. Entonces, temerosa de que se marche con otra más sabia, me lo como.

(*) Publicado originalmente en Ojo travieso, de Chile. Reproducido en La Insignia por cortesía de la autora

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