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La insignia
26 de abril del 2007


España

El nuevo bachillerato: una educación banal


Marcos Taracido
Libro de Notas. España, abril del 2007.


¿Se imaginan ustedes que el Gobierno, para reducir las listas del paro, decretase la reducción de la jornada laboral a la mitad, dividiese consecuentemente los sueldos a los trabajadores y cubriese las horas ahora necesarias con los inscritos en el paro? Pues esa solución tan salomónica como demencial es la que propone el Ministerio de Educación para "reducir el fracaso escolar" en el borrador del nuevo Bachillerato (*):

"Se introduce la posibilidad de que el alumno que no esté en condiciones de promocionar a segundo pero que haya superado más de la mitad de las materias de primero, pueda consolidar dichos resultados y no tenga que repetir el curso en su totalidad. Esto hará posible concentrar sus esfuerzos en las materias no superadas y completar su jornada escolar con materias de segundo."

Como siempre, los tecnicismos pedagógicos vienen a tratar de maquillar el verdadero significado: ese "consolidar resultados" forma parte del espíritu de la futura ley: ocultar el fracaso, pintarlo e incidir de paso en la irresponsabilidad del estudiante que está siendo educado por el sistema en la más absoluta impunidad: a la promoción automática de la ESO, que en la práctica genera bolsas de alumnado que llegan a los últimos cursos sin los mínimos conocimientos necesarios y sin motivaciones para adquirirlos, le sucede ahora su aplicación al Bachillerato, último reducto que quedaba para una educación seria. De ser finalmente aprobado este borrador, los problemas serán graves y múltiples. Dice el MEC que esta etapa "tiene como finalidad proporcionar al alumno formación, madured intelectual y humana, conocimientos y destrezas que les permitan progresar en su desarrollo personal y social e incorporarse a la vida activa y a la educación superior." Veamos:

-Las asignaturas que se imparten en Bachillerato no tienen como única finalidad el ser superadas individualmente, es decir, no suponen exclusivamente una adquisición de contenidos necesarios para la formación del alumno; en esta formación también es esencial el esfuerzo, la disciplina y la constancia que suponen tener que adquirir esos conocimientos en un determinado espacio temporal, un curso académico, y no extender ese aprendizaje en el tiempo. Las asociaciones de padres aplaudieron con premura la propuesta porque así la educación se adaptaba al ritmo de cada alumno… pero es que es el alumno el que ha de adaptarse al ritmo de la educación, precisamente porque lo que se le ha de enseñar es a superar etapas, a que si quieres llegar hay que hacerlo dentro del tiempo preestablecido antes de comenzar la etapa.

-Y es que si uno de los objetivos del Bachillerato es preparar al alumno para incorporarse a la vida activa, no se encontrará allí a nadie dispuesto a adaptarse a su ritmo. Así, esta reforma incidirá en uno de los grandes problemas de la LOGSE: educar en el todo vale, incidir en la creación de ciudadanos sin las mínimas armas necesarias para enfrentarse al durísimo mundo que les espera en la edad adulta.

-Supongamos la bondad de ley y legisladores; supongamos incluso que ese nuevo Bachillerato no acarreará los problemas descritos anteriormente. Queda entonces su puesta en marcha y la constatación práctica: sucederá lo mismo que ha pasado con la LOGSE y su aplicación en la ESO: que los niños ya saben desde el principio cuando pueden pasar curso sin hacer absolutamente nada y la realidad es que se encuentran un año después en un curso superior para el que no tienen absolutamente ningún recurso con que afrontarlo. Hay alumnos en 4º de ESO que por imperativo legal cursan todas las asignaturas de ese curso más todas las que suspendieron en 3º (8, 9, 10…): si tenían alguna posibilidad de reaccionar y recuperarse repitiendo el curso durante el que no superó los conocimientos mínimos requeridos, con la promoción automática se les dejó sin ninguna. Pasará entonces que los bachilleres que empiecen mal el curso, dejarán ya en la Segunda Evaluación todas las asignaturas difíciles para el curso siguiente, aplazando en la práctica el fracaso durante un año.

-La gestión de ese nuevo bachillerato por parte de los Institutos es inimaginablemente complicada; si ya los itinerarios y las numerosas asignaturas optativas enmarañan la organización del curso esta propuesta convertiría esa organización en una quimera. Imposible saber con antelación cómo agrupar al alumnado; imposible prever qué carga de horas tendrá cada seminario; imposible programar la distribución del siguiente curso.

Imaginen ahora que se llevase a cabo ese plan de reducción de las listas del paro; la reacción de la sociedad sería tan contundente que frenaría de inmediato la medida. Sin embargo, el profesorado está adormecido y ya no reacciona ante nada, cansado, -entre otros problemas y culpas- de tantos cambios y proyectos absurdos. Y el resto de la sociedad no percibe la magnitud del problema: no advierte la destrucción lenta y paulatina de la Educación, la construcción de ciudadanos sin recursos, irresponsables, inmaduros intelectualmente y sin destrezas para afrontar la crudeza de la vida socio-laboral; una Educación asentada en lo insustancial, la banalidad y la laxitud de la exigencia, y que sigue creciendo en unos despachos empapados -en el mejor de los casos- de buenismo social y utopías tan alejadas de la realidad que no parecen existir amortiguadores para la caída.


(*) http://www.mec.es/multimedia/00003291.pdf



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