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14 de febrero del 2007 |
Crecimiento excluyente (III)
Pierre Salama (*)
Si hacemos excepción de los años de crisis y nos referimos a aquellos donde el crecimiento domina en los años noventa, observamos una elasticidad de empleo en relación al PIB relativamente débil: 0,48. Del punto de crecimiento suplementario del PIB surgía poca creación neta de empleo (un poco menos de la mitad), pues las técnicas de producción eran cada vez más neoliberales. El empleo debería haber crecido a un ritmo moderado a partir de la recuperación económica; pero no es lo que se observa, pues la elasticidad del empleo en relación al PIB aumentó: del segundo trimestre del 2002 al cuarto trimestre del 2004, ha sido en promedio del 0,95, mientras que el PIB aumentaba de 24,1 % en el periodo y el empleo total (incluidos los procedentes del establecimiento de planes "jefes") experimentaba una subida casi equivalente (22,9%). El empleo industrial vivió un fuerte crecimiento, pero dicho crecimiento tiende a debilitarse desde fines de 2005. La tasa de desempleo en las ciudades pasa de más del 23% en la mitad del 2002 a 9,7% a finales del 2005, y la tasa de subempleo retrocede igualmente, pasando de 14,8% en el primer trimestre del 2004 a 11,3% a finales del 2005. Son descensos relativamente fuertes, y eso a pesar de la relevante subida de la tasa de empleo, que pasa -por ejemplo- del 39,9% en el primer trimestre del 2004 a 41,3% a fines del 2005. La tase de empleo es más significativa si no se incluye el programa "jefe": en las mismas fechas se eleva del 36, 4% al 39,9%, es decir, más que la tasa de empleo total.
Las causas de esta evolución son sencillas: se sabe que, en general, para una tasa de utilización de las capacidades de producción dada, el crecimiento del empleo (la demanda de trabajo de las empresas) depende de la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo (variable que juega negativamente) y de la tasa de crecimiento de la formación bruta de capital fijo (variable que juega positivamente) (10). Es esto lo que explica que el crecimiento del empleo haya sido moderado en la década de 1990 durante los periodos de crecimiento, ya que las tasas de formación bruta aumentaron, pero paralelamente al crecimiento de la productividad del trabajo. El crecimiento del PIB era poco creador de empleo por estas dos razones: 1. Las empresas optaban por combinaciones productivas cada vez más intensivas en capital, a fin de aumentar fuertemente la productividad del trabajo y resistir así la competencia internacional que se volvió más difícil por la liberalización del comercio exterior (descenso muy fuerte de los impuestos de importación y reducción sustancial de las subvenciones) y por la fuerte apreciación del tipo de cambio real (y por el encarecimiento del costo del trabajo en dólares); 2. la tasa de formación bruta de capital fijo aumentaba ciertamente, pero de manera insuficiente para permitir una fuerte alza del empleo. Con la recuperación del 2002, una de las condiciones de esta ecuación cambia, como ya hemos visto: el crecimiento de la productividad del trabajo no proviene tanto de la utilización de equipamiento cada vez más moderno, incorporando el progreso técnico más reciente, sino de la utilización de las capacidades de producción ociosas. Por lo tanto, para una tasa de crecimiento nulo de la inversión, la mayor utilización de los equipamientos existentes producto de los empleos. Ahora bien, la tasa de inversión también aumentó: sus efectos positivos sobre el empleo se agregan a los procedentes de la utilización más completa de las capacidades de producción. Por otra parte, la intensificación del capital es puesta entre paréntesis: la intensa devaluación, el descenso del precio del trabajo (a raíz de la crisis, pero también del empleo de trabajadores sin protección, informales, menos remunerados), tornan nuevamente competitivos sectores en vías de desaparición como el textil y la pequeña industria mecánica. Se asiste a una nueva fase de sustitución de importaciones, en sectores poco intensivos en capital, utilizando mucha mano de obra, y el empleo crece fuertemente. A estos sectores "resucitados", se añade el crecimiento del empleo en los sectores de la construcción (particularmente elevado en el año 2005: 35%), de material del transporte cuyas capacidades de producción utilizadas habían caído fuertemente, la hostelería y restaurantes (16% en el 2005) que se benefician, a la vez, de la recuperación del poder adquisitivo y del alza del turismo proveniente de un tipo de cambio particularmente atractivo. En total, del segundo semestre del 2001 al primer semestre del 2006, el aumento del empleo, público y privado, formal o informal (no declarado) fue de 2.748.000 trabajadores (un poco menos si se restan los 259.000 provenientes de los planes "jefes") y el desempleo disminuyó a un 1.686.000 personas. En el año 2005, de 100 empleos creados en el sector privado, 15,6 lo fueron en la industria, 21,7 en la construcción, 24,9 en los servicios a las empresas, y 34 en los servicios a las personas. Se puede así notar una fuerte orientación hacia los servicios y una progresión relativamente débil de los empleos en la industria, cuestión sobre la cual volveremos. Contrariamente a lo que se observa desde 2001, la creación de empleos informales se vuelve menos importante en el 2005, lo que no es el caso de los años 2003 y 2004. Mientras que se puede considerar que de mayo del 2001 al tercer trimestre del 2005, sobre un empleo por dos empleos creados, un poco menos de uno era en "blanco" (formal), y un poco más de uno en "negro" (informal) (11), en el año 2005 el 68,5% de los trabajadores son "registrados", 9,1% son asalariados y abiertamente informales, el 12,8% son trabajadores domésticos y 22,2% son trabajadores "por cuenta propia" no asalariados por definición. La parte de los trabajadores "registrados" aumenta. Signo de una mejora de la situación de conjunto; por primera vez desde la recuperación, el porcentaje de trabajadores "por cuenta propia" que no disponen de capital, "los informales de lo informal", disminuye ligeramente. Es ahí, en efecto, donde se concentra la pobreza extrema. La mayoría de los trabajadores no tiene acceso a la seguridad social. Situación diferente de la vivida entre la década de 1959 y 1980, es, de alguna manera, un concentrado de la herencia de los años de Menem, de la Rua, de la crisis y, en menor medida, del crecimiento de los empleos desde el 2002. Cuando se compara el estatus del conjunto de los trabajadores, entre el primer semestre del 2003 y el cuarto trimestre del 2004, se observa una disminución del porcentaje de trabajadores "registrados" (formales) que pasa de 41,3 a 40,1%, el de los "no registrados" se eleva de 30,4 a 32,6 %, el de los trabajadores por cuenta propia disminuye ligeramente (22,5% y 21,3%) así como el de los trabajadores familiares (2,1 a 1,6%), el de los empresarios aumenta ligeramente (3,7% a 4,4%). En total, el del conjunto de informales, comprendido en sentido amplio, es más importante que el de los trabajadores registrados y cotizantes y aumenta a lo largo de todo este periodo. Cuando se considera los diferentes sectores, se observa que tres cuartos de los nuevos empleos creados en 2005 en el sector de los servicios destinados a empresas son empleos "registrados", lo que no es el caso de los empleos en los servicios ligados a personas donde menos de 60% está registrado, en la industria donde un poco más de la mitad lo está, en la construcción, en fin, donde más de un tercio lo es (12). Para concluir este punto, es innegable que el fuerte aumento del empleo ha contribuido a disminuir la pobreza, pero suponiendo que la tasa de crecimiento se mantenga a estos niveles muy elevados -lo que es improbable-, es previsible que el crecimiento del empleo se ralentice, por dos motivos: 1. Hay cada vez menos capacidades de producción ociosas y, salvo en raros sectores, el crecimiento de la tasa de inversión al mismo ritmo del 2005 no está asegurado. 2. Los nuevos empleos se crearán principalmente en sectores con una intensidad de capital más elevada, tanto en los servicios como en la industria. De este conjunto de evoluciones resultará una disminución de la elasticidad del empleo. Esto teniendo en cuenta que se podría crear una cantidad suficiente de empleo si el gobierno emprendiera una política de grandes obras públicas a la altura de las necesidades y si paralelamente invirtiese más en la salud, dejada de lado estos últimos decenios, en la educación, etc. Es lo que veremos en la segunda parte.
Notas
(10) De hecho, la relación es un poco más compleja y depende también del lugar en que se desarrolla principalmente el progreso técnico: bienes de consumo o bienes de producción. Para mayores detalles ver P. Salama y Tran haï Hac: Introduction à l'économie de Marx, ed. La Découverte, Paris 1992. |
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