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22 de mayo del 2006 |
La defensa de Madrid (III)
General Vicente Rojo
El ataque directo
Lanzados ya, el día 8, los atacantes a la conquista de la capital, la lucha se reanudó encarnizadamente en todo el frente. En el ala izquierda adversaria, las Columnas 4 y 1, que ya habían penetrado en la Casa de Campo por Rodajos y el amplio portillo abierto en el ángulo S.E. al derrumbarse la tapia, trataban de avanzar por donde tal vez no esperaban hallar una fuerte oposición. Al desorden impuesto en los encuentros del 7 y por la irrupción a fondo de las columnas, sucedió el del combate en una zona boscosa, donde era difícil de evaluar y localizar un adversario inesperadamente activo y agresivo, por lo cual el apoyo artillero que necesitaban dichas columnas, y sus propios fuegos, carecían de eficacia. Así comenzó a desarticularse su sistema de fuerzas, mientras la sorpresa se hacía general en todo el frente. La Columna 4 realizaba un deslizamiento hacia el norte por el interior de la Casa de Campo, donde ya actuaba desde el día 7; pero antes de que pudiera encontrar buenos puntos de apoyo, recibió el golpe inesperado, por lo violento y audaz, de nuestra Brigada 3 que, desde Humera, se había lanzado nuevamente al contraataque con todos sus medios, apoyada por la Columna Cavada y, en parte, por la Columna Barceló hacia el Ventorro del Cano. La duda prendió en el atacante; tuvo que desplegar prematuramente la totalidad de sus fuerzas para contener aquella reacción y no sólo vio frenada su propia maniobra de penetración, sino que dejó sin apoyo a la Columna 1, la cual hubo de acudir en su ayuda con parte de sus tropas (...)
(...) El atacante progresaba muy lentamente y con bajas muy superiores a las normales. Se había producido un combate de encuentro difícil de conducir, por el desconocimiento, para unos y otros, tanto de la calidad y volumen de la resistencia como de la magnitud del ataque. (...) Las noticias que llegan al E.M. son en gran medida contradictorias; pero del conjunto de ellas se puede sacar una impresión satisfactoria, cual es la de saber que en todo el frente se combate y se resiste, que el control que de sus fuerzas hacen los mandos -salvo en algunas, pocas, pequeñas unidades- es efectivo, y que la reacción apuntada en la jornada anterior tiene una expresión más real y positiva. De la calle llega la impresión de que el elemento civil vive la angustia que proviene de una lucha de dudoso resultado; pero no hay signos de desaliento. No faltan informantes que aprecian sombríamente el suceso; sin embargo, los vence el ambiente de satisfacción general, que es real, aunque injustificadamente cargado de optimismo. Del frente se multiplican las peticiones:
-¡Necesitamos más gente! Pero no hay gente, reservas para reforzar, municiones que repartir, ni horario para que la Artillería pueda dejar satisfechas las innumerables peticiones de apoyo, porque la batalla estaba en la plenitud de su desarrollo en todo el frente, y de la retaguardia no llegaban refuerzos (...). (...) Así llegaba la capital de España al fin de su primera jornada defensiva; la jornada en que debía ser asaltada la ciudad, con el estupor de saber que el enemigo ni siquiera había podido llegar a la orilla del Manzanares. Los hombres que lo habían impedido fueron los primeros sorprendidos.
(...) Los días siguientes prosiguió en la Casa de Campo una lucha encarnizada y confusa. Nuestro contraataque de Humera, realizado por una unidad nueva, que había tenido su bautismo de fuego los días 7 y 8, era difícil llevarlo más a fondo contra las fuerzas, ya superiores, con que el enemigo había acudido a contenerlo (...). En nuestra izquierda, el contraataque de las columnas Líster y Bueno también seguía con gran eficacia, fijando el frente de combate en campo abierto, lejos del río y absorbiendo parte de las reservas de esa zona (...). Había comenzado la terrible lucha casa a casa. La granada de mano se había convertido en el arma esencial del combatiente. La lucha cuerpo a cuerpo se volvía frecuente y en ese frente, y en ese tipo de combate de máximo apasionamiento, descollaría por su sobresaliente actuación el batallón de la FETE (Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza, universitarios, profesionales, intelectuales, artistas...), que pronto serviría de solera para proporcionar cuadros de mando cuando se organizaron las fuerzas (...). A Madrid habían comenzado a llegar las primeras fuerzas importantes de retaguardia; primero, como ya se dijo, la Brigada 4, que fue empeñada en la Casa de Campo entre el lago y el puente de los Franceses; después, la XI Internacional y posteriormente la columna catalana de Durruti y la XII Brigada Internacional, seguida de otras españolas que habían participado en el contraataque de La Marañosa. Antes de llevarse a cabo este contraataque, habíamos vivido en Madrid la angustiosa situación de carencia de reservas (...) No teníamos otro recurso que maniobrar de algún modo para poder disponer de algunas unidades de reservas sacándolas de las ya empeñadas en el frente, y eso fue lo que hicimos. Entre tanto, se reiteraban apremiantemente las peticiones, hasta que el Mando Superior modificó sus planes y autorizó el envío de unidades (...)
(...) Hasta aquí lo ocurrido durante los primeros días del ataque. Fueron jornadas de verdadero agobio material y espiritual porque, a pesar de las primeras disposiciones dictadas por el Comando, el manejo de aquel mecanismo de fuerzas resultaba extraordinariamente dificultoso, mucho más si se tiene en cuenta la seguridad con que el atacante procedía en la aplicación de sus esfuerzos, aunque terminaran frustrados. (...) La irregularidad en la conducción de las fuerzas era, en gran medida, inevitable en el maremágnum de los primeros días (...) En las jornadas a que nos venimos refiriendo, en los organismos directivos se trabajaba en bloque y nadie pudo dormir más de dos horas, tanto en el E.M como en el C.G. o en los frentes, porque el combate era incesante e implacable y porque pensábamos que en cualquier momento podría sobrevenir una crisis decisiva. Cuando, recordando aquel maremágnum, se leen los disparates que con posterioridad han venido a enredarlo aún más, los forjadores de la historia, como modestamente ha sido uno, es natural que se sientan más desconcertados y tengan alguna compasión hacia quienes, con el tiempo, hayan de acudir a tales fuentes para perpetuar la "verdad histórica". Así me ha sucedido a mí al leer las páginas 268 y 270 de la ya citada obra de [Hugh] Thomas, escritas, no lo dudo, con la mejor intención (se refieren a la jornada del día 8): "Kléber se hizo cargo del mando de todas las fuerzas republicanas de la Ciudad Universitaria y de la Casa de Campo [...] La brigada fue extendida de un modo que cada uno de sus miembros combatiese al lado de cuatro españoles, con el fin de levantar la moral y dar lecciones de tiro correcto (...)".
Tan luminosa idea de acción táctica tal vez fue expuesta o desarrollada por algún genial periodista extranjero o español, por cualquier agitador, en la mesa de alguno de los cafés madrileños que continuaban abiertos al servicio público, o en algún supuesto despacho de algún supuesto dirigente de la batalla (...). Pero lo cierto es que, digan lo que quieran todos los libros que relaten el suceso en esos o similares términos, o cualquiera de los flamantes periodistas que desde sus parapetos de los hoteles madrileños anunciaron la inminencia de la caída de Madrid, aquel día Kléber y sus hombres (que tan valiente como eficazmente se comportarían varios días después, cooperando con los otros 20.000 o 25.000 que ya estaban defendiendo heróicamente la capital) simplemente estaban tomando el sol en algún pueblo del valle del Tajo o del Tajuña, adonde ni siquiera llegaba el eco de la batalla. (...) La lucha de los días 11, 12 y 13 (...) En esas jornadas se llevó a cabo la contraofensiva, más bien el contraataque, preparado por el Mando Superior sobre la retaguardia enemiga, en el que participaron solamente Brigadas nacionales bisoñas, organizadas apresuradamente en Levante, con pocos y defectuosos cuadros, y otra Brigada internacional (...)
Tal reacción no tuvo éxito. Era difícil que lo tuviera. Nuestro miliciano sabía resistir, pero no maniobrar. Nuestra reacción fue desorbitada por la prensa y la propaganda, más atenta a las informaciones privadas procedentes de fuentes políticas que a las realidades que podían pulsarse en el Comando. En verdad, fue el día 13 cuando la Columna 1 adversaria consiguió colocar su primer escalón en el Manzanares, entre el puente de los Franceses y el Hipódromo, ocupando un frente aproximado de 1.000 metros aunque sin pasar el río. Por su parte, la Columna 4 pudo profundizar hacia el O. y el N. sin alcanzar la tapia. Fueron también aquellos días de lucha cruentísima por haber concurrido a la Casa de Campo las reservas de ambos contendientes. En esa lucha se batió brillantemenente la XI Brigada Internacional. (...) Un detalle, aparentemente insignificante, pero de extraordinario valor técnico, que contribuyó a frenar el ataque y que obligó a las tropas de l Columna a fortificarse al llegar a la linde del río, fue que unas pocas ametralladoras, hábilmente situadas, enmascaradas y protegidas en el puente de los Franceses, bastaron para detener con su fuego e impedir el paso a toda una Columna, equipada con carros de combate y ampliamente dotada de armas de acompañamiento y de apoyo artillero. Como veremos, lo pasarían varios días después, con graves pérdidas; pero la posición del puente de los Franceses se convirtió, en el proceso de la batalla, en el pequeño objetivo táctico más codiciado y más dura e insistentemente atacado por nuestro adversario. Lo más espectacular de aquellas jornadas fue la lucha aérea librada, con sorpresa para el adversario tanto como para Madrid y sus defensores, en la mañana y en la tarde del día 13, sobre el cielo de la ciudad misma. Primeras acciones aéreas de importancia -acciones de lucha, pues a resistir indefensos los bombardeos ya se habían habituado- que presenciaba el pueblo madrileño. Los victoriosos resultados que para la defensa tuvieron, sirvieron para reforzar considerablemente la moral, por la sensación de verse defendidos desde el aire.
(...) Se pensó otra vez en llevar a cabo una fuerte reacción contraofensiva, reuniendo en la Ciudad Universitaria, frente a Garabitas, y junto al foso del Manzanares, una fuerte concentración de efectivos. El propósito era forzar el paso del río por las inmediaciones de la zona que ya había conquistado el adversario y, al propio tiempo que se acentuaba la presión sobre los flancos, cortar el espacio de maniobra enemiga en la Casa de Campo, avanzando rectamente hacia la puerta de Rodajos. Con tal maniobra tratábamos de eliminar al enemigo que ya era dueño de Garabitas y desbordar o provocar el repliegue de los que habían penetrado hacia el lago y el río; si teníamos éxito, con esas fuerzas y con las del flanco derecho, nuestra cuña de maniobra constituiría una poderosa amenaza sobre el ala izquierda enemiga, o haría retroceder, al menos, todo su frente, liberando a la ciudad de la presión que padecía. El buen resultado dependería, en parte, de los refuerzos que hubieran podido llegar a las columnas adversarias que ya estaban situadas dentro de la Casa de Campo.
Fotografías
1. Cartel de la Junta de Defensa de Madrid. |
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