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La insignia
4 de agosto del 2007


De amores


Mario Roberto Morales
La Insignia. México, agosto del 2007.


En un libro de los años sesenta, Corriente alterna, Octavio Paz dice, hablando de La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, que "El amor es un sentimiento que sólo puede nacer ante un ser libre, que puede darnos o retirarnos su presencia". También dice que "el amor no es la libertad sexual sino la libertad pasional: no el derecho a ejercer una función fisiológica sino la libre elección de un vértigo".

Aunque los dos juicios se refieren a la tradicional condición cosificada de la mujer, ya sea porque ésta haya sido vilipendiada como portadora "esencial" del pecado o idolatrada como encarnación del placer masculino, Paz apunta más bien hacia el rasgo moderno que ve en la poesía de Cernuda, y también en la ya lejana de Catulo y Propercio, y que consiste en la convicción de que "el amor no es una plenitud sino una carencia, un ardor sombrío, rabioso y reflexivo", especialmente en una época en la que la asumida libertad de los individuos delinea al amor más como una compartimiento que como una entrega.

Pero a pesar de la modernidad que Paz ve en la concepción del amor que aparece en los citados poetas romanos y en Cernuda, la inercia patriarcal ha hecho a hombres y mujeres aferrarse a la sujeción mutuamente dependiente como eje del amor, y a los celos y las posesividades como pruebas de lealtad y fidelidad, hundiendo así a este sentimiento en la cara oscura de esa modernidad que ha sido tan voceada como la cúspide del progreso humano: la soledad neurótica y psicótica que, lejos de asumir la libertad amorosa, lo que hace es glorificar dos de los mecanismos más nefastos y a la vez más efectivos que el cristianismo ideó para poner en práctica el control poblacional y territorial mediante el control mental y emocional de sus feligresías: la culpa como motor de la "virtud" y la monogamia como antídoto contra la culpa.

El amor libre es "una carencia" cuando logramos comprenderlo y aceptarlo como una decisión hecha en la más rotunda de las soledades compartidas; es "un ardor sombrío, rabioso y reflexivo" cuando nos confronta con nuestra cómoda dependencia respecto de la sujeción y nos empuja a ser nosotros mismos sin ataduras ni apoyos artificiales. El amor libre es amar la libertad de la persona amada así como amamos la nuestra. Es amar como amó Safo y como amaba Don Juan, el de Tirso, no el de Zorrilla, pues éste sucumbió al chantaje moralista y renunció temerosamente a su libertad.

Paz se pregunta si los jóvenes de su tiempo son capaces de leer a Cernuda como él y sus contemporáneos lo hacen, es decir, como "un espíritu que se conoce a sí mismo y se afronta, (como) el rigor de una pasión lúcida, una libertad que es simultáneamente rebelión contra el mundo y aceptación de su fatalidad personal". En otras palabras, si son capaces de reconocer la libertad cuanto la tienen enfrente y, sobre todo, si se atreven a asumirla con toda la responsabilidad que la implacable confrontación con uno mismo implica. Lo que, traído a nuestros tiempos, equivaldría a afirmar que si no se es capaz de ser libre, entonces resulta falsa la afirmación de que se puede amar, odiar o ser indiferente de verdad, y sólo es verdadero el simulacro de amor y de odio, de compromiso o de indiferencia que prolifera en los estrechos espacios que el mercado juvenil le marca a la puesta en escena de la rebeldía, la desadaptación, el hartazgo, la decepción y la meticulosa autodestrucción de los más conspicuos negadores de la validez del pasado y del sentido del futuro.


Querétaro (México), 1 de agosto del 2007.



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