28 de enero del 2008
Palabras, expresiones, actividades, actitudes y gestos se interpretan de forma diferente y sólo son similares en la superficie. Los hablantes de una lengua no siempre son conscientes de esa relación cultural; por tanto, es fácil encontrarse en situaciones en las que se producen malentendidos y que vienen provocadas, por poner algunos ejemplos, por el estilo comunicativo (realización directa o indirecta de los actos de habla, grado de explicitación del discurso, turnos de habla, discurso simultáneo), por la gestión de los temas (diferencia en los temas de conversación en situaciones estándar, restricciones o matices específicos de ciertas culturas), por el lenguaje no verbal (expresiones faciales, gestos, contacto visual) o por los valores, actitudes o acciones específicas de la cultura frente al contexto, espacio y tiempo.
A continuación presentaremos dos historias con una posible interpretación según los conceptos de E.T. Hall y siguiendo la descripción densa de Geertz. Nos guiaremos por la siguiente propuesta de análisis de malentendidos:
Pauta para el análisis de malentendidos
1 ¿Qué ha fallado en la comunicación?
-¿Qué intención tenía el informante? (qué quería decir, qué imagen quería dar...)
-¿Cómo se interpretó? (qué dijo en realidad, qué imagen dio)
2. El malentendido está relacionado con la diferencia cultural en la expresión y apreciación del:
-espacio
-tiempo
-contexto
3. ¿Se podría haber evitado el malentendido? ¿Cómo?¿Qué estrategias o habilidades podrían haberse utilizado?
Si se trata de una situación que no podía haberse evitado. ¿Cómo reconducirla para no dañar o 'recomponer' la imagen de la persona?
"Cuando estaba en Gran Canaria en casa de mi amiga, su madre estaba siempre muy preocupada por mí, sobre todo por la comida, decía que comía poco y cada dos horas me daba pasteles, fruta, de todo. Al tercer día en la casa vomité después del almuerzo. Con mucha vergüenza les expliqué que la comida española tenía demasiado aceite para mí y que las salchichas, el chorizo, el salami, las aceitunas no me gustaban nada. También les dije que el pan sin mantequilla era como un coche sin gasolina, demasiado seco, muy difícil de digerir. Después de mi 'confesión' su madre estaba menos simpática y me daba poca comida. Veo que no se puede criticar la comida española." (Irlanda/F)
Aquí nos encontramos en una situación en la que el desconocimiento del contexto y probablemente un estilo comunicativo deficiente hayan contribuido a este malentendido. Hablar mal de la comida, especialmente ante alguien que la considera tan importante -como refleja la historia-, sin tener mucho tacto es aventurarse a que un simple comentario ocurrente sin mala intención -"el pan sin mantequilla es como un coche sin gasolina"- se interprete como una crítica, una falta de "respeto".
Quizás el origen de esta situación "problemática" fue el hecho de que la informante aceptara al principio todo lo que la mujer le ofrecía - seguramente con insistencia. Si la informante se negó pero no insistió en su negativa, la mujer lo consideraría una negativa de cortesía; por lo tanto, la mujer pensó que hacía lo correcto y que su inquilina estaba a gusto; de ahí que se sorprendiera y se molestara posteriormente ante su "confesión" .
Para evitar el malentendido, la informante tendría que haber insistido en su negativa inicialmente explicitando los motivos, aunque con tacto. Para ello requería un dominio del contexto (la importancia de la comida en España), de los actos de habla (la crítica como acto de habla y las estructuras lingüísticas de cortesía) y del estilo comunicativo (la importancia de la repetición y de la insistencia en la explicitación del discurso) que seguramente no había adquirido.
"Hace unos años viví una temporada en Barcelona, pues hice las prácticas de mis estudios de Empresariales en una empresa de la ciudad. Un día, un compañero de trabajo me invitó a cenar a su casa; me imagino que quería ser amable, pues la gente del trabajo era a los únicos que conocía en la ciudad. Yo estaba muy contento de que me hubiera invitado y creía que era muy amable por su parte. Sobre las nueve fui a su casa con un ramo de flores, algo que es normal llevar en Holanda cuando te invitan a cenar, seas chico o chica. Cuando mi compañero abrió la puerta y me vio allí con el ramo de flores, se puso rojo como un pimiento, nervioso y me invitó a pasar. Yo no entendía nada de nada. Sólo sé que estuvo toda la noche muy raro y apartado de mí. Sólo después he sabido que no es normal en España que un hombre lleve flores a otro hombre y que tiene un doble significado. No sé qué debían pensar de mí en aquella empresa." (Holanda/M)
Esta situación se relaciona con una diferente apreciación del espacio íntimo. El informante estaba actuando con la intención de ser amable en una situación social que se estaba convirtiendo en personal: precisamente por el hecho de que su compañero de trabajo lo invitara a cenar. Según su experiencia contextual, cuando uno va invitado debe llevar algo y él llevó lo que solía en su país: un ramo de flores. Este regalo en su cultura es algo que no tiene en sí ningún tipo de connotación especial, por la naturalidad con que se ofrece y se recibe en muchas circunstancias sin tener en cuenta el sexo del receptor o del que lo regala. El informante desconocía que en el nuevo contexto cultural no consideraban las mismas apreciaciones. La intención de amabilidad fue interpretada seguramente como una invasión del espacio íntimo, una insinuación de carácter sexual, con una clara doble intención que pretendía ir más allá de una simple relación de amistad.
La situación se volvió tensa e incómoda para los dos. Uno pensó que debía mantenerse distante y frío para que el otro no pensara que accedía a sus intenciones. El informante no entendía esta actitud de rechazo, después de haberlo invitado amablemente a cenar. Probablemente podrían haber relajado la situación hablando y aclarando qué pasaba, aunque era difícil, pues la relación no era todavía personal y no había la suficiente confianza sino más bien temor por aclarar qué pasaba. De todas formas, es evidente que el hecho de cerrarse la comunicación dio pie a especular sobre los motivos de las actitudes mutuas y empeoró la situación. La consecuencia más grave de esta falta de comunicación para aclarar los conceptos es que creó una imagen del informante totalmente errónea, sin que él tuviera la posibilidad y oportunidad de saber lo que estaba pasando y, por tanto, pudiera reconducir el malentendido.
Para evitar el malentendido, el informante tendría que haber consultado previamente a alguien sobre lo que era habitual llevar en una invitación de ese tipo y no dar por supuesto que lo que "funcionaba" en su cultura sería interpretado de la misma forma en la nueva cultura. Reconducir el malentendido hubiera sido posible explicando posteriormente que se trataba de un uso común en su cultura en todo tipo de situaciones.
Constatamos el peso importante que representan los valores y las normas de nuestra cultura a la hora de observar y evaluar otra y, en especial, a la hora de actuar en una situación determinada. El resultado es que, frecuentemente, en contextos culturales diferentes del propio, uno no es consciente de que lo que está viendo y descubriendo lo interpreta en realidad según su propia percepción y "normativa" cultural.
A menudo las diferencias culturales no son el problema más importante en la comunicación, sino la poca habilidad por parte de los interlocutores en interpretar la situación como una expresión de un sistema de significados diferente, de una cultura diferente Esta falta de habilidad, esto es, el no ser consciente de que uno está en una interacción intercultural, implica a menudo que una situación incómoda, que en principio no podría evitarse por un desconocimiento sociocultural no predecible, no pueda reconducirse o que incluso empeore .
Muchas de las dificultades de comunicación intercultural se deben a la divergencia de concepción del contexto. Se supone demasiado a menudo que se dispone de una información o que nuestro interlocutor dispone de ella, cuando no es así. La habilidad en contextualizar, comunicarse y justificar los propios actos es básico en encuentros interculturales, a fin de facilitar información desconocida al interlocutor para evitar malentendidos o reconducirlos.
En este sentido, los malentendidos no deben verse desde una perspectiva pedagógica como algo negativo, aunque la persona afectada los considere así. Este tipo de experiencias de choque son muy útiles, pues hacen que la gente sea más receptiva en un aprendizaje intercultural, al tratarse de su propia experiencia. En el proceso de adquisición de la competencia intercultural, el choque cultural y las situaciones incómodas son necesarias, ya que forman parte de la nueva experiencia. La reflexión y el análisis de estas situaciones y percepciones en el aula, por tratarse de materiales, de experiencias reales, son fundamentales para ir comprendiendo los aspectos de la propia cultura y los de la nueva.
Podríamos comparar este proceso con el de adquisición de una lengua: al igual que se aprende la gramática de una lengua, debe aprenderse también la "gramática de una cultura", las "estructuras" ocultas que influyen y guían el pensamiento y el comportamiento de los miembros de una cultura determinada. Está comprobado que una competencia lingüística alta no permite adquirir automáticamente una competencia sociocultural (la existencia de malentendidos culturales son un claro ejemplo). La competencia intercultural, pues, no se adquiere sola, requiere un aprendizaje. Las habilidades y conocimientos socioculturales deben incluirse desde el inicio del aprendizaje e ir avanzando paulatinamente de forma integrada en el aprendizaje de la lengua extranjera.