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21 de marzo del 2008

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Cultura

La bodrioteca

Los gitanos globalizados de Beirut


Paul Medrano
La Insignia. México, marzo del 2008.

 

La globalización, como todo, tiene sus pros y sus contras. En materia musical, es responsable de que -para bien o para mal- conozcamos a Elvis Presley y los Beatles, pero también a los inflables de Good Charlote y a la ensalivable Jennifer Lopez. Gracias a ello fue posible que Radiohead revolucionara la industria musical al editar In the rainbows, lo colgara en su página electrónica y permitiera que el visitante pagara lo que le diera la gana. Se podía, incluso, no pagar.

Otra de las bendiciones musicales de la globalización es un escuincle de sólo 21 años llamado Zach Condon, líder de un proyecto musical llamado Beirut. Si tenemos en cuenta al adolescente medio de gringolandia, lo más que podíamos esperar de un chaval de esa edad era una producción más de happy punk, de nü metal, hip hop o alguna tendencia emo-no-sé-qué-pedo que surja la semana próxima. El único ingrediente novedoso que había en Condon era un viaje a la buena de Dios por distintos puntos de las Europas.

A pesar de su juventud, Condon ya había editado anteriormente algunos trabajos bajo el nombre de The Real People en una faceta eminentemente lo-fi. Un año después, grabó un álbum doo-wop que fue inspirado por Frankie Lymon & the Teenagers. También, durante los años 2001 y 2002, grabaría un EP con tres canciones bajo el nombre 1971, titulado Small Time American Bats, que nunca se llegó a editar oficialmente.

Nacido en Nuevo México, Condon estudió en el instituto de Santa Fe hasta los 16 años y después se embarcó en un viaje por Europa. Llegó a Francia e hizo paradas en Alemania, Londres y Amsterdam, pero fue en París donde descubrió a una de las bandas serbias más importantes: Boban Markovic Orkestar. Su acercamiento a ese tipo de tendencia lo llevó a una exploración de la música tradicional de los Balcanes.

Este descubrimiento involuntario lo llevaría a formar Beirut y encontrar la inspiración exacta para su primer disco: Gulag Orkestar, grabado en 2006 con la colaboración de Jeremy Barnes (Neutral Milk Hotel, A Hawk and a Hacksaw) y Heather Trost (A Hawk and a Hacksaw). Todo ello en compañía de Perrin Cloutier (cello y acordeón), Jason Poranski (guitarra/mandolina/ukelele), Nick Petree (batería), Kristin Ferebee (violín), Paul Collins (órgano/teclados/tambor/ukulele), Jon Natchez (saxo barítono/mandolina/glockenspiel) y Kelly Pratt (trompeta/bombardino).

Naturalmente, ese tipo de experimentaciones no son nuevas. Ahí tenemos las que hicieron David Byrne, Paul Simon y Joe Strummer, quienes encontraron nuevos mundos sonoros que trasladaron a su música en varios discos. Algo similar le ocurre a Zach Condon, pero con otros resultados: tiene algo de Yann Tiersen y Ben Kweller, de Goran Bregovich y Frank Sinatra, de Kocani Orkestar y Sigur Ros.

En una entrevista, Condon afirmó sin rodeos: "me maravilla la incapacidad que tienen los estadounidenses de oír música en otro idioma, y menos aún cuando no hay guitarra. Son cínicos con la música electrónica en particular y en general con las del resto de mundo".

Luego publicó Lon Gisland y otros epes como el Pompeii (2007), que incluía tres temas, otro en colaboración con el grupo Calexico, y una compilación para la revista The Believer (en junio de 2007, que incluía el tema inédito Venice). Asimismo, mientras vivía en Brooklyn, grabó un video para Scenic world en la fábrica de Sweet'N Low. Su primer vídeo oficial fue para la canción Elephant Gun, cuyo video fue dirigido por Alma Har'el (más tarde también dirigió el segundo vídeo con el tema Postcards from Italy). Lauren Tafuri fue el diseñador del vestuario en ambos casos.

El segundo y más reciente álbum de Beirut, The Flying Club Cup, apareció en Internet un mes antes de que saliera a la venta, a finales de 2007. En esta producción sólo se reafirma la línea musical que Condon se ha trazado, la cual, afortunadamente, no apunta hacia los canales de televisión ni a los protocolos convencionales. Beirut sigue en su línea de experimentación, fusión y transformación de toda la música que caiga en sus aparatos de sonido. Si sigue con su postura rompegéneros, Condon puede llegar muy lejos. Y todo gracias a la pinche globalización, la cual es como todo, hay cosas que ni qué. ¿Tengo o no tengo razón?

 

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