21 de julio del 2008
Hace un mes que la calificadora de riesgo Standard and Poor sentenció que el "Perú debe esperar" para obtener el grado de inversión, ya que "todavía necesita asegurar una sostenibilidad política y social" para alcanzarlo. En efecto, el 5 de junio, el analista de S&P informaba a Reuters que se había decidido mantener al Perú en el escalón previo, ese que está justo por debajo de la grada más baja de la escalera del 'grado de inversión' (GI). Los argumentos que esgrimía entonces el entrevistado (Sebastián Briozzo) eran bastante razonables, a saber (1):
1. "La calificación del Perú se mantiene tal cual es. Hasta ahora no nos sentimos cómodos con las mejoras. Se están produciendo mejoras, pero todavía no estamos en niveles que sean compatibles con tener la calificación del grado de inversión"; y
2. "Tenemos preguntas sobre el alcance de la sostenibilidad política y social en Perú, cuál es el riesgo de que asuma un candidato antisistémico que cambie las reglas de juego, ese tipo de cuestiones".
Sin embargo, hace unos días, como rayo en cielo despejado, el GI cayó sobre Perú para beneplácito del gobierno. Como se ve, no hubo que esperar tanto como opinaba el vocero de S&P (2). Y uno se pregunta qué cambios tan fenomenales en la economía, en las reformas estructurales y en las condiciones sociopolíticas se habrán dado en este país durante los 30 días pasados para que se modifique tan drásticamente la opinión de los expertos de la calificadora. Las causas para entender la abrupta metamorfosis sentimental son fáciles de entender.
En primer lugar, sobre las "mejoras" que esperaban ofreciese el gobierno:
1. Gran parte de la catarata de los más de 100 Decretos Legislativos emitidos la semana pasada, de los que le debe haber agradado sobremanera una proporción sustancial (3).
2. El nombramiento del nuevo ministro de economía, lo que les debe haber encantado aún más porque garantiza la continuidad de las políticas macroeconómicas y las reglas de juego. Además, ahora el FMI ya no tendrá que revisar nuestras cuentas a distancia cada trimestre, sino que disponen de un empleado de la gran institución sentado en el mismo centro del poder del Ejecutivo, que además tiene bastante más muñeca política (en el sentido criollo de la palabra) que su antecesor (4).
En el comunicado-felicitación emitido ayer por S&P se señala que "La subida de las calificaciones del Perú está respaldada por la baja significativa de sus vulnerabilidades fiscales y externas en un contexto de diversificadas fuentes de crecimiento con baja inflación" (5), lo que realmente llama la atención, especialmente en lo que concierne a los nubarrones que vienen apareciendo en el horizonte: la aún relativamente baja pero creciente tasa anual de inflación que se ha duplicado en un solo año (Lima: 5,7%; Nacional: 7%) y a la insistente política fiscal pro-cíclica. Pero, sobre todo, no parece preocuparles el creciente déficit en la balanza en cuenta corriente: después de dos años de superávit, al primer trimestre del 2008 ascendió al -2,2% del PIB; básicamente, por la 'renta de factores' (gran parte por remisión de utilidades) que ha alcanzado la sorprendente cuota del -8,1% del PIB.
Por otra parte, respecto a las preocupaciones sociopolíticas que abrigaba S&P hace un mes (y antes del paro nacional del 9 de julio) también tiene que haber mejorado la imagen del país. Tal vez por lo siguiente:
1.La huelga-paro-movillización habría sido un fracaso en Lima y 'el resto no interesa', como también opina el gobierno (6), y
2. Las posibilidades de que llegue un personaje anti-sistema al poder en el 2011 se han tenido que haber disipado misteriosamente en opinión de S&P… por motivos que desconocemos. Puede que se hayan enterado de algún plan milagroso del gobierno para impedir ese riesgo.
Sin embargo, en la nota de S&P de ayer se repite la preocupación de que, pese al grado de inversión, "la estabilidad política y social del Perú continuará constituyendo una debilidad crediticia en comparación con sus pares". Por lo que su principal analista -arriba citado- advirtió al Gobierno que no debe dormirse en los laureles, que pacifique el país y que impida impida todo conflicto o movilización social porque "(…) crecientes niveles de polarización política que erosionen el respaldo en favor de las políticas macroeconómicas firmes, agregarían presión sobre las calificaciones y podrían generar una baja al terreno de grado especulativo" (7).
¿Lo entienden ustedes? ¿A qué juega S&P? En todo caso, estamos preparados para lo que viene. Habría que sopesar a quién escucha más el gobierno, si a los electores externos (que votan todos los días sin poseer DNI, fijando el 'riesgo país') o a los impacientes ciudadanos y las voces de nuestras calles.