30 de marzo del 2008
Primero, dice que yo obvio "la contradicción implícita entre nación y estado (sic)", "la cual-sigue diciendo-desarrolla muy bien Alexander Jiménez" (costarricense, por supuesto), y de aquí brinca a concluir en que yo divido la lucha interétnica guatemalteca en ladinos contra "mayas" y escamoteo la lucha de clases, quedando "atrapado en esa concepción binaria". También dice que de mí que: "evita hablar de las necesarias transformaciones sociopolíticas del estado (sic) capitalista en la actual etapa de globalización bajo esquema neoliberal".
No voy a decir nada sobre que copia una frase del prólogo de John Beverley ["Se trata, pues, de entender la evolución de lo nacional-popular, (sic) en las condiciones de la mal llamada Posmodernidad (sic)]", porque estos no son sino excesos obviamente provocados por el afán de disfrazar la diletancia intelectual con la máscara de los galimatías, a fin de alcanzar metas puerilmente exhibicionistas. Pero sí debo decirle que si él concluye de la lectura de mi libro que yo escamoteo las relaciones entre Estado (con mayúscula) y nación y que percibo la lucha interétnica binaristamente (indios o "mayas" contra ladinos), y que por eso no abordo la dimensión económica y política de la contradicción étnica, entonces no entendió el libro o no lo leyó.
Me inclino a pensar que no lo leyó, porque no es posible transcurrir más de 400 páginas sin enterarse de que se trata de un ensayo que desconstruye los binarismos culturalistas indioladinos, y cuyo eje articulador es la teorización de nuestros intrincados mestizajes diferenciados. No captar que se trata de un libro sobre el mestizaje, el cual, además, contiene un capítulo dedicado a articular una lucha antineoliberal en lugar de una estéril competencia binariamente multiculturalista, implica no haberlo transcurrido del todo e ignorar su planteo metodológico de fondo.
No voy a rebatir en detalle las ligerezas de Corrales porque por fortuna mi libro ha sido ampliamente leído y no necesita de mí para defenderse, pero sí le llamo la atención sobre la irresponsabilidad y la inmoralidad intelectual en las que incurre quien habla o escribe, fingiendo autoridad, sobre lo que no ha leído, no conoce o no entiende. Es sabida la sentencia que afirma: "No hay peor crítico que el que se niega a leer". Le convendría mucho hacerla suya para no incurrir de nuevo en la farsa de los que buscan prematuramente un reconocimiento por parte de quienes leen y saben menos que ellos.
El camino hacia la madurez intelectual no está pavimentado por la impostura, sino por la honestidad y el compromiso insobornable con la propia coherencia.
Lo invito por ello a leer la tercera edición aumentada del libro, que estará a la disposición del público a fines del próximo mes de abril. El volumen ofrece ahora a sus lectores dos anexos nuevos: uno, que trata sobre el origen y la obra de los criollos, y el otro, que es una propuesta de políticas interculturales contra la discriminación y el racismo.
Me interesa establecer el tipo de recepción que los intelectuales jóvenes están haciendo de mis planteamientos. Por eso, lo invito a leerlo; esta vez con el detenimiento del caso.