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22 de marzo del 2007 |
La batalla de Guadalajara (II)
Vicente Rojo
El día 11 se perdió Trijueque, sobre la carretera general, en una nueva embestida enemiga, mientras otra columna que partía de Brihuega trataba de progresar hacia Torija; pero, por fortuna, ya tenía el Mando en sus manos el frente y se combatía con singular ímpetu: todo el mundo se excedía en el cumplimiento del deber, aunque las unidades no sólo estaban agotadas por anteriores esfuerzos, de los que habían quedado algunas con la mitad de sus efectivos normales, sino por el frío intensísimo de aquellos días y las lluvias que había que soportar sin poder guarecerse.
No obstante, ese mal tiempo venía en nuestra ayuda, pues impidió el libre empleo de los carros adversarios y limitó considerablemente la actuación de sus aviones. Los nuestros, desde aeródromos que no estaban afectados por las lluvias, se superaban atacando incesantemente al enemigo, sobre todo sus columnas de transportes, adelantadas audazmente para dar el salto hasta Guadalajara (...). Era inocente pensar que la maniobra enemiga había fracasado. Sólo habíamos logrado una parada momentánea de su progresión, y no dudamos de que se avecinaba otro esfuerzo más potente; sin embargo, la acumulación que se iba logrando de tropas y medios, que seguían acudiendo desde la retaguardia, y el entusiasmo con que el combatiente afrontaba la lucha, nos hacían confiar en el triunfo. Había una manifiesta voluntad de vencer, que no estaba en las proclamas, sino en los corazones, y desde el combatiente que, en medio de la nieve, luchaba en la línea de contacto, hasta el trabajador que en la retaguardia ya había empezado a erizar el terreno con obras y obstáculos, laborando incansablemente día y noche, todos cooperaban febrilmente en busca de la victoria. (...) La aviación nos informaba con rapidez y oportunidad. Dedujimos de sus informes que la ruptura había sido obra del Cuerpo Italiano, maniobrando en tres escalones de los cuales el primero lo integraban fuerzas superiores a una División. La División más potente, motomecanizada, seguía detrás explotando la ruptura. Las restantes fuerzas completaban el dispositivo para darle seguridad y consolidar el resultado de la maniobra. (...) Y tal vez podrían haberlo logrado fácilmente, porque la desproporción inicial con respecto a nuestra División 12, a cuya tercera parte de fuerzas arrollaría la totalidad del Cuerpo Italiano -en lucha de 10 contra 1 durante las primeras jornadas- era, como se ve, abrumadora; sin embargo, los italianos prefirieron actuar escandalosa y confiadamente, tal vez con desprecio del rival. (...) Fiado en su superioridad o influido tal vez por la despreciativa propaganda que de nuestro soldado-miliciano hacía el adversario, se permitió incurrir en errores de bulto, tales como dejar al descubierto, en plena carretera, sus profundas columnas de transportes, los emplazamientos de reservas y su artillería. A los tres órganos les quedaría mal recuerdo de ese error. Brihuega había caído en su poder; pero Brihuega no era un buen punto de apoyo sino un magnífico nudo de caminos, sumergido en una hoyada dominada desde todas direcciones. (...) Nuestros contraataques en tierra y en el aire ya no se interrumpieron. Las jornadas del 12 y del 13 constituyeron un rotundo éxito para nuestra aviación, que pudo machacar el despliegue motorizado del adversario y provocar en sus tropas algunos fenómenos de pánico. Era una verdadera sorpresa lo que les estaba sucediendo, en lugar de la triunfal entrada en Madrid como se les había prometido. (...) Trijueque volvió a pasar a nuestras manos el día 14, gracias a una enérgica reacción de nuestra División 11. También se reconquistó el Palacio de Ibarra en la zona de bosque entre Trijueque y Brihuega. Entre tanto, el Mando italiano, ateniéndose a la rutina de los reglamentos, dispuso un paso de líneas, ya fuese para relevar a las unidades que habían sufrido los efectos del pánico o para reanudar su ataque con tropas frescas y mayores efectivos. En esas condiciones le sorprendería nuestro contraataque general. La respuesta (...) La situación nos favorecía por el momento y había que aprovecharla; al efecto se montó aquella acción para los días 17 o 18, con el propósito de batir las fuerzas sobre los dos ejes de penetración y envolver a las que se hallaban en el hoyo de Brihuega. Hasta el momento de llevarlo a cabo la aviación mantendría un intenso hostigamiento. (...) Cuando los medios se consideraron suficientes, nos encontramos en un día muy lluvioso, los campos eran barrizales y el tiempo muy frío. Las tropas distaban mucho de estar frescas (...) pero ya estaba montado el Sistema de Fuerzas; se habían dado las órdenes a las columnas, a la artillería y a las reservas; estaban precisadas las direcciones del esfuerzo, bien conocidas por los jefes que ya se habían batido en ellas; estaban preparados los carros; en disposición de alerta las unidades del aire y, en fin, definidos todos los objetivos con claridad. (...) Aproximadamente a las 15 horas y bajo una lluvia, por fortuna menos intensa que durante la mañana, nuestras unidades de infantería y carros, explotando las mayores posibilidades de la zona de bosque bajo entre Brihuega y Trijueque, se lanzaron resueltamente al ataque, muy bien apoyadas por la artillería. La aviación no pudo actuar en ese primer momento de la acción, y tal vez esto contribuyó a que el adversario no atribuyese a nuestro ataque toda su importancia; lo haría poco después y con gran eficacia. La sorpresa del enemigo fue total en todo el frente. Toda la zona de maniobras vibraba bajo el imperio de nuestro fuego (...). Pero la lucha acusaba fuertemente las dificultades previstas: los carros sólo podían actuar en pequeños espacios, por estar el suelo enfangado; las baterías tampoco podían modificar sus asentamientos, como requería el ataque, que progresaba a lo largo de todo el frente, y algunas se veían obligadas a suspender sus tiros porque la infantería había rebasado insospechadamente el alcance de las piezas (...). En el ala derecha, las fuerzas que actuaban sobre Brihuega, en una audaz maniobra de la División 14, habían copado a la División Coppi en su mayor parte (...) En nuestra ala izquierda, la masa artillera y los carros hicieron gravitar su esfuerzo sobre el flanco y la retaguardia de la División Littorio, que se apoyaba en el eje principal de la maniobra italiana y, pese a la resistencia que intentó oponer, ciertamente muy enérgica, alentada por su propio jefe el general Bergonzoli, fue sangrientamente batida y se vio, como la de Coppi en Brihuega, forzada a retirarse al anochecer (...). Al puesto de mando comenzaron a llegar esa noche las noticias concretas que daban idea de la magnitud del triunfo: se habían conquistado las posiciones enemigas, tanques, artillería, materiales y numerosos prisioneros; los demás, proseguían su desordenada retirada. Se dio orden de perseguirlos sin descanso. Las unidades continuaron su avance con precaución, de noche, sin encontrar más que los residuos de una huida precipitada: posiciones abandonadas, materiales, armas y algunos hombres perdidos. Se siguió avanzando durante las jornadas siguientes sin que se produjesen reacciones de las reservas enemigas, hasta que, extenuadas nuestras tropas y desorganizadas las unidades por la persecución (...) las líneas volvieron a estabilizarse al sur de Almadrones, algo más allá de las que ocupábamos al iniciarse la ofensiva italiana. Carecíamos de reservas para relevar a aquellas tropas, pues todas habían sido empeñadas en el contraataque general. ¿Error? Cierto, cuando se lucha con el reglamento en la mano; porque una nueva acometida con tropas frescas tal vez habría sido imposible de contener. Por ello, urgentemente, las jornadas siguientes hubieron de invertirse en reorganizar nuestras fuerzas y fortificar la nueva línea para afrontar lo que pudiera sobrevenir (...) Por fortuna, nada sucedió. Interpretación (...) Sin pasión ni sectarismo alguno, piensa quien esto escribe que el hecho de derrotar en campo abierto a la masa de tropas mayor y mejor equipada (más de 75.000 hombres, de ellos 60.000 italianos) con toda clase de armas y materiales, que se había lanzado a la batalla en los cuatro meses de desarrollo que ya tenía la de Madrid (y en todo el curso de la guerra, hasta entonces 8 meses), no era cosa sin importancia. Lo prueba la conducta de Musolini, quien hallándose durante aquel suceso de paseo por el Mediterráneo (...) suspendió la gira, regresó a Italia y, encolerizado, decidió intensificar la ayuda a nuestros adversarios. (...) La derrota tenía un significado histórico porque, por primera vez, eran vencidas las "invencibles" legiones musolinianas, cuyos triunfos sobre el desdichado pueblo etíope tanto había exaltado la propaganda fascista. Guadalajara representa para la historia militar de Italia lo mismo que para Francia representó la batalla de Bailén. Aunque Napoleón y Musolini no admiten parangón, sí puede hacerse el de Dupont con Bergonzoli; los dos eran valientes y torpes. En cuanto a la tropa, los "milicianos" que habían triunfado en la meseta de la Alcarria eran tan españoles como los que se batieron en Bailén, y también fueron ayudados como en Bailén por algunas unidades de voluntarios extranjeros. (...) Internacionalmente, la batalla de Guadalajara tuvo repercusiones negativas para nuestro Gobierno por la reacción que suscitó contra la República. Nacionalmente, en el orden humano, produjo efectos beneficiosos. Estratégicamente condujo a la decisión [fascista] de abandonar el plan de conquistar la capital de España, llevando la lucha armada a otros teatros donde pudiera hacerse patente la superioridad material. Para nuestro Ejército, las batallas de Jarama y Guadalajara constituían dos victorias tácticas que, ligadas a las de Madrid, representaban en conjunto un triunfo estratégico y un triunfo moral (...) La voluntad del pueblo español y su calidad combatiente se imponía en Madrid a las fuerzas moras y legionarias, en las que se encuadraban portugueses, irlandeses, alemanes, rumanos e italianos (en el Jarama, esos mismos y la Legión Cóndor alemana; y en Guadalajara, esos mismos y el Cuerpo Italiano). Con todo derecho podíamos estimar aquellos cinco meses de lucha incesante como un airón de gloria en la historia militar de nuestro pueblo. |
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