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La insignia
10 de mayo del 2007


El dorado del exilio (o de cómo el oro
ha terminado transformándose en purpurina)


Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
La Insignia. España, mayo del 2007.


Nicolás Sarkozy utilizó como banderín de enganche la eliminación de Mayo del 68 en una Francia que él considera demasiado benevolente y complaciente consigo misma. Creo que no le falta razón en cuanto a la complacencia, aunque también creo que es un síntoma común a casi todos los países. Por otro lado, el feliz encuentro con un libro ya antiguo de Fernando Savater, Las razones del antimilitarismo y otras razones, el cual, a pesar de los años transcurridos desde su publicación en 1988, aún mantiene su vigencia en muchos aspectos, me deparó la sorpresa del artículo "Tres lustros" que trata de la herencia del 68. Léanlo y verán cuánta diferencia entre uno y otro, porque me temo que la idea de Sarkozy es utilizar el mencionado año como señuelo y empezar con la poda de derechos individuales y sociales en línea con lo que otros han venido haciendo en latitudes cercanas.

De todos modos, hay un aspecto que no me desagradaría que eliminaran, pero que seguramente se mantendrá. Mayo del 68 dio una legión de filósofos, por así llamarlos, que iniciaron su carrera en las filas de la izquierda radical y que con el tiempo fueron variando para caer en la palabrería hueca llena de pretensiones que es la posmodernidad. Se caracterizan, en especial los filósofos menores, por una extraordinaria capacidad para ser imprecisos, para retorcer el concepto y la definición, para, en definitiva, eludir el rigor intelectual propio de una actividad como la suya. Bien está que hayan dejado atrás el estilo plúmbeo de un Hegel o de un Kant, junto con sus pretensiones totalizadoras. Entiendo que la filosofía llegara a un punto en el que pedir una visión global del mundo fuera tarea imposible. El problema es que han caído en el vicio contrario en el que todo vale. Al igual que a Don Quijote lo mismo le valían truchas que truchuelas para la cena anterior al glorioso día en que sería ordenado caballero andante en la taberna o castillo, a estos seguidores intelectuales del 68, les vale cualquier cosa con la que puedan aparentar un radicalismo trasnochado y falso pero sobre todo acomodaticio. Los seguidores, por supuesto, pueden declararse hijos del 68 o pueden rechazarlo, incluso ignorarlo. Lo importante es la filiación intelectual, más allá de las declaraciones de cada uno.

Todo esto viene a cuento de que en menos de una semana he leído un par de artículos acerca del exilio. El último, pero qué quieren que les diga, el más interesante y por más de un tranco, es el de Fernando Savater, "Casa tomada". Después de repasar la reanudación política de unos tiempos pasados (con el grado de empeoramiento que conlleva) y de llamar a las cosas por su nombre, como cuando dice que el Gobierno ha fracasado en su "proceso de paz" (aunque jamás lo reconocerá ni este ni sus fieles escuderos), escribe lo siguiente:

"Y habrá que irse, claro. Ya no podemos hacer más. Ustedes, nuestros conciudadanos, tienen la palabra. Si refrendan electoralmente lo que hasta ahora se viene haciendo, sólo nos queda salir a la intemperie y buscar refugio dónde sea. 'Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada'."

Habrán de marcharse porque la muy clara presión de los facinerosos con sus amenazas de muerte y sus listas de personas que han de ser ajusticiadas, los obligará a ello. Habrán de buscar un cobijo político en algún partido que defienda la democracia, entendida como el sistema político en el que se respeta la vida de todos por igual, sin que puedan permitirse discriminaciones de ningún tipo. Una democracia, en suma, que se acerque al sentido del republicanismo. Partido que, hoy por hoy, no son los partidos españoles de izquierda, que miran con más benevolencia, cuando no comparten sus mismos presupuestos, a aquellos que piden la independencia del País Vasco "como sea" que a los que piden una democracia en la que los terroristas no tengan sitio político.

El otro artículo era el de Javier Ortiz, "Exilios (2)" publicado en sus diarios "Apuntes del natural". Es un buen ejemplo de lo que analizaba arriba. Uno puede coger un concepto y retorcerlo, ampliarlo semánticamente, distorsionarlo hasta que quepa en él todo o, al menos, lo que al escritor le interesa. Argumenta Ortiz que vive en el exilio, interior matiza, porque no le interesa en mundo de la política y las finanzas, y como este mundo el desagrada, pues está exiliado, ya que el mundo no se ha hecho para él, o a su imagen y semejanza. En concreto dice: "Allá por el año 2000, cuando me sentí ajeno y superado por el hábitat del poder, abandoné mis responsabilidades ejecutivas en El Mundo y elegí una especie de exilio interior; de alejamiento ambiental, aunque no físico, de ese Madrid de políticos encumbrados, de periodistas de sobremesas con muchos tenedores y de intelectuales de panza ahíta y risa vacua. Desde entonces, paso buena parte de mi tiempo en Madrid, pero me relaciono sólo con unos cuantos amigos."

Esto es un exilio, no lo olvide Ortiz, en el que nos encontramos la grandísima mayoría de las personas. Yo, sin ir más lejos, vivo exiliado desde que nací, y tengo la leve sospecha de que seguiré así hasta que me muera. Aunque pueda parecerle extraño a Ortiz, nadie me ha llamado ni a tales festines ni tampoco a mí me apetece mucho que me vayan pagando las llamadas "comidas de negocios". Si he de ser sincero no lo lamento, pues aunque nunca tendré para pagarme vinos de precios estratosféricos ni para comer todos los días en restaurantes de lujo, a cambio tengo otras recompensas, la mayor de ellas, la libre disposición de mi tiempo y el no tener que dar cuenta a señor ni a intereses espurios.

Siempre había pensado que el exilio era un alejamiento del país donde uno residía por causas políticas. Claudio Guillén, si no recuerdo mal, acuño el término de "transterrado" y habó también de exilio interior al referirse a todos aquellos españoles que no pudieron marcharse de España mientras gobernó Franco, pero decidieron no colaborar con el poder ni por activa ni por pasiva. Aunque le moleste a Ortiz, más exiliado interior fue Dionisio Ridruejo o José Bergamín, a quien cita, que él mismo. Ortiz fue exiliado durante unos años mientras Franco vivió. Una vez muerto el dictador, y él de regreso a España, el exilio se acabó. Al menos el exilio en su sentido fuerte. Que ahora esté desencantado con el rumbo de las cosas y haya preferido retirarse de parte de la vida pública no significa que esté exiliado. Para empezar nadie amenaza su vida. Pero además, colabora con la radio y la televisión públicas vascas. Cobra del Estado y, mal que le pese, eso no es lo que caracteriza a un exiliado. Quienes cobramos del Estado, nos guste o no, con reservas o con cinismo, con mala conciencia o con sentido del deber, somos personas integradas en el sistema. Si además publica en un periódico con muchísima influencia social y política, aunque sus opiniones sean discordantes, no puede en puridad decir que sea un exiliado interior.

Quede claro que nada tengo en contra de las actividades profesionales de Ortiz; nada en contra de que colabore con varios medios de comunicación ni de que vaya dando conferencias por España. Me molesta el poco rigor en la utilización de los conceptos. Cuando leí "Exilios (2)" me vino a la mente la imagen del heredero de cualquier reino que renuncia a sus derechos dinásticos por cualquier razón pero prefiere presentarlo como un sacrificio que ha tomado en el ejercicio de su responsabilidad para favorecer al pueblo.

La escritura de ese artículo me ha hecho percibir la grandísima diferencia entre los dos articulistas. No ya en cuestiones políticas, que son evidentes. A Savater lo han amenazado y la policía le ha confirmado que es uno de los objetivos de ETA, objetivo aún hoy en día, y sin embargo se niega a darse por rendido, se niega a ceder, a aceptar que es un exiliado. Ortiz, quien goza de gran predicamento entre la audiencia radical de este país y no digamos en el País Vasco, haciendo uso del más rancio radicalismo de salón, se confiesa exiliado porque el mundo no le gusta. (Al igual que a los religiosos más intransigentes tampoco les gustaba y se retiraban a sus eremitorios, para desde allí, imprecar al mundo pecador al tiempo que seguían formando parte de la organización mundial más poderosa y haciendo uso de sus privilegios, por supuesto.) Pero Ortiz no está amenazado por la banda de asesinos que hoy en día aún tiene capacidad de matar en España. Lo estuvo por los que entonces la tuvieron, y quizás algún nostálgico de aquellos tiempos negros y duros aún lo siga amenazando, pero no figura en listas negras que la policía intercepta ni tiene que llevar guardaespaldas ni lo señalan en ciertas publicaciones, como tampoco tiene grupos de reventadores de conferencias cuando va a determinadas ciudades. Pero se siente exiliado, porque el mundo no le gusta. Siempre he pensado que todos deberíamos tener un espíritu sensible ante el mundo y sus injusticias, que nada se gana siendo duro como el pedernal ante la realidad (como cuando me argumentan que si hay gente que defiende una opción política que choca frontalmente contra el respeto debido a los que piensan de distinta manera, si existen y van a seguir existiendo, lo mejor es aceptarlos dentro del sistema porque su exclusión no va a suponer su desaparición). Solo que a veces se confunde la sensibilidad con el capricho egoísta de los malcriados y la dureza del pedernal con la firmeza en las convicciones democráticas y el coraje cívico.

Soy consciente de que los que piensan que Ortiz en un gran escritor, suelen tener a Savater por un vendido al sistema. Me malicio que es la prueba del algodón, vamos, de que la postura de Savater no es equivocada. Quizás vaya siendo hora de acabar con el decrépito radicalismo trasnochado de entonces y haya que pensar en términos nuevos, o como otros dijeron, reilustrar el presente. Más que nada porque la gente va votando cada vez de manera más mayoritaria a las distintas opciones de derecha y porque algunos que se dicen de izquierda se han deslizado hacia planteamientos reaccionarios, pero esa es una historia que los lectores de La Insignia ya conocen.



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