10 de enero del 2008
Son tantas las prioridades económicas y sociales existentes en el mundo -no se diga en nuestro país- que la pregunta del título podría parecer poco prioritaria. Sin embargo, pretendo recomendar una reflexión sobre ella: pues nos convoca a enfrentar una distorsión del conocimiento que contrapone humanidad y naturaleza como si fueran dos secciones distintas de un tejido.
La historia reciente de una parte hegemónica de la humanidad ha promulgado el derecho a dominar a todo lo que considera no humano. Incluso ese mismo sentido de dominación justitificó, con diferentes matices, un supuesto derecho de dominación de unas grupos sobre otros, de un sexo sobre otro, de una determinada edad respecto a otras.
El derecho a dominar ha sido el sustrato teórico de una civilización que se encamina rápidamente a su autodestrucción. El sojuzgamiento de la naturaleza y su alienación son casi absolutas. Se justifica la tortura, la muerte para generar momentos de placer, el maltrato, el abandono de otros seres, la destrucción ambiental en nombre de la generación de riqueza. Cada una estas acciones deteriora nuestra condición humana.
Naturaleza y humanidad no son realidades diferentes, se funden y dependen claramente una de la otra. Son parte de un único proceso de vida, en el que las diferentes especies tienen un papel, siendo parte de la compleja cadena de la vida. Vivimos momentos de la historia en donde somos capaces de prever nuestra propia destrucción pero no necesariamente nos disponemos a evitarla y menos aún a cambiar los móviles objetivos y subjetivos de dicha destrucción.
Empezar por reconocer nuestra interdependencia conlleva la protección del binestar y la supervivencia (¿derechos?) de todos los seres vivos y del medio ambiente en el que se reproducen. Esto puede sonar a un enunciado de egoísmo ilustrado, pero es indispensable para reordenar nuestro papel, nuestra responsabilidad y nuestros derechos, que no pueden justificar ni por acción ni por omisión la destrucción, la agresión, el abuso o el abandono del resto de las especies.