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La insignia
7 de junio de 2007


El príncipe idiota


Miguel de Loyola
La Insignia. Chile, junio del 2007.


En uno de los carros de tercera clase del tren proveniente de Varsovia con destino a San Petersburgo, viaja el protagonista de la historia, el príncipe ruso León Nicolaievitch Muichkine. Viene de Suiza, de un sanatorio donde ha pasado recluido los últimos cuatro años, preso de una "afección nerviosa caracterizada por estremecimientos y convulsiones, algo así como la epilepsia o el baile de San Vito."

El personaje en cuestión entabla un diálogo con quien viaja en el mismo compartimiento y alumbrará el camino que tomará el relato en adelante. Se trata de Parfenio Rogojine quien también regresa a San Petersburgo después de un mes de estadía forzosa en Faskof. Al diálogo sostenido por ambos personajes de edad y apariencia semejante, concurre un tercero, que sabe todo acerca de la vida de las personas de San Petersburgo a las que aluden los jóvenes en su amistosa conversación.

Rogojine, que en adelante será uno de los principales personajes segundarios de la obra, regresa en ese momento a San Petersburgo con motivo de la muerte de su padre, acaecida pocos días atrás. El "hombre de la nariz empavonada" que ha terciado en la conversación está al tanto del hecho, y asegura que el muerto en cuestión ha dejado una fortuna considerable, ascendente a los dos millones y medio de rublos. Ragojine, que viaja en iguales condiciones de pobreza que el príncipe Muichkine, se excita ante tales afirmaciones, dado que su difunto padre siempre lo hizo llevar una vida miserable. Y al exponer las causas principales por las cuales había huido de la casa paterna, Ledebef -que así se llama el hombre de la nariz empavonada- resulta que también conoce Anastasia Filippovna, mujer en torno a la cual girará la vida de los personajes y de la novela misma, y de la cual Ragojine está enloquecidamente enamorado. Aunque es de conocimiento público que es la amante de Atanasio Ivanivich Totzky, rentista opulento y miembro de sociedades financieras.

Una vez en San Petersburgo los personajes se separan. Muichkine se presenta en la casa del general Epantchine, esposo de la última pariente que le queda al desafortunado príncipe que ha llegado a San Petersburgo sin un rublo en el bolsillo, y con un lío de ropa como único equipaje. A través del general, el príncipe conseguirá alojamiento y la relación con el mundo que circunda la vida de Anastasia Fillipona, de quien después de conocerla, se enamorará también perdidamente de ella.

Ahora bien, Dostoievski, nos pone al corriente de la cuestión principal en las primeras páginas de su relato mediante el recurso del diálogo. Dejando hablar libremente a sus personajes como si de teatro se tratara, introduciéndolos apenas con breves párrafos referidos al lugar, al tiempo, y a las circunstancias. Este recurso poco usado en la literatura en general de la época, constituye una de las características fundamentales de la literatura rusa. En las novelas de Dostoievski, los personajes hablan hasta por los codos, contándose unos a otros toda clase de peripecias. La viveza de los diálogos entre los personajes nos hacen pensar en la facilidad de expresión del pueblo ruso, asunto que se contradice todavía hoy con la idea que nos ha metido en la cabeza el imperialismo de occidente respecto a una supuesta parquedad de los países y pueblos de esa región de Europa.

En las tertulias en casa de la mentada Anastasia, los invitados se entretienen contando anécdotas de su vida. Y lo mismo ocurre en innumerables obras del eximio novelista ruso.

De estos diálagos surge la anécdota, el tema y el asunto. Así nos enteramos de la herencia que recibe el príncipe, del rechazo de Anastasia a casarse con Gabriel Ardalionovich (Gania), del dinero que ofrece Ragojine por el amor de Anastasia, por el fallido casamiento del príncipe con ella. En fin, de todos los acontecimientos de la novela. Salvo, y aquí viene la excepción y acaso la parte fundamental del libro, la descripción que hace el narrador de la enfermedad que afecta al príncipe y que el lector -con la debida competencia literaria- no puede dejar de asociar con la vida del propio Dostoienvski quien -sabemos-, cargó una cruz semejante a los estados epilépticos que afectan al protagonista.

Esta penetración en el alma misma del personaje es otra de las características que destacan en la literatura rusa. Son ellos, los escritores rusos, los que abren las puertas del alma y de la psicología moderna. "El príncipe conocía que se hallaba en un estado anormal, análogo al que en otro tiempo precedía a sus ataques epilépticos. Sabía que durante este período precursor del acceso, estaba atrozmente distraído y que a menudo confundía las cosas y las personas, si no se fijaba en ellas con un esfuerzo supremo de especial atención."

La descripción detallada del estado anímico del personaje, no puede ser más precisa. Dostoievski, junto a sus contemporáneos también rusos, penetran hasta el fondo en una problemática que escapa al discurrir de la literatura de aquel entonces.

"En medio del abatimiento, del marasmo mental y de la ansiedad que experimentaba el enfermo, había momentos en que su cerebro se inflamaba de golpe, en que, por decir así, todas sus fuerzas vitales alcanzaban repentinamente un grado prodigioso de intensidad (...) La sensación de la vida, de la existencia consciente, se duplicaba en aquellos instantes tan rápidos como el relámpago (...) Una luz extraordinaria iluminaba su mente y su corazón; calmábanse todas sus agitaciones, disipábanse todas sus dudas y sus perplejidades, resolviéndose en una armonía superior, en una tranquilidad serena y alegre, perfectamente razonable y motivada (...) Pero estos momentos radiantes no eran más que el preludio del segundo final, al que sucedía inmediatamente el acceso."

La claridad de la pluma de Dostoievski para explicar y detallar las particularidades de la enfermedad que afecta al protagonista, no puede ser más lúcida, alcanzado la precisión de la psiquiatría, en una época todavía lejana a los avances en aquel difícil campo.

La novela avanza hasta la tragedia que pondrá al delirante Rogojine en manos de la justicia, acusado de homicidio tras la muerte de Anastasia, y posteriormente condenado a quince años de trabajos forzados en Siberia. Desenlace que nos recuerda Crimen y Castigo. A su vez, el príncipe León Nikolaievitch volverá a la clínica del doctor Schneider en Suiza, de donde había salido curado pocos meses antes rumbo a San Petersburgo.

El contrapunto establecido por Dostoievski entre estos dos personajes, acaso sea la clave para comprender el mensaje dejado por el autor: la diferencia sustancial entre un efermo de epilepsia (el príncipe) con un ser que ha perdido enteramente el juicio y es capaz de cometer un asesinato (Ragojine). Ambas afecciones cerebrales que a la gente del siglo XIX les resultaba, en general, imposible separar. Y es posible que el propio Dostoievski, consciente o inconscientemente, se sintiera afectado a causa de ello. El título de la novela y del protagonista, resulta, en ese sentido, sintomático.



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