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La insignia
14 de julio del 2007


La ley sobre el robo de leña


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, julio del 2007.


Quien desee leer a Karl Marx por primera vez o refrescar su lectura de antaño tiene ahora una oportunidad: Gedisa ha publicado Los debates de la Dieta Renana en su colección Dimensión Clásica. Vale 10,50 euros, o sea, unos tres cubalibres de ginebra de garrafón. A quienes sudan cuando ven un libro de más de doscientas páginas les digo que sólo tiene 125. Está, en todo caso, garantizado el sentido del humor del barbudo de Tréveris que, en ocasiones, se acerca a lo que comúnmente se llama la `malafollá granaína´, que no es otra cosa que un sofisticado e inmoderado sarcasmo. Y, por lo demás, afirmo que es de una notable actualidad en estos tiempos nuestros.

Estamos ante un Marx joven que a la sazón contaba con 24 primaveras. Vive en una Alemania (en Prusia concretamente) que empieza a tener unos considerables rasgos capitalistas, pero todavía "escasamente conmovida en sus tradicionales formas de organización política" (Víctor Rau). Nuestro barbudo trabaja en ese momento (1842) en la prestigiosa revista La Gaceta Renana. Que, como es natural, no tenía pelos en la lengua.

El libro que publicitamos tiene dos artículos (en diversas entregas): "Los debates sobre la Ley del Robo de Leña" y "Justificación de un corresponsal del Mosela", más un prólogo de Víctor Rau y un posfacio de Daniel Bensaid. La traducción (magnífica, por cierto) corre a cuenta de Juan Luis Vermal y Antonia García.

Reputados especialistas en los textos del Barbudo hablan de un "Marx joven" y de un "Marx viejo". Letraheridos hay también que, no queriendo ser menos, añaden a los dos Marx otro por añadidura, el "Marx jovencísimo". De manera que para llamar la atención, el día menos pensado propondré el "Marx tierna-infancia", pues es seguro que algo dejaría escrito, aunque habrá que esperar a encontrarlo en algún desván polvoriento y no se lo "hayan comido los ratones". Pues bien, gentes bien informadas nos dicen que estos artículos forman parte de lo que se conoce como "el joven Marx". Sea como fuere, en los dos trabajos mencionados tenemos a don Carlos, recientemente doctorado en Derecho, que nos ofrece fuertes indicaciones de lo que será su posterior literatura: un anticipo del `fetichismo de la mercancía´ y un ethos de potente rebelde con causa.

Para fomentar la intriga, nada diré de por qué Marx escribe sobre el `robo de la leña´ y de la problemática de los pequeños viñadores del Mosela, pues sería desvelar el misterio. Hay un precedente que explica esta discreción: cuando en Santa Fe, capital de la Vega de Granada, se estrenó la película "Las diabólicas" en el Cine Coliseo Fernando e Isabel (que los santaferinos iconoclastas llamábamos el Cine de Benítez, aludiendo al nombre del propietario), el mencionado Benítez -al final de la proyección -se ponía en la puerta y nos exhortaba a "no decir ná de cómo acababa aquello". ¿Vigilando, así, los ingresos en taquilla? No, de ninguna de las maneras: anticipándose a John Rawls en aquello del `velo de la ignorancia´. De manera que quien quiera peces debe mojarse el culo. O sea, leer el libro.

Sobre Karl Marx pesa también la fatídica leyenda de que es un escritor-plasta, rematadamente pesado. Hay razones poderosas que parecen explicar estos infundios que generalmente han propalado los de arriba: tanto del dinero como de las sotanas. Dicen de Voltaire que es un plasta, y sin embargo ahí está el Cándido y todas sus narraciones que tienen una agilidad cinematográfica. Pero, claro, Voltaire era temido como una vara verde por los de arriba. ¿La Divina Comedia? Otro plasta ese Dante. No menos temido por los de arriba (especialmente por capelos, mitras y sotanas) porque llamó cloaca a la Curia, y eso sin conocer a Rouco y Cañizares. Marx, de igual manera, sería otro plasta... Algo que incluso ha cuajado en amplísimos sectores de las izquierdas que han sido y (algunas) posiblemente sigan siendo, hasta tal punto que me he curado en salud y el título de este ejercicio de redacción ha sido "La ley del robo de leña", como temiendo que poner Marx provocaría el zaping del sufrido lector.

Los de arriba son lo que principalmente han organizado el gran infundio de que determinados escritores son unos plastas. No querían que el personal sobrepasara la lectura de "Las Aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín" ni ampliara sus conocimientos más allá de la regla de tres compuesta. Pero, en el caso de nuestro barbudo, han existido antiguas cofradías de clérigos laicos (no es un oxímoron) que lo han dejado ver con el rabillo del ojo zocato. Porque si el vulgo leía directamente a Marx, ¿qué iba a ser de estos maîtres à pensar? De manera que cuando el barbudo explica la mar de bien, por ejemplo, qué debe entenderse por trabajo abstracto y trabajo concreto, algunos lo enredan de tal manera que: 1) acabas sin saber si el Sol sale por Antequera o por Llavaneras, y 2) de esa manera pueden seguir ejerciendo un monitoriazgo aproximadamente no bien pagado, todo hay que decirlo.

Volviendo al robo de la leña, quiero decir al libro que estamos recomendando: la Gaceta Renana era una publicación que se dirigía al gran público. Así pues, tenga presente el hipotético lector que no acabará calentándose la cabeza. Al contrario, disfrutará de lo lindo viendo de qué manera el barbudo vapulea a los diputados de la Dieta renana (o sea, algo así como el Parlamento) poniendo al descubierto las sofisterías de la mayoría de los oradores. De donde se explica que ciertas cosas actuales hunden sus raíces en los más añejos tiempos.

En resumidas cuentas, este libro se puede leer tranquilamente, incluso teniendo como telón de fondo la última copla de Georgie Dann que, según indica, hace sus necesidades más perentorias en el chiringuito y en la barbacoa. También su lectura es compatible si vas en el tren, incluso si estás al lado de quien juega compulsivamente con esos chirimbolos de videojuegos --exhibiendo al aire la pelambrera de sus negros sobacos al descubierto-- que podrían dar a entender "el dominio de la cosa sobre la vida humana".

Cambio de tercio: Que finalmente la dirección de Comisiones Obreras haya decidido hacerle a Marcelino Camacho un homenaje me parece de lo más acertado.



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