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4 de marzo del 2007 |
Marcos Winocur
Para una fiesta en salón de baile, donde la música está puesta a todo volumen, he llegado a establecer un récord de permanencia de 36 m. 40 s. Para una reunión de cuates en casa de familia, 11 m. 54 s. Para unas pláticas mano a mano con un amigo, chelas de por medio, 17 m. 11 s. Ya en la frutería, mientras elijo el mango y la sandía, la papaya y la uva, conversando con los parroquianos sobre el tiempo y las enfermedades, 11 m. 3 s.
Pero todos los récords caen y el efecto es instantáneo cuando se trata de mí mismo: tan pronto me miro al espejo, me engento. |
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