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24 de marzo del 2008

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Cultura

Rodolfo Martínez

Cuando un género no es suficiente


Antonio Rivas
La Insignia. España, marzo del 2008.

 

En cierta ocasión me contaron que una de las tendencias actuales en el análisis de la literatura es que no existen los géneros; existe la novela, y punto. La afirmación puede resultar algo drástica para quienes acostumbramos a clasificar nuestras lecturas, formal o informalmente: ayer estuve leyendo algo de ciencia-ficción, ahora una novela histórica, mañana me pondré con una policiaca, etc. Pero cuando nos encontramos ante un caso como el de Rodolfo Martínez (Candás, 1965), resulta muy difícil no aceptar el hecho de que la hibridación temática está entre nosotros y a las etiquetas las carga el diablo.

Cierto es que Martínez está considerado, básicamente, un autor de ciencia-ficción. Es lo que ocurre cuando un autor se mueve y publica habitualmente en un entorno determinado. Pero tal perspectiva es limitada y deja al margen el hecho de que tanto por influencias literarias como por temática, la producción del autor es mestizaje llevado al extremo. No hay más que considerar su faceta de ensayista para darse cuenta de que, desde Chandler hasta Asimov, desde Borges hasta Steinbeck, y pasando por Le Carré y cualquier otro autor que se nos ocurra, las fuentes de las que bebe son cualquier cosa menos homogéneas. Y eso es algo que, posteriormente, se trasluce en su producción.

Sin ir más lejos, Martínez es un experto en el canon holmesiano (véase al respecto su ensayo Una cronología de los casos de Sherlock Holmes), y él mismo reconoce que los personajes creados por Doyle ejercen sobre él una influencia rayana en la fascinación. Con semejante antecedente era inevitable que un narrador tan prolífico dejase a un lado la teoría, se arremangase y atacase su propio pastiche holmesiano. El resultado fue la novela Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos (cuya reciente edición viene acompañada por el resto de las incursiones del autor en este universo), obra en que se pone de manifiesto, también, el detalle del mestizaje antes mencionado: la presencia de Lovecraft y la influencia de Lewis Carroll (en "La sabiduría de los muertos") y de Stoker (en la novela corta "Desde la tierra más allá del bosque") son ejemplos destacados, entre otros más sutiles.

Sin embargo, en este artículo no me extenderé sobre los textos mencionados en el párrafo anterior. En parte, por ser evidente su relación con el género detectivesco (entre otros), y en parte porque la recientísima aparición del libro ya será tratada adecuadamente en comentarios y reseñas, y prefiero dedicar el espacio a considerar otras obras que es imprescindible tener en cuenta.

En 1999 se publicó El abismo te devuelve la mirada, un psicothriller del que se llegó a comentar que era una respuesta autóctona al Lecter de El silencio de los corderos. Tal apreciación no puede ser más incorrecta; al margen de semejanzas superficiales (un psicópata es un psicópata, aquí y en Misisipi) se trata de una obra enteramente personal en la que Martínez da rienda suelta a algunas de sus obsesiones. En un principio, la trama se mantiene puramente dentro de los márgenes de las novelas de intriga, pero poco a poco, según confiesa el autor, se le "fueron colando" elementos de género fantástico. El resultado final es una novela de clasificación imprecisa, dependiendo de la interpretación por la que se decante el lector: ¿se trata de una obra realista en las que las partes que no parecen serlo son fruto de la psicosis del protagonista, o bien éste está cuerdo por completo y el elemento fantástico es "real", un componente del entorno de la narración? Me guardaré mi propia opinión al respecto; prefiero no influir en el punto de vista del posible lector. En cualquier caso, y se opte por la posibilidad por la que se opte, se trata de una novela excelente (se hizo merecedora del premio Ignotus del 2000) en la que los elementos de intriga atrapan sin remedio al lector.

Al margen de las obras citadas hasta ahora, mi opinión personal es que Rodolfo Martínez nunca hace mejor serie negra que cuando escribe ciencia-ficción o fantasía. En la mayoría de sus relatos el componente fantástico viene de la mano de la ambientación y, en ocasiones, la trama, pero su desarrollo y estilo es claramente otra cosa. Y no estoy pensando precisamente en cuentos como "El robot", en el que el protagonista es un detective privado que resuelve un asesinato aplicando una deducción lógica sobre las tres leyes asimovianas (considerar este cuento como serie negra porque sale un detective sería demasiado facilón: en realidad es un problema de lógica que homenajea a tantos y tantos cuentos de estructura similar escritos por Asimov), sino en narraciones como "Tarot" (una fantástica partida de cartas en la que el protagonista pone demasiado en juego) o "En territorio ajeno" (que parte del esquema "forastero que llega a un lugar y choca con el statu quo imperante", absolutamente clásico en el género negro, y termina siendo un cuento de licántropos), por poner un par de ejemplos. Dichas historias pueden ser cualquier cosa (habitualmente fantasía o ciencia-ficción), pero la exposición es claramente chandleriana, por decirlo de algún modo.

Pero la obra (o mejor dicho, obras) más claramente destacable es el tríptico formado por la novela La sonrisa del gato, y la novelas cortas "Los celos de Dios" y "Un jinete solitario".

Quizá sorprenda ligeramente la inclusión de "Los celos de Dios" en el conjunto. Fuera de su situación en Drímar (el universo que comparten numerosas obras del autor) y su relación argumental con La sonrisa del gato (uno de los personajes detonantes de la trama de la novela proviene del entorno descrito en "Los celos de Dios"), es una novela puramente de ciencia-ficción. Y sí lo es en su concepto, pero el desarrollo no es ni más ni menos que una investigación típica de "el detective busca a un desaparecido". Por supuesto, no está protagonizada por un detective al uso, y los ominosos motivos ocultos del personaje tipo "el pez gordo que encarga el trabajo" tampoco son los habituales. Pero la estructura no puede ser más detectivesca, y la relación con los sucesos que tienen lugar en La sonrisa del gato es fundamental. He de señalar que, pese a la simplificación con la que la he descrito, no se trata en modo alguno de una obra menor. Literariamente es destacable, y su contenido tiene más profundidad que la que aparenta en una lectura superficial: tanto el tratamiento de los personajes como la lectura entre líneas que se hace de los fanatismos religiosos y el tratamiento del poder (representado por el dios celoso al que hace referencia el título), hace que su lectura sea imprescindible. Especialmente si se tiene en cuenta el conjunto de las tres obras.

Debo señalar que, personalmente, considero el cyberpunk como la última vuelta de tuerca del género negro. Es cierto que siempre se ha vendido como ciencia-ficción con características de serie negra; no hace falta un salto mental demasiado grande para tomarlo como serie negra con ambientación futurista (y ni siquiera tan futurista, habida cuenta de que Internet, los hackers, las megacorporaciones y demás elementos del cyberpunk son algo ya cotidiano). Las incursiones en el cyberpunk que representan La sonrisa del gato y "Un jinete solitario" son eso, precisamente. Por supuesto, son también ciencia-ficción, en el sentido de que los elementos de cf son inseparables de la trama (pero eso es lo que ocurre con el cyberpunk).

Ambas obras son bastante diferentes entre sí, siendo "Un jinete solitario" de carácter más intimista y personal; también es, a mi juicio y al de bastantes expertos, una de las mejores obras del autor (también debe serlo al de los aficionados que hicieron que se llevase el premio Ignotus a la mejor novela corta en 1997). Resultaría difícil resumir el argumento sin destriparla demasiado, y no haré esa faena a los lectores que aún no la conozcan. Baste decir que su lectura, previa a La sonrisa del gato (aunque en esto del orden hay quien discrepa conmigo, incluido el propio autor), además de ser recomendable por sí misma aporta una dimensión adicional a la otra novela.

Y es que La sonrisa del gato es mucha novela. En realidad es todo un compendio de Rodolfo Martínez. En ella está todo: todo el estilo y todas las referencias del autor, tanto internas (las relativas al universo de Drímar, que se dan cita en la Peonza, la estación espacial donde tiene lugar la acción) como externas (están Conan Doyle y Baker Street; están Lewis Carroll y el gato de Chesire; están Raymond Chandler y John Le Carré; están...). Parece sorprendente, dado su escaso número de páginas, pero éste es otro de los talentos del escritor: lo bueno, si breve (y sin páginas y páginas de paja innecesaria), se lee con más agilidad y atrapa el interés. Básicamente se trata de una historia de espías, con acción y macguffin y muchos implicados, en la que se ve envuelto sin comerlo ni beberlo un golfillo de tercera (aunque con medio cerebro artificial) que, de repente, se encuentra entre el fuego cruzado de los intereses de las altas instancias de la Confederación de Drímar, el Mandato Sáver, una inteligencia artificial autoconsciente bastante puñetera y un agente del "dios celoso" mencionado más atrás. El conjunto... Bueno, baste decir que cualquier aficionado que se precie debería leerla.

Lo que nos lleva, para finalizar, al problema de lo (poco) accesibles que son actualmente estas obras. En su momento, su distribución fue limitada (lo que no apareció en fanzines tuvo escasas tiradas, habituales en el mundillo pero que hacen que ahora sea problemático localizar ejemplares). Sé, por el autor, que se ha intentado la reedición mediante la preparación de una obra única y conjunta, para la que ha escrito material que enlaza las tres historias (de hecho, otra novela por mérito propio), pero por el momento está todo pendiente de edición.

Esperemos que haya suerte y el proyecto vea la luz. Los aficionados lo agradeceremos.


(*) Publicado originalmente en Bibliópolis

 

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