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28 de octubre del 2008

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Internacional
Guatemala

La hora de los ciudadanos


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, octubre del 2008.

 

Todos queremos hacer algo pero no sabemos qué, y tampoco sabemos cómo. Queremos contribuir a cambiar nuestro país pero ignoramos por dónde empezar y con quiénes agruparnos. Esto se hizo evidente en el concurrido e intenso primer conversatorio político intergeneracional que realizamos sobre "El significado actual del 20 de octubre", en el que tratamos de ubicar esa gesta como referente del cambio político que pide a gritos nuestra ciudadanía.

Sintetizando el sentir de los presentes, alguien propuso darle continuidad y, sobre todo, salida práctica, a las urgidas inquietudes de los numerosos asistentes, y alguien más sugirió que siguiéramos el esfuerzo delineando una organización política para el cambio. Otra persona apuntó que eso debía empezar por establecer los principios que habrían de regir a semejante organización, de los cuales se extractaría el programa de acción política organizada que necesita el país en la hora actual. Igualmente, de este programa político habría de brotar el carácter o tipo de organización efectiva para nuestros propósitos. Principios, programa y organización. He aquí la secuencia con la que quizá debamos proceder.

Los principios tienen por fuerza que brotar del análisis concreto de la situación concreta, porque es esa situación la requiere cambios. Y este análisis sólo puede realizarse como parte de la historia que ha llevado a la situación concreta que queremos cambiar. De modo que si el análisis lleva, por ejemplo, a establecer que Guatemala es un país con una economía oligárquica que impide el desarrollo de un capitalismo moderno y, por tanto, de una democracia radical, interclasista e intercultural, de este hecho se podrán deducir principios organizativos y objetivos estratégicos para el cambio.

Igualmente, si los principios que habrán de regir a una organización política del cambio persiguen conformar un país moderno en su economía, su política y sus relaciones interétnicas, el programa de acción de tal organización tiene que estar constituido por un plan económico y político que incorpore a todos al trabajo, al salario y al consumo, pues sólo de la dignificación económica puede desprenderse la dignificación cultural de los grupos marginados. Este plan, a su vez, necesita brotar del diseño de un interés nacional interclasista e interétnico en el que cada clase social (sin excepciones) encuentre un objetivo por el cual luchar organizadamente, como parte del objetivo estratégico integrado y nacional.

Si se logran superar las dos etapas esbozadas, el carácter del instrumento organizativo para luchar por estos objetivos de cambio se deducirá de las necesidades de la lucha misma, de modo que ahora se podrá discutir sobre si lo que conviene es crear primero un movimiento para después cristalizarlo en un partido, o si un partido puede ser el instrumento adecuado para impulsar un movimiento. Lo que sí está claro es que en este proyecto no puede haber ni presidenciables ni cúpulas ni financiamientos internos o externos que comprometan el esfuerzo, porque estas prácticas corruptas son las que han hecho del cambio una necesidad urgente.

Es preciso conocer la propia historia para entender las causas de la situación actual. Sólo de esta raíz cognitiva pueden brotar los principios, el programa de acción y el carácter de la organización política que modernice el capitalismo en nuestro país y realice las tareas pendientes de la revolución de octubre; ya que, entonces como hoy, ha llegado una vez más la hora de los ciudadanos.

 

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