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31 de octubre del 2007

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Cultura

La tradición globalizada


Mario Roberto Morales
La Insignia. Taiwán, octubre del 2007.

 

Recorriendo los amplios salones del gigantesco Museo del Palacio Nacional, en Taipei, me hallo de pronto ante unos diseños sobre vasijas de bronce cuyo parecido con los glifos mayas me resulta inquietante. Como se sabe, el tesoro que alberga este museo está constituido por las más de 600.000 piezas que Chan Kai Chek llevó consigo -junto con la totalidad de la reserva de oro y de moneda extranjera- de China continental, cuando fue derrotado por las fuerzas comunistas a finales de la década de 1940.

Fue con este insumo y con el concurso de la clase intelectual y la elite empresarial chinas, a las que también llevó consigo en su retirada a la isla de Taiwán, como Chan Kai Chek pudo fundar un país para después, poco a poco y con mano dura, incorporar a la problación taiwanesa nativa al proceso de reforma agraria, industrialización y sustitución de importaciones que, con la ayuda económica y militar estadounidense, hizo de este país de 36.000 kilómetros cuadrados una potencia industrial que hoy día tiene más de 22 millones de habitantes y una economía creciente.

Profundamente afincado en su cultura tradicional, Taiwán es también un conjunto de urbes cosmopolitas e industriales cuya ciudadanía, protegida por un poderoso Estado benefactor que se ocupa de la salud, la educación y los seguros de la población, está inmersa de tajo en el mundo del consumo globalizado, como lo prueba mi visita al parque de diversiones llamado Aldea Formosa, cerca del lago Sun Moon, a unas dos horas de Taichung, cuya más importante atracción es la llamada Aventura maya, consistente en una vertiginosa montaña rusa cuyo trayecto atraviesa una réplica de la pirámide de El Gran Jaguar, ubicada en el sitio arqueológico de Tikal, en Guatemala. La Aventura maya es un espacio "temático" que incluye restaurante y otras instalaciones, en las que cuelgan de los muros algunos tejidos peruanos con imágenes de Machu Pichu, llamas y alpacas. Los letreros están en español, como corresponde hoy a la zona donde se asentó la civilización maya hasta el siglo X de la era cristiana. Lo interesante de los espacios "temáticos" globalizados, es que por lo general constituyen pastiches que integran a su "tema" los elementos más disímiles, deshistorizados y yuxtapuestos. Por eso, la Aventura Maya de la Aldea Formosa es una montaña rusa (a la que me subí dos veces) que entra en una pirámide precolombina anunciada en perfecto castellano.

De regreso a Taichung venía yo bromeando con mis colegas, y les decía que tuve que venir a Taiwán a vivir una "aventura maya", pues no podía vivirla en Guatemala, y que quizá un buen anuncio turístico para que los guatemaltecos visiten este país sería ofrecerles vivir "la esencia de la cultura maya en la Aldea Formosa". La globalización también es eso: un simulacro de simulacros para el consumo de diversiones simuladas. Irónicamente, si es que nuestros ancestros más notorios fueron asiáticos, ahora nosotros viajamos a Asia para vivir "nuestra esencia e identidad" simuladas, asunto que nos plantea la pregunta de si existen esencias e identidades que no sean simuladas, intercambiables, negociables y falsificables. Es decir, pastiches.

¿En dónde está, pues, la "esencia" de Taiwán? ¿En el Museo del Palacio Nacional o en el parque de diversiones de la Aldea Formosa? A estas alturas de la tradición globalizada para el consumo, ha de estar en ambos sitios; como la "esencia" estadounidense está en Washington y en Disneyworld, y la guatemalteca en Tikal y en Taiwán.


Taichung (Taiwán), 30 de octubre del 2007.

 

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