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3 de abril del 2008

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Cultura

Isaac Asimov

El buen doctor


Rodolfo Martínez
La Insignia. España, abril del 2008.

 

Son muchos los autores de ciencia-ficción que han hecho incursiones en el género policiaco o, cuando menos, han usado la estructura del thriller como armazón para algunas de sus novelas. Mencionar a Fredric Brown o Alfred Bester resulta casi inevitable, como también lo es hablar de Isaac Asimov.

Asimov ha reconocido en muchas ocasiones que su segundo gran amor literario, después de la ciencia-ficción, era la novela policiaca, una novela policiaca, eso sí, anclada en la tradicción inglesa del relato-problema, como no podía ser menos tratándose de un racionalista convencido como el Buen Doctor.

Contó también que si empezó a escribir relatos de misterio fue en buena medida porque uno de sus editores le comentó que era imposible escribir un relato honesto que fuera al mismo tiempo ciencia-ficción y literatura policiaca. Asimov encontraba absurda esta afirmación. Cierto que el escritor de ciencia-ficción podía hacer trampa y sacarse del bolsillo un aparatito milagroso del que el lector nada sabía para dar con la solución del misterio, pero no era menos cierto que el escritor policiaco convencional podía hacer exactamente lo mismo por el procedimiento, por ejemplo, de que la clave del misterio estuviera en hechos que solo un especialista en determinada materia pudiera conocer.

Asimov decidió demostrar que se podían escribir relatos policiacos que lo fueran también de ciencia-ficción y no hicieran trampa, y tuvo éxito en su empeño. Años más tarde recopilaría esas narraciones en su libro Estoy en Puertomarte sin Hilda, que contiene un buen puñado de historias de misterio que, si bien no son nada del otro mundo, resultan agradables de leer y son una prueba palpable de que el policiaco y la ciencia-ficción no eran incompatibles.

No contento con esto se lanzó a escribir Bóvedas de acero, donde un policía humano y un detective robótico desentrañaban un asesinato sin alejarse ni un solo instante de los postulados de la novela de misterio clásica. Volvería a usar ambos personajes en la novela El sol desnudo y el relato "Imagen en un espejo" y, con el tiempo, tras decidir convertir sus dos series más famosas (los Robots y las Fundaciones) en una sola, sería R. Daneel, su robot detective, el nexo de unión de toda la trama.

Pero incluso el resto de su obra de ciencia-ficción, no declarada como policiaca, está a menudo vertebrada en torno a un misterio que resulta fundamental para la trama y que sus personajes deben desvelar para llevar la historia a buen puerto. El fin de la Eternidad o Las corrientes del espacio son novelas concebidas y realizadas como un thriller y nos dicen mucho de la afición de Asimov por el relato de misterio.

Sin embargo, no fue en la ciencia-ficción policiaca, sino en el relato contemporáneo donde el Buen Doctor conseguiría sus obras más logradas. Por un lado, en la serie de los Viudos Negros enfrentaría a sus lectores a pequeños enigmas que sólo el sagaz camarero del club conseguiría resolver. Si bien muchos de esos enigmas tienden a ser bastante tontos en ocasiones, la perfecta caracterización de los personajes (siempre los mismos de un cuento a otro, salvo el invitado que plantea el misterio) y habilidad para crear una atmósfera en la que el lector se sentía cómodo, hacen de esa serie de relatos una delicia a la hora de leerlos y, a menudo, de releerlos.

Pero su mejor obra es, sin duda, la novela Asesinato en la Convención, donde un escritor de poco éxito debe resolver el asesinato de un colega más famoso que antiguamente fue su protegido. Narrada en primera persona, con desparpajo y naturalidad, Asesinato en la Convención muestra a un Asimov maduro y seguro de sus capacidades narrativas. Su protagonista y narrador, Darius Just, concebido tomando como base al escritor de ciencia-ficción Harlan Ellison, es una de sus mejores personajes: altivo y malhumorado, pero buena persona en el fondo e incapaz de dejar algo sin resolver, se revela como un hombre tozudo que no puede evitar, pese a sí mismo, desentrañar el misterio de su antiguo amigo.

La novela tiene el valor añadido de ver al propio Asimov como personaje secundario, descrito en un tono entre insultante y admirativo, y los intercambios verbales (a menudo en forma de notas a pie de página) entre el Buen Doctor y el narrador de la historia resultan divertidos y le dan a la historia una sensación de "cosa real" muy lograda. Asesinato en la Convención nos muestra también un Asimov desconocido como escritor, en un conseguido retrato costumbrista del mundo editorial americano y de las pequeñas miserias y grandezas de éste.

Es una pena que el Buen Doctor, desanimado por los comentarios de sus editores, no continuara por ese camino. En ese tipo de relato policiaco, desenfadado y sin complejos, con una estructura clara y una narrativa directa y cómoda, es muy posible que Asimov se encontrara más cómodo que en sus posteriores trabajos de ciencia-ficción.

Por desgracia, la vida le llevó por otros derroteros.


(*) Publicado originalmente en Bibliópolis.

 

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