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22 de octubre del 2007

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Cultura

Guatemala, 1944-2007

Me llamo Ezequiel Martínez Urízar,
revolucionario de pura cepa, para servirle a usted


Rafael Gutiérrez
La Insignia. Guatemala, 20 de octubre.

 

Anuncio del grandioso futuro, la década excepcional fue un acercamiento a la llegada del gran sueño.
-Guatemala nuestra. Juan Marinello-


I

Me llamo Ezequiel
y soy/ como ve/
este péndulo oscilando agrio frente a usted:
ayer ebrio/ hoy ebrio.
Ni izquierda ni derecha/ advierto/ sino centro:
el punto exacto donde caigo
después de tanta volandera diaria.

Lo siento / joven
Sé que mi aliento le ofende:
marchita las flores
de su corbata tan elegante y sobria
enturbia el claro porvenir
que titila en la piedra de su anillo
de bachiller.

Mire/ pues/ allí enfrente/
otra mosca
que
cae
bajo el fogonazo de mi certero infierno líquido.
Cazador de moscas soy/ antorcha humana/
dueño del estrépito de mil venados embravecidos.

Me llamo Ezequiel/
ezequiel martínez urízar para servirle a usted
y soy/ como ve/
este tronco viejo
arrasado por un cotidiano remolino
de alcohol/ humo y desesperanza
este fantasma con una tupida zopilotera
revoloteando encima de su cabeza.
Viejo cabrón/ borracho de mierda/ dirá usted.
Lo sé. Usted me conoce a mí/ violentando un poco la semántica/
como la Bala perdida.

Yo soy/ es cierto/
disparo que no cuajó/ en su hora/
en el ojo de la tiniebla.

Pero usted
es también/ al igual que yo/
habitante predilecto de este muro donde sólo llueve sombras.
ambos: hijo y nieto
de una única fecha paridora.


II

Es una fecha conocida/ amigo.
Todos/
queramos o no/ venimos o volvemos
a esa triste y jubilosa fecha conocida.
Todos/ usted y yo/ los jóvenes y viejos/ los violentos y
apagados/ los vivos y muertos/ los perseguidos y
perseguidores/ los enamorados de la vida y
la muerte/ los opulentos y tullidos/
los armados y desarmados/
todos/ créame/
somos frutos pudriéndose o floreciendo
colgados
de este Gran Árbol tutelar
somos brasas ardiendo o apagándose
reunidas
junto a esta Gran Hoguera general.

Yo soy/
así como me ve/ rama seca que aún crepita
si le atizan fuego.
¿Que mucha retórica oscura y camandulera?
Tiene usted razón. Ese fue quizá nuestro error mayor:
haber inundado el país entero de palabras.
Ese fue/ y ese ha sido/ ante la sangre de ayer/
ante la sangre de hoy/ nuestra principal arma justificatoria:
palabras y palabras
y
palabras.
Mientras el enemigo ocultaba pólvora bajo la alcantarilla
nosotros nos sentamos sobre ella/ ilusos y flamígeros/
a discutir acerca de las diferencias teóricas
entre Marx y Bakunin.
Voz y voto del geranio/
ardía el poeta en el centro de su página altisonante y matinal.

Voz y voto del banano/
aullaban los saurios ayunos en su espumeante oscuridad/
ya el hocico olisqueando la estrella/
ya los colmillos en pos de la cacería.


III

Sabe: fueron diez años de primavera
en el país de la eterna tiranía
. Que es
como
decir/ y disculpe usted/
tanta chingadera metafórica:
diez años de primavea en el ala de un pájaro cautivo.
Así dicen los entendidos en esta materia todavía proscrita.
Así rezan los libros cuyos títulos
aún tienen olor
de catacumba cristiana.

Sucede
que venía
la patria
rebotando de túnel a mazmorra/ de látigo a garrote/
de zurcido ha roto/ de guatemal a guatepeor.
De Estrada Cabrera a Ubico/ pues: y he aquí
que se detiene el carro de la dictadura.

En una bocacalle
de la Historia/
allí mero/ lo arrinconó el pueblo entero.

Nos sentimos/ cómo decirle/
como tocados por vez primera por el dedo de la Providencia.
Pero las buenas ideas
no
caen
del cielo.

Del canto del astro
a la pupila que se ilumina median millones de años-luz.
El pueblo todo/
ardido en los fuegos de la Conquista/
untado en los hierros de la Colonia/
debió hacer unidad de esfuerzo
en el lento madurar de la esperanza.

Eran
ya largas heridas/ y el dolor acurrucado allí.
Eran
ya mordidos pánicos/ y el dolor acurrucado allí.
En el viento/ empero/ flotando como aguja de piedra/
ala de puma o boca de códice/ un solo vocablo en llamas
ardía
incendiando
la hoja seca/ desordenada e inmóvil de nuestra conciencia oprimida:
Revolución/ Revolución/ Revolución.

Desde Juan y María hasta el maestro Daniel.
Desde el teniente Isaías hasta el obrero José.
Desde el estudiante Rodríguez hasta el tendero Simón.
Desde el médico Sánchez hasta el comerciante Rubén:
Revolución/ Revolución/ Revolución.

Fue
entonces cuando estalló/ hermosa como una victoria/ la primavera.
¿Que
qué primavera/ pregunta usted?
Octubre/ amigo. Octubre del 44.


IV

Nacidos en Octubre para la faz del mundo/
como dijo Otto René. Sí señor:
¡Nacidos en Octubre para la faz del mundo!
Y disculpe que hable fuerte
que grite ufano o reviente encabronado
este verso/ corazón de pólvora
este verso/ garrafón de guaro bendito.

Por la gran puta:
así fue/ de veras/
el origen de nuestro unigénito hueso
al gran barullo de ser y estar sobre estas tierras.
Para otros/
fue un animal raro y lírico
pastando en el corral de su asombro.
Entre litúrgicos
y sediciosos/ como quien examina de pronto un arma cargada:
así desmontamos el siglo XX para ver sus mecanismos internos.
Acostumbrados
a una
consigna tan llena de púas
y
tan ausente de magnolias/
pronto nuestro mudo modo de estrechar la mano
dio paso a la florida avalancha de los abrazos.

Sabe usted: trocamos el candado por el agua.
Le dimos vuelta/ poniéndolo sobre el envés/
al lomo cicatrizado de la vida.
Poco a poco/
bajo sucesivas capas de bruma/
fuimos descubriendo el rostro soterrado
del hermano a nuestro lado:
a veces desfigurado por el miedo/
a veces desfigurado por el odio.
Recuerdo
que Huberto/ con los párpados bien jodidos
ahora sí por tanta alegre lágrima/
cargaba encima una fosforescencia
que hacía deslumbrar la vista
en las asambleas del mediodía.

Todo fue/ por esos días/
plaza/ fragor de vino amotinado
avenida/ vaho de hoguera al rojo vivo
barrio/ rotundo brote del harapo adormilado.

Hubo
alguien
que arrojó sobre el odiado monumento público
una bacinica hirviente de sonora felicidad estomacal.

Allí
quedaron/
flameando como témpanos
o
estalactitas bajo el viento/
las insignias clamorosas
con que el pueblo
engalanó la casaca napoleónica del tirano.
Razón de feria/ motivo de fiesta/
fue ver la infamia agrietándose allí
bajo las sofocantes tardes de verano.
Octubre le digo fue el olor de la pólvora
mezclada con el olor de las jacarandas.


V

Atrás:
la sombra deleznable de las mazmorras
a punto de cerrarse en las madrugadas/
el sudor inexpugnable del mártir
a punto de ser acallado para nunca jamás/
el aullido de la madre en la cerrada alta noche/
el mondo esqueleto del verdugo
mordido por mariposas estercoleras/
la sal/ lo amargo/ lo mustio/ en fin/ Atrás.

Adelante:
un código en donde el sudor
adquirió cabal definición de agua organizada/
un blanquísimo recinto en donde la mortandad
empezó a ser considerada maldita bestia extinguida/
un estanque de leche en la Plazuela de la Sed/
un alfabeto/ un lápiz/ un poema/ una gaviota
y/ sobre todo/ un pedazo de tierra
una ramita de sol
plantada para florecer tempranamente repartida hacia Adelante.

VI

La consigna era: ¡Muera el moho!
¡Viva la luz!
En consecuencia/
todo el santo día
dejábamos abiertas
las
puertas
de la patria
para que desembocase/ en ellas/ la travesía planetaria del viento.
Así autores/ libros/ ideas y canciones
erigieron de pronto su estandarte en la casa de todo buen vecino.
Así el destino dejó de ser un bicho de raro brillo
en la palma de nuestra mano.

Iba y venía/ la muchachada/
repartiendo el júbilo por entero desde el bajoplano/
hasta el altiplano/
desde el campo a la ciudad.
Nada permaneció quieto en ese entonces.
Todo pareció gritar esta boca es mía.
Hasta las piedras/ en las veredas/
hacíanse a un lado ante el tremendo aluvión del movimiento.
Avanzada
la madrugada
aún manteníamos/ en alto/
nuestro
terco corazón atolondrado.

Afilar
el machete/ el clavel/ la estrella/ la alegría: he ahí
el deber
que organizó
nuestros días
y
nuestras noches.


VII

Por
ese tiempo conocí yo a Matilde/ obrera salvadoreña
que era/ la muy plantada/ la puritita dinamita andando.
Juntos íbamos/ por las tardes/
a la liga central donde impartían cursos sobre organización obrera.

Allí la conocí/ le decía/
y de inmediato
ambos abrazamos el amor a la causa
que/ con el tiempo/
devino pasión a causa del amor.
Un solo relumbrón
En pleno centro del alma: eso fue/ Matilde/ para mí.
Venía de Morazán
y/ al parecer/
había escapado de morir decapitada/ por un soplo de pájaro/
bajo la acusación de comunista revoltosa
durante la matanza del 32.
Con Miguel Mármol/ según decían/ había cruzado la frontera
disfrazados de maromeros en un circo de ínfima categoría.

Sensible
como agua de poza/
atacada del virus mortal de las letras
gustaba/ ya decrecida la marea lunar de su cuerpo/
que le declamase al oído los versos amanecientes de Orlando.

Ezequiel/ musitaba/
y yo/ entre adormilado y festivo/
me alzaba desde mi atalaya de sueño:
"Ven/ tenemos derecho
a sentirnos sinceramente nuestros
hoy que abrimos nuestro pobre minuto
como una flor pequeña".

Hermosura de no ser sino un hombre y una mujer
con derecho a amarse
en medio de un aire liberado.

Por esos años/ creo/
Pablo visita/ canta/ celebra
con vino y tinta nuestro nuevo amanecer.
Ocultando
bajo el ala un manuscrito entre volandero y pétreo
lo suelta de pronto al irse
y/ en un solo e instantáneo revoloteo/
nos deja sobre las calles un reguero de algas/ peces/ tucanes/
piedras/ tiranos/ sillas/ cóndores/ héroes/ ruinas y minerales.

Lo
recuerdo/ sabe/ pues por esos días/ de fulgores y pavores/
dos acontecimientos marcaron de tajo
la ruta de nuestro agitado quehacer cotidiano:
la promulgación del decreto 900
y el nacimiento de nuestro hijo Roberto.

De
ahí en adelante la historia/ nuestra historia/
comenzaría a forjarse bajo un cielo
poblado
de
cuervos y palomas.


VIII

¿Qué está usted organizado dice?
¿Con quién y para qué?
¿Bajo el norte o sobre el sur?
¿Acaso mira hacia el este y se acuesta soñando con el oeste?
¿Apuntala en silencio la primavera
o la estruja en su duro retoñar hacia arriba?

Ah/ ya. Entiendo. Pues lo felicito: mi hijo Roberto
también bebió/ en su momento/ el terrible fuego de los justos/
fue astilla de ocote en la humedad lluviosa del señorío errante.

Ahora
es libélula que muerde/ altiva/
el rojo y redondo universo de los manzanos.
Ahora
es panal de sangre que vuela/ allá arriba/
venciendo la armazón de la noche
al mando de un ejército de luciérnagas.

Aquí dentro es/ se lo confieso/
una piedra
que ni el guaro más afilado o llameante
la empaña o erosiona dejándome tranquilo.
Dolor más ingrato éste/
el de beber desamparada muerte diaria.

Sí señor: otro trago.
Y sea nuestra/ sombría pero deslumbrante/ la primavera.

IX

Milicias/ muchas milicias
y armas/ muchas armas.
Tocarle los huevos al león. Y en la otra mano
el machete fiero/ listo a arrancárselos de cuajo
si el cerote se pone brincón.
He ahí/ sin más/ la lección de la fábula del león y el quetzal.

¿De acuerdo?
De acuerdo.


X

Fue al doblar la esquina
cuando/ de pronto/
sentí como una mordida caliente en mi pierna izquierda.

Me vi entonces/ allí abajo/
abriéndose paso por sobre la lona azul/
un tiznado boquete
manando agua roja a borbollones.

A mitad del parque La Concordia
una espesa manada
de liberacionistas
armados de radios/ fusiles y machetes
avanzaban disparando a ciegas
bajo las órdenes
de un oscuro coronel aranista.
Lo reconocí pues/ por esos días/
el enemigo ya agitaba
ante el Mundo Libre
una victoria abiertamente publicitada.
Poco antes/ en una humosa partida de naipes/
la OEA
había jugado a favor del asalto a nuestro sueño.

La suerte/ ahora/ estaba echada: desde el cuchillo de mesa
hasta el avión bombardero/ todo les pertenecía en nuestra casa.

Era
junio y por las tardes
una llovizna cubría de motas brillantes las hojas de los árboles.

 

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