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La insignia
30 de julio del 2007


El callejón de los milagros, de Naguib Mahfuz


Miguel de Loyola
La Insignia. Chile, julio del 2007.


En El callejón de los milagros (1947), la pluma del escritor de origen egipcio Naguib Mahfuz, Premio Nóbel 1988, nos pone en contacto con un segmento social de la ciudad del Cairo, concretamente con el callejón (barrio) de Midak, y con un café ubicado en el mismo sitio que sirve de punto de encuentro para los hombres de aquel apartado sector de la ciudad.

La manera de presentar a los personajes asiduos al café y la misma impresión de vida que reina en el interior del Café de Kirsha, recuerda a la novela La colmena (1951), del español Camilo José Cela, también Premio Nóbel de Literatura en 1989. Ambas obras tienen como escenario un café, del cual surge la galería de personajes de los que hablará la novela en adelante. Cabe recordar también la novela que lleva por título Café Karnak, del mismo autor egipcio, cuyo centro de gravitación es el propio café. Es posible hallar influencias de uno y otro autor en las obras mencionadas. Pero difícil será precisar quien tomó la idea de quién.

Al margen de eso, que a decir verdad tal vez poco importan al lector, me queda la impresión de que la penetración en la vida y en la psicología de los personajes, Mahfuz avanza hasta mostrar el desarrollo y desenlace completo de sus vidas, sus nexos y contradicciones que los inducen a tomar éste o aquel camino. Tal es el caso de la hermosa Hamida, del comerciante avaro (Salim Alwan), del codicioso dentista (Bushi), del peluquero (Abbas), del dueño del café (Kirsha), del horroroso Zaita, la señora Afifi, Ibrahim Faray. etc, a quienes muestra en sus dimensiones más escabrosas, pero sin juzgar, sin cuestionar, sin imponer nada al lector, dejándolo libre para observar el mundo narrado, para que saque sus propias conclusiones.

La pluma del Nóbel egipcio en este sentido resulta ejemplar, y se corresponde con los narradores orientales en general que rara vez imponen un juicio personal acerca de lo narrado, dejando en plena libertad al lector para que su propia conciencia interprete y juzgue. El relato que nos pone al corriente de los pasos de Hamida hasta transformase en prostituta, dan cuenta de la distancia y transparencia de su pluma para mostrar y no "demostrar" una realidad sórdida que arrastra la sociedad desde los tiempos más remotos, tocando de esta manera la fibras del lector con mayor fuerza que la propia realidad denunciada por un reportaje periodístico.

El desarrollo de los acontecimientos avanza morosamente afinando la cuerda de la intriga y el suspense suficiente para que el lector no se duerma en la mitad del camino y abandone la lectura, como suele suceder con frecuencia con algunos autores de renombre de los últimos tiempos. En ese sentido, y he citado a Cela a propósito, El callejón de los milagros, responde a la estructura tradicional de la novela de la que habla Cela a través de uno de sus personajes en La colmena, cuando define como pasos esenciales del género novelesco: Presentación, nudo y desenlace.

En El callejón de los milagros sucede eso y mucho más. El lector logra entrever los intersticios de la conciencia que conducen al hombre a su propia perdición, pero sin perder la obra, en tanto literatura, el rasgo que la convierte en obra de ficción por sobre cualquier otra consideración. Así la narrativa de Naguib Mahfuz, inexplicablemente único Premio Nóbel del mundo árabe, responde al estereotipo de los autores premiados con el Nóbel. Muestra y describe al hombre y su miseria, quizá soñando con rescatarlo de ella.



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