Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
10 de marzo del 2007


Los invisibles


Luis Peraza Parga
La Insignia. México, marzo de 2007.


Los intocables, los desechables, los invisibles. Los intocables son la casta más ínfima de indios, a los que nadie ayuda; a pesar de estar abolida por la Constitución que rige la democracia más populosa del mundo, sigue más vigente que nunca. Los desechables es el término que se utiliza en Colombia para referirse a los pobres sin techo, cuyo barrio más emblemático de Bogotá fue arrasado pocos años atrás y donde ahora se ha asentado la potente clase media bogotana. Los invisibles son los que sobreviven día a día en medio de una miseria imposible, sin acceso a los servicios públicos de agua, electricidad, salud, educación y justicia; sin nadie que los proteja, sin conocer que existen instancias donde reclamar sus derechos, en definitiva, existiendo sin existir.

Muchos ni siquiera tienen identidad, no existe registro de su nacimiento ni documento que los acredite como ciudadanos. Son sin papeles en su propio país. Más de la mitad de los nacimientos en el mundo en desarrollo carecen de registro y otros muchos tardan más de un año en formalizarse. Sin acta de nacimiento no eres nadie, no tienes derecho a nada, eres invisible. Existen iniciativas regionales para que se alcance en los próximos años un registro de nacimientos obligatorio, universal, permanente, continuo y gratuito.

Incluso en países tan desarrollados como Noruega se producen casos de discriminación grave. Durante la segunda guerra mundial nacieron unos doce mil noruegos de padre alemán. Muchos fueron despojados de sus nombres originales y de su identidad, acosados y maltratados, y creen que la situación continúa porque todavía se valora negativamente su origen.

Ahora Javier Bardem, el actor español mejor pagado, ha producido una película en la que narra cinco historias de cinco conflictos que, como no salen en televisión, no existen. No son conflictos llamativos pero son sangrantes. Sangran todos los días, silenciosamente. Todos deberíamos ir a ver esa película, aunque sólo sea por solidaridad cinematográfica. Y ojalá que el cine se aproveche como instrumento de reivindicación de realidades mucho más cercanas de lo que, lamentablemente, queremos reconocer.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto