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La insignia
30 de mayo del 2007


He dicho crisis


Jesús Gómez Gutiérrez
La Insignia. España, mayo del 2007.


Supr. En la frontera del tercio derecho del teclado. Utilísimo. Se apoya el codo a cierta distancia, bajan antebrazo y mano y por último un índice, extendido, pulsa la tecla. Hay formas mucho menos deportivas de borrar cartas y comunicados y declaraciones y poemas y columnas y relatos estúpidos, pero qué es la muerte sin un poco de teatro. Empezamos.

Lecturas de la semana, todas ajenas al ordenador y en consecuencia al dedo que borra: Derrota y muerte de sir Francis Drake, de Mariano González-Arnao; Vita sexualis, de Ogai Mori; La religión de un médico y el enterramiento en urnas, de Thomas Browne; algunos clásicos de Pompeya (Jensen, Gautier, Betheroy, Bulwer-Lytton); Enero sin nombre, de Max Aub; dos novelas perfectamente sobrantes que no mencionaré y un ensayo excepcional, por necesario, en lo relativo a la política latinoamericana: Le rêve de Bolivar, de Marc Saint-Upéry, cuya traducción al español se anuncia para el 2008 (esperemos que Paidós recapacite).

Anécdotas de la semana: elecciones autonómicas y municipales en España. Estuve a punto de jugar con La jornada de un interventor electoral, de Italo Calvino, abrirlo por aquí o por allá, disfrutar un rato y quitarme la mala leche. Pero me acordé de otro interventor electoral de hace años, tantos como los transcurridos desde mil novecientos ochenta y muchos, que creía que en la política cabía la inteligencia. Claro, eran otros tiempos, hay que excusarlo. Así que saqué un libro de caligrafía (Rubio, 1962) y leí: «para conseguir buen carácter de letra es preciso coger bien la pluma, sin apretarla, y escribir siempre despacio».

Reflexiones de la semana: El discurso. Supongamos que usted tiene un discurso. Lo ha grabado en el bar de la esquina porque le parecía congruente, tal vez ganador, o se lo ha comprado a su tía la asesora que de estas cosas sabe un rato y además cobra una pasta (cobrar mucho es síntoma inequívoco de ser un genio). Se recomienda que usted no sea usted. Esto es muy importante, porque si usted fuera usted y usted no es nadie, además de nadie es idiota. No se tiene un discurso como quien tiene una taza de Marilyn Monroe en el despacho. Nadie siente la tentación de sacar una taza de paseo, pero un discurso es otra cosa, pide que lo saquen y ya la hemos liado; no se complique la vida.

Tiempo de la semana: lluvia, lluvia y luego sol. Terminamos.



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