25 de marzo del 2008
Alemania se disponía a anexionarse Austria, anexión que sería pronto seguida por el diktat de Múnich. Los planes de guerra puestos febrilmente a punto por Hitler y su aliado Mussolini exigían que terminase rápidamente la cuestión de España.
Hitler hacía presión sobre Franco para que alcanzase pronto y a toda costa victorias decisivas. Von Stohrer, embajador alemán en Salamanca, fue encargado por Mackensen, secretario de Estado, el 28 de febrero de 1938, de hacer a Franco recomendaciones en este sentido (...).
Pero la toma de Teruel por los republicanos y los largos combates defensivos que los combatientes populares sostenían encarnizadamente y hasta la muerte, demostraban que la guerra sería todavía larga y que su resultado era aún incierto. Alemania e Italia decidieron entonces aumentar, en medida mucho mayor, los envíos de soldados, armas y municiones. Los desembarcos se hacían, a la vista y conocimiento del mundo entero, en los puertos franquistas.
(...) Incluso los especialistas militares hostiles a los republicanos calculaban el número de soldados italianos y alemanes en 130.000 durante la primavera de 1938 (110.000 italianos y 20.000 alemanes); en 500 el número de tanques (200 alemanes); en 1.000 el número de aviones (600 alemanes, 400 italianos); en 1.600 el número de cañones (más de 800 alemanes). En este cálculo no estaban comprendidos ni los hombres ni las armas estacionadas por Italia en Mallorca e Ibiza, y por Alemania en las Islas Canarias y el Marruecos español. Un gran número de combatientes extranjeros había sido incorportado al Tercio; la cifra tampoco estaba incluida en este cálculo, que está sin ninguna duda bien por debajo de la realidad.
(...) El 5 de abril, ante una situación militar de la que habría sido insensato desconocer la realidad, el Gobierno de la República dirigió un "llamamiento solemne a la conciencia de los Gobiernos de Francia y de Gran Bretaña, en su condición de iniciadores del acuerto de no intervención": "Por lo que concierte a los efectos concretos e inmediatos de la no intervención, el Gobierno de la República puede afirmar que las últimas victorias rebeldes en el frente de Aragón han sido logradas gracias a los esfuerzos considerables en hombres y material que Italia y Alemania han enviado recientemente a España. Mientras todo esto pueda ser reparado por medios posibles y eficaces, mientras todavía sea tiempo de evitar las consecuencias desastrosas de la injusticia y del error político inherente al mantenimiento de la no intervención, el Gobierno republicano reivindica solemnemente el reconocimiento pleno de su derecho a adquirir el material de guerra necesario para rechazar la invasión extranjera que pisotea su suelo nacional." Esa nueva llamada a la conciencia de los gobiernos democráticos no tuvo eco, y el Gobierno de la República, después de año y medio de una heróica resistencia contra los rebeldes franquistas y los intervencionistas extranjeros, sería privado de medios para defenderse.
Sin embargo, incluso para los que entonces habían querido mostrarse sordos y ciegos, era evidente que en España la intervención de Italia y Alemania había adquirido el carácter de una verdadera agresión contra el pueblo español, el comienzo de un nuevo reparto del mundo.
Dos semanas después de terminada la batalla de Teruel, el 9 de marzo de 1938, las fuerzas italo-alemanas entraron en movimiento. Ese día comenzó al sur del frente de Aragón una de las más grandes batallas de la guerra de España, caracterizada por la motorización de todos los elementos, incluida la infanteería, lo que permitió al enemigo realizar un rápido avance. La ofensiva, lanzada en una línea de 80 kilómetros, se apoyaba por el norte sobre Zaragoza y el Ebro, y por el sur por el codo norte de Alfambra.
(...) Esa ofensiva relámpago de todo un ejército, que los campesinos aragoneses tuvieron el triste privilegio de ser los primeros en conocer, representaba para el Estado Mayor hitleriano la puesta en acción de sus planes estratégicos, un ensayo general antes de que se alzase el telón sobre otro escenario en el que otros avances relámpago serían conocidos por otros pueblos europeos.
La ofensiva se proponía poner fin rápidamente a la guerra. Su objetivo era llegar al Mediterráneo, cortando así en dos el territorio republicano, a fin de poder seguidamente ocupar Cataluña y las provincias de Levante.
(...) Un enorme número de piezas de artillería ligera, mediana y pesada, concentradas en todos los puntos estratégicos, vertían su fuego en tiro de barrera contra las posiciones republicanas. El fuego de los cañones de 77 mm. de que disponía el Ejército alemán en los años 1935 y 1936 se reforzó con unas treinta o cuarenta baterías de obuses alemanes de 105 mm., de gran potencia destructora.
Sobre el dominio que en el aire tenían los rebeldes, bastará decir que disponían de once aparatos de caza por cada aparato republicano.
(...) Después de alguna confusión y pánico momentáneo, de los que el enemigo supo aprovecharse, las fuerzas republicanas, sorprendidas por el fulminante ataque fascista, trataron de recobrarse y organizar la resistencia. A pesar de su defensa heroica y de los combates desesperados librados en algunos sectores, no pudieron contener el avance enemigo.
El Cuerpo de Ejército de Marruecos, sobrepasando Fuendetodos (el pueblecito donde nació Goya), se apoderó de la Sierra Gorda, situándose así a mitad del camino de Villanueva del Huerva a Belchite.
El Cuerpo de Ejército italiano, partiendo de Rudilla, llegó al anochecer a Huesca del Común. El Cuerpo de Ejército de Galicia rompió el frente por dos puntos: por la izquierda, al norte del Videl del Río; por la derecha, al este de Cervera del Rincón.
Si en los demás sectores de su ofensiva, los fascistas, aprovechando el efecto sorpresa causado por su ataque, no chocaron en general con una resistencia muy fuerte, por el ala derecha, en el sector de Montalbán, por el contrario, las cosas tomaron otro caríz.
Mientras los moros tomaban Belchite y lo rebasaban, la 1 División se apoderaba de Lecera y los italianos llegaban a Río Martín y Oliete, el Cuerpo de Ejército de Galicia chocaba con una vigorosa resistencia frontal y con repetidos contraataques.
(...) El frente se desplazaba tan rápidamente que los combatientes republicanos en su movimiento de retirada ignoraban si llegarían a territorio propio o enemigo. Se daban situaciones tales que los Estados Mayores de batallón y hasta de brigada debían cubrir la retirada con las armas en la mano. Para evitar el pánico era necesario, en efecto, que los oficiales y los comisarios ocuparan los puestos de mayor peligro.
Las bajas fueron muy altas esos días.
Después de la toma de Azaila, Vinaceite, Almochel e Hijar, las unidades internacionales de la 35 División, mandada por Walter, se encontraron en peligro de ser cercadas (...). El batallón austríaco Doce de Febrero, impedido por los fascistas de retirarse con su brigada (la 11 Brigada internacional) hacia Azaila, se retiró en desorden hacia la orilla izquierda del Ebro (...).
Esto sucedía durante los días en que Austria, la patria de sus voluntarios, vivía el fin de su independencia. En el órgano de la 11 Brigada, Pasaremos, de aquellos días leemos:
"La destrucción de la independencia de Austria no es el fin, sino el comienzo de los planes de guerra contra la República checoslovaca y los otros pequeños países danubianos. Más que nunca, la guerra liberadora del pueblo español aparece como el combate para salvar y liberar a todos los pueblos oprimidos por los fascistas."
(...) En el sector de Caspe, la resistencia republicana, bajo la dirección de Líster, se afirmaba. Del 14 al 16, sus fuerzas, que comprendían también unidades de voluntarios internacionales, sostuvieron combates de una enorme violencia contra tres divisiones fascistas. En la estación de Caspe, defendida por los internacionales, se luchó con armas blancas.
A pesar de esa encarnizada resistencia, el 17 de marzo el enemigo ocupó la villa. Líster y sus hombres prosiguieron la lucha contra las tropas italianas, especialmente la División 23 de Marzo.
Al terminar esta primera fase de la ofensiva, el nuevo frente iba, por el norte, desde Caspe al Ebro; por el sur, hasta Alcañiz; al sudoeste, hasta Montalbán.