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La insignia
16 de mayo del 2007


Mercado de candidatos


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, mayo del 2007.


El primero promete concretizar la esperanza. El segundo pide que Dios bendiga a su país y solicita a los votantes que lo ayuden a llevarlo "hacia arriba". El tercero frunce el entrecejo y, sin más arma que su "carácter" y su "mano dura", promete erradicar la criminalidad y dotar a la ciudadanía de empleo. La cuarta arguye que como ya han pasado 500 años sin que una mujer indígena sea presidenta, pues ya es hora de que ella lo sea (esto, a pesar de que el presidencialismo no tiene 500 años, pero eso no importa, pues todo lo que venga de la subalternidad es cierto, aunque sea mentira). Otro, le pide a su país que se "encienda", para lo cual se fotografía con un cerillo en llamas. Y otros más compiten con frases de similar hondura, buscando captar la atención de un electorado que "decide" siguiendo los mandatos del mercadeo y la publicidad, y desechando por aburrido el análisis concreto de la situación concreta.

En los programas de televisión en los que son interrogados, los presidenciables responden con metáforas tan simpáticas como la de la "famosa camioneta", de la que echó mano el candidato oficialista cuando le preguntaron cómo remontaría el desgaste sufrido por su partido en relación a las ejecuciones extrajudiciales en el criminal asalto al presidio de Pavón y en el bestial asesinato de los diputados salvadoreños al Parlamento Centroamericano. El candidato guardó unos angustiosos segundos de silencio y de pronto despotricó sonriente y con acento criollo: "¡La famosa camioneta, usté…!" Y, acto seguido, explicó que para que una camioneta rodara bien, todas sus partes deberían funcionar armónicamente, y puntualizó, derrochando agudeza intelectual, que un gobierno era igual a una camioneta y que si todas sus partes funcionaban como debieran, pues no habría razón para que el gobierno no se comportara como la camioneta, razón por la cual él se iba a ocupar de que esto así ocurriera, remontando en consecuencia cualquier desgaste partidario. La expresión en el rostro del estudiante que había hecho la pregunta no fue registrada por la cámara.

Ninguno de los candidatos ha evidenciado ir más allá de este nivel de cultura cívica y política, ni vertido idea alguna sobre planes económicos o de Estado. Por su parte, los proliferantes analistas políticos vaticinan que cuando Hillary Clinton sea electa presidenta de Estados Unidos, entonces será la hora de las mandatarias en el sur, y no antes. También hacen sesudos análisis semióticos sobre el significado subliminal de los colores y símbolos en los que se agota la campaña electoral, los cuales apelan a las volátiles emociones de un electorado que invierte más de la mitad de su existencia consumiendo telenovelas, futbol y programas de "televerdad", por lo que el mercadeo y la publicidad como ejes de las "ofertas políticas", concluyen con gravedad los presentadores de televisión, son "normales" en la "era de la globalización".

Nunca los analistas, los presentadores y los políticos habían tenido tanto público en el tercer mundo porque nunca este público había tenido tantos televisores a su disposición. Pero como se trata de un público capaz de descifrar sólo una pequeña parte de la insondable vacuidad de los discursos que tanto unos como otros vierten a diario en sus escamados ojos y oídos, ya para él en nada se diferencia la oferta política de la oferta de supermercado, y es así como, de la misma manera que escoge un paquete de condones o uno de salchichas y desecha otros, así escoge a un candidato y elimina a los demás. A este entretenido ejercicio de "libertad" los cínicos y sofistas le llaman "democracia".

La lógica del mercado desparramada "libremente" a la política, la religión, la educación y la cultura conforma una festiva epidemia mundial con simpáticas expresiones locales. En el caso del narco-paraíso tropical en que me encuentro, así es como se expresa el alegre y despreocupado vacío intelectual con el que esta lógica ha fecundado felizmente a sus más profundos intelectuales.



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