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2 de julio del 2007 |
Darío Fo
Transcripción para La Insignia: E.G.
No es cierto que no se pueda leer la reacción del público en el teatro dramático; está, ante todo, el silencio, y cada susurro o roce indica si actúas de forma correcta o equivocada.
En el teatro hay espías, como el crujir de las butacas y las pisadas de la gente que se harta y se va. Los malintencionados aseguran que moquetas y terciopelos se introdujeron precisamente para evitar a los actores la humillación de percibir que aburren al público. Otra señal es la tos. No os figuráis lo que significa la tos... es peor que los silbidos y los pataleos. Cuando los espectadores empiezan a toser, puedes cortar por lo sano y dejar de actuar. Hay gente que nunca se acatarra, y cuando viene al teatro empieza a toser, carraspea e incluso escupe. Luego están los caramelos. Porque de costumbre, cuando uno se aburre, empieza a rebuscar en el bolsillo o en el bolso y todos encuentran el caramelo de 1932 que sacan y desenvuelven crujiendo: cric, cric, cric, produciendo tal estrépito que jurarías que el caramelo está envuelto en chapa. |
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