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24 de enero del 2008

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Iberoamérica
Reflexiones peruanas

El presidente y las regatas


Wilfredo Ardito Vega
La Insignia. Perú, enero del 2008.

 

"No entiendo por qué ha pasado", me decía una asesora de la Comisión de Constitución del Congreso. En noviembre del año 2006, cuando tenía pocos meses en el cargo, Alan García presentó al Congreso de la República el Proyecto de Ley 608 para establecer acceso libre a las playas cada 500 metros y no cada 1000 (como señalaba la Ley 26856), y disponer además que el Ministerio Público podía entrar en cualquier club o condominio de playa para garantizar que no existieran prácticas discriminatorias en el acceso al mar. Meses después, el Congreso aprobó el proyecto por unanimidad y lo envió al Poder Ejecutivo para su promulgación, pero fue devuelto con el vago argumento de que se tenían que realizar más estudios, lo que generó desconcierto en congresistas y asesores.

Al parecer, ya entonces García había solicitado convertirse en socio del Club Regatas Lima, por invitación del entonces ministro de Vivienda, Hernán Garrido Lecca. Varios observadores han manifestado su extrañeza por el hecho de que García pueda abonar la elevada cuota de ingreso, aún más costosa para él debido al número de sus hijos. Sin embargo, lo indiscutible es que el ingreso de García al Regatas refleja un afianzamiento de su vinculación a los sectores más acomodados. Ni Fujimori ni Toledo, a pesar de los indudables servicios que prestaron a los grupos de poder, tuvieron el privilegio de aparecer en la lista de nuevos asociados publicada el pasado octubre.

La pertenencia del presidente a un club limeño podría parecer un asunto privado, pero en este caso debería producir en los ciudadanos, y especialmente en las ciudadanas, bastante preocupación. El presidente debe cumplir los valores propios de la nación, entre ellos la igualdad. Por lo tanto resulta sumamente cuestionable que se incorpore a un club donde las mujeres no pueden ser socias, sin que ningún argumento razonable justifique esta discriminación. Dado el elevado porcentaje de voto femenino que García obtuvo en el 2006, hasta podría hablarse de traición a su electorado.

Sin embargo, las mujeres que podrían sentirse más traicionadas por García son las trabajadoras del hogar. El pasado 30 de marzo, García convocó a cientos de ellas a un acto público de reconocimiento en el Ministerio de Trabajo y proclamó esa fecha como Día Nacional de las Trabajadoras del Hogar. Ahora es socio de un club donde se las discrimina permanentemente.

Hace unos días, el Club Regatas Lima publicó en su portal las directivas para el verano (1). Varias disposiciones parecen razonables, como no escuchar música a volumen alto en la playa o no cambiar a los bebés en el comedor. También podría ser comprensible que las trabajadoras del hogar no entren en las instalaciones recreativas, reservadas a los socios y sus invitados, por las que se paga un derecho adicional. Lo inaceptable es que se impide que las empleadas del hogar se bañen en el mar, como si éste también perteneciera al club.

Las prohibiciones reflejan prejuicios étnicos extendidos: "En la piscina donde aprenden mis hijos a nadar tampoco permiten que las empleadas entren -me comenta una amiga-, porque otros padres de familia creen que traerán enfermedades." Recordemos la obsesión en algunas casas por separar la vajilla y los cubiertos, aunque sea la propia trabajadora del hogar quien prepare la comida (2).

Por todo ello, la incorporación de García al Regatas tiene el claro mensaje de que el Estado peruano acepta el machismo y el racismo institucionalizados en determinados sectores sociales. Resulta contradictorio que, mientras se publicitan gestiones internacionales para definir los límites marítimos con Chile, el presidente pertenezca a una asociación que impide a cientos de mujeres peruanas accedan al mar.

Podemos compartir o rechazar las opciones políticas y económicas de Alan García, pero en ningún caso justifican convertirse en cómplice de violaciones de los derechos fundamentales y del espíritu de las normas que, hasta hace unos meses, él mismo promovía.

Bajo la legislación actual, el Ministerio Público, el Poder Judicial y otras instituciones estatales tienen la facultad de sancionar a los responsables de los diversos delitos de discriminación que se cometen en el Club Regatas Lima. La subsistencia de disposiciones machistas y racistas en dicho club demuestra cuán atrasados están unos sectores que pretenden ser los más modernos del Perú.


Notas

(1) http://www.clubregatas.org.pe/noticias/DISPOSICIONES_INTERNAS_2008.pdf
(2) Ver No es racismo, solamente higiene: http://reflexionesperuanas.blogspot.com/2007/02/rp-134-no-es-racismo-es-solamente.html

 

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