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25 de noviembre del 2007

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Alterglobalización
España

¿Reforma de la Seguridad Social? Pamplinas


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia . España, noviembre del 2007.

 

Por lo que se ve, no hay más remedio que seguir la corriente del (indebido) uso de las grandes palabras: "reforma" es una de ellas; lo mismo sirve para un barrido que para un lavado. Reforma por aquí, reforma por allá. Y en esas andamos cuando, nuevamente, se connotan algunas medidas sobre la Seguridad Social, que se están discutiendo en las Cortes, como eso: reforma. El vocabulario político, así las cosas, se está convirtiendo en una deslabazada confusión, en un amogollonado conjunto de ideolectos que -aunque inicialmente utilizado por los parlamentarios- se está deslizando hacia los medios de comunicación (me permito un breve paréntesis: la ministra de Cercanías, doña Magdalena Álvarez, ha reprochado al diputado Herrera el uso de las palabras "doblados y partidos"; según la señora Álvarez lo correcto es "doblaos" y "partíos", ya que si alguien exige ser llamado Josep Lluis y no José Luis, la correspondencia sería lo dicho: "doblaos y partíos". Lázaro Carreter, que estás en los cielos, perdónala). Pido disculpas por la interferencia.

Entiendo que, cuando ni siquiera se sabe cómo "ser reformista" o cuando tampoco se quiere darle autenticididad al concepto y la práctica, la salida es denominar reformas a cualquier chuchería política, a cualquier quisicosa aprobada. Ciertamente, variar las condiciones para pasar a la jubilación no es baladí. Sin embargo, eso es sólo una novación legislativa, ciertamente importante, pero de ninguna de las maneras es una reforma de la Seguridad Social.

¿Estoy planteando una pejiguería semántica o una práctica letraherida? No lo creo. Estoy hablando de la relación entre los conceptos y las palabras. Que, en el caso que nos ocupa, no sólo es un desatino sino una coartada para no entrar a fondo en la necesaria reforma de la Seguridad Social. Esto es, en la adecuación de dicho instituto a los grandes cambios de civilización que se están operando a todo meter: de los aparatos productivos y de servicios, de la aparición de nuevas subjetividades sociales y de todo un elenco de cuestiones que han puesto en `crisis´ el Estado de bienestar tal como lo hemos conocido. En palabras pobres, de un Estado de bienestar que se ha desarrollado en el sistema fordista y en el tradicional Estado-nación. En cierta ocasión, mi amiga Carmen Ortega me pidió explicaciones: "¿Se puede saber por qué dices que las conquistas de los trabajadores han puesto en crisis el Estado de bienestar?". Le contesté, en presencia de su marido Jaume Puig y de mi esposa, Roser: "Hicimos bien en conquistar todo lo que pudimos y, desde luego, harán bien los sindicalistas de ahora en seguir conquistando todo lo que puedan. Ahora bien, como toda conquista democrática y social crea nuevas situaciones, hay que seguir adecuando lo que hay a la nueva situación creada, precisamente para darle sostenibilidad a lo conseguido y alcanzar nuevas conquistas". Y me quedé tan pancho.

Pues a lo que iba: las grandes transformaciones en curso -y las que vendrán mañana, pasadomañana y traspasadomañana- requieren necesariamente un nuevo welfare. Que establezca prioridades, compatibilidades y vínculos con el nuevo paradigma que estamos viviendo. Justamente lo que no se está haciendo. Porque las cosas están, dicho sintéticamente, de esta guisa: 1) medidas parciales, inconexas entre sí y sin ninguna relación con un proyecto general; 2) una zahúrda de medidas dadivosas por parte de las diversas Administraciones, basadas en cheques -escolares, de vivienda y cosas por el estilo- que indican un Estado de bienestar que ya está en fase de estancamiento por dispersión. El resultado de todo ello es la desnaturalización gradual del welfare: una situación deseada por algunos poderes económicos porque, estando así el paisaje, tienen las cosas más fáciles para reorientar esos dineros públicos hacia los intereses privados; más todavía, se van desvaneciendo los controles democráticos de los institutos de protección social. Total: con un sólo tiro caen dos pájaros. El welfare quedaría doblado y partido; perdón: doblao y partío.

Ciertamente no es fácil entrar en la reforma de la Seguridad Social. Pero en la medida que se mantenga la instalación en esas reales dificultades, se seguirá por el camino verde, camino verde que no va a la ermita de las tapas variadas: un estilo, este de las tapas, imprescindible en las tabernas, pero pernicioso para la construcción de un potente Estado de bienestar más inclusivo e incluyente. El camino de las tapas variadas -me refiero a las reformillas- conduce a un resignado virgencita que me quede como estaba.


Por decir cosas parecidas a lo que acabo de escribir, un comentarista de blog (anónimo, por supuesto) me espetó: "López Bulla, sois la hez de la clase obrera". Cosa que yo le agradecí porque tratarme de vos (supongo que en atención a mi edad provecta) siempre es una atención respetuosa.

 

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