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8 de agosto del 2007

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Cultura

¿Lloran los abejorros?


Rocío Silva Santisteban
La Insignia. Perú, agosto del 2007.

 

Hace mucho tiempo, Hilda Prieto, quien trabaja conmigo desde hace 15 años, me comentó que en su tierra de niña jugaba al helicóptero con un wayronco: los niños le amarraban una pita y no lo dejaban escapar. Ellos pensaban que el ruido que hacía el abejorro tratando de liberarse de las amarras era como las aspas del artefacto batiendo el aire. Hilda, en la madurez, reflexionaba: "qué malos fuimos, quizás el wayronco también se ponía a llorar y nunca lo escuchamos". Todos hemos sido crueles de niños, le respondía a Hilda, tratando a su vez de imaginarme las lágrimas de un abejorro: negras y gruesas y poderosas como una gota de aguacero. ¿Cómo hacer para escuchar el llanto del wayronco? ¿cómo hacer para ver esas lágrimas que se pierden en el aire?

Un par de locos sueltos, Jorge Meyer y Xavier Urios, de esos que se empecinan en una idea con poco dinero, han logrado atrapar las lágrimas del abejorro andino en un documental. En realidad, el título responde a una imagen de Mama Angélica, o Angélica Mendoza de Ascarza, presidenta de ANFASEP, y conocida defensora ayacuchana de los derechos humanos, que en su recorrido buscando justicia por su hijo desaparecido decía: "caminamos de un lado a otro como wayroncos". Y como sabemos todos los peruanos, las lágrimas fueron algunas veces la sola compañía de las madres de los desaparecidos. Hoy, 2 de agosto, Meyer y Urios han estrenado Lágrimas de Wayronco en el Festival de Cine de Lima.

El documental, que tiene una duración de 100 minutos aproximadamente, es la historia de un recorrido por diferentes pueblos que fueron diezmados por el conflicto interno: zonas como Chungui, en la famosa comarca denominada "oreja de perro" que fue uno de los pocos lugares "liberados" por Sendero Luminoso durante la década del 80. O también entrevistas a la grupos de ashaninkas que, a su vez, tuvieron que huir durante muchos años dentro de la selva virgen para evitar ser "cazados" por uno de los bandos levantados en armas.

El documental a su vez registra las diferentes entrevistas que hace uno de los más interesantes retablistas ayacuchanos, Edilberto Jiménez, hijo del reconocido Florentino Jiménez, quien ha recogido las historias de terror de esos años en impactantes dibujos. Edilberto es un artesano vanguardista que prefiere poner en sus retablos escenas de la historia del Perú de los últimos años denunciando, a su vez, la cobardía y el exterminio. Además Edilberto acompaña como traductor a Jorge Meyer en su recorrido por el campo ayacuchano y nos pone en contacto con los detalles de las historias de los afectados por la violencia, acercándonos a las sensaciones casi inenarrables que las frías cifras a veces disimulan. Esos detalles de las historias que cuentan los campesinos frente a la cámara, a veces nos conmueven y dejan perplejos, como la de aquella fosa clandestina en la cual encuentran los huesos de un niño de dos años. Jiménez ha recogido todo este terror de sus paisanos en dibujos impactantes, que le sirven al documental para reemplazar las imágenes que nunca veremos: juicios populares, incursiones de los senderistas pero también de las fuerzas armadas, violaciones de mujeres, asesinatos, genocidios.

Por eso mismo, porque la fuerza del documental consiste en evitar la voz en off de un narrador y permitir que sean los propios protagonistas de la guerra los que hablen, es que las primeras escenas de "recreaciones" de juicios populares, en las que vemos a supuestos senderistas enmascarados, quedan fuera de lugar. Y no aportan a la verosimilitud del mismo.

El impacto del documental también reside en las entrevistas: escuchamos a los afectados, pero también a dirigentes de Sendero Luminoso en las cárceles, tanto de PROSEGUIR como del grupo del Acuerdo de Paz -y entendemos las grandes diferencias- así como a Alberto Gálvez Olaechea y a Walter Palacios, quien estuvo mucho tiempo en la cárcel y luego fue liberado como inocente. A su vez, escuchamos a Salomón Lerner, a Javier Diez Canseco, a Pilar Coll, a Sofía Macher y también a Rafael Rey, que en contraste con los anteriores, defiende argumentos indefendibles, como que todo asesinato es repudiable pero hay algunos más repudiables que otros, o como que la amnistía a los militares se dio pensando en el futuro de la patria.

El documental recoge todas las voces en conflicto, presentándonos una visión bastante nítida de lo que vivimos. Junto con otros pocos trabajos como el libro de Narda Henríquez, se trata de un producto que emana de la lectura del Informe Final de la CVR, una fuente inagotable de elementos para, disintiendo o no, entender nuestra historia y a nosotros mismos.

 

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