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13 de noviembre del 2007

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Iberoamérica

Fuertes críticas a la flexiseguridad


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, noviembre del 2007.

 

Tuve el honor de asistir, como invitado, al Congreso de MEDEL, una asociación de magistrados europeos de Derecho del trabajo cuyo tema monográfico era el Libro Verde del Derecho del trabajo del que tanto se ha hablado en este blog. Sobre tan importante acontecimiento versa este ejercicio de redacción.

En principio diré que la gran mayoría de las intervenciones tuvo un contenido crítico con relación al texto comunitario. Lógicamente el discurso del representante de la Comisión Europea, mister Callen, fue en dirección contraria. Fue un discurso un tanto sorprendente, porque en un encuentro de esas características explicó pormenorizadamente a una platea bien informada (magistrados, profesores de Derecho y iuslaboralistas en ejercicio) los contenidos concretos de dicho documento. Sorprendente porque debió caer en la cuenta de que la exégesis jurídica (esto es, la apertura de las tripas del texto) ya la había hecho cada cual desde sus respectivas ópticas profesionales. Tan sólo dio unos leves pespuntes descriptivos de la justificación del documento. Y un hilo conductor implícito: el derecho del trabajo debe ser un instrumento ancilar de las evoluciones de la economía. Naturalmente camuflado todo ello bajo la metáfora de la modernización. O sea, mister Callen se disfrazó de ponente académico para no infundir sospechas.

Los ponentes, en su gran mayoría, hicieron unos discursos –ya se ha indicado— que giraban en torno a: 1) evidentemente el derecho del trabajo debe modernizarse, aunque este aggiornamento debe mantener las características protectores que señalan su estatuto epistemológico, 2) que no es el caso esencialmente de lo que plantea el Libro Verde en general y su estrella polar la flexiseguridad. Sin ningún género de dudas las intervenciones más llamativas estuvieron en las ponencias del Magistrado Falguera, las de los sindicalistas Juan M. Tapia y Josep Montoya (CCOO y UGT, respectivamente) y la lección magistral del profesor Umberto Romagnoli.

El resto de las ponencias –brillantemente expuestas— tuvieron una fuerte componente expositiva. Esto me provoca alguna que otra perplejidad: ¿tiene sentido que se explique detalladamente, con el estilo de "dar una clase", a un público –magistrados, académicos, investigadores, sindicalistas y dirigentes empresariales- a los que se les supone que están debidamente al tanto? ¿No es más apropiado que se aproveche el tiempo debatiendo lo que genéricamente podríamos llamar filosofía del derecho? ¿No era más apropiado reflexionar sobre cómo poner al día esta disciplina? ¿No es mejor debatir las novedades emergentes sobre las que ya hay algunas pistas contractuales, tales como los ciberderechos y otras tantas? ¿Acaso no era el momento propicio para establecer, aunque fueran unos primeros indicios, una relación nueva entre Derecho del trabajo y la economía? Los ponentes, -con las salvedades ya indicadas- ciertamente de manera muy seria, explicaron descriptivamente lo que dice el Libro Verde. De ahí que, un tanto presuntuosamente, me interrogue sobre si esta metodología no está ya entrando en un proceso de acelerado agotamiento.

Especialmente porque hubo voces (la del magistrado Falguera) que tuvo un fuerte contenido crítico sobre el envejecido carácter de los contenidos de la negociación colectiva y los retrasos del sindicalismo confederal de los diversos estados nacionales europeos. O las ponencias de los sindicalistas catalanes que pusieron encima de la mesa algunas propuestas que sus interlocutores de `la contraparte´ obviaron. O la insinuación del representante de Pimec, José Hallado, que de manera tan elegante como críptica insinuó la necesidad de un indicador que verifique la representatividad de las organizaciones empresariales.

Sin lugar a dudas, el climax del Congreso fue la intervención del profesor Umberto Romagnoli. Su ponencia –una pieza fundamental de filosofía del derecho del trabajo, que ha sido publicada en este blog y en la bitácora hermana “Según Antonio Baylos” (*)– fue seguida con un enorme interés, y tras el punto final la sala, atiborrada de persosnal en ese momento, estalló en una enorme ovación. Desde la mesa, flanqueando a Romagnoli, pude ver a una entusiasta Lola Hurtado que sus manos se le hacían huéspedes y a Dorita Díez casi caer en deliquio. Seguramente, la joven Ascensió Solé pensaba en esos momentos en Albert Fina, Josep Solé Barberá, Luis Salvadores, Pep Devesa y sus compañeros asesinados de Atocha.

Los magistrados –en sesión propia, pues al fin y al cabo eran los congresistas reales— elaboraron una Resolución sobre el Libro Verde. Fuentes bien informadas me indican que tiene una fuerte y razonada crítica. Naturalmente se publicará en este blog cuando los estamentos oficiales tengan cumplida información sobre dicha resolución.


(*) ¿Peligro de naufragio para el derecho del trabajo? (página web de Metiendo Bulla.

 

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