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15 de mayo del 2006 |
La defensa de Madrid (II)
General Vicente Rojo
La lucha, el 7 de noviembre
Se habían dado órdenes imperativas, categóricas: resistir sin ceder un paso. Lo exigía Madrid; y esto no había ocurrido hasta entonces. Ese día, cuando se inició el ataque, aún se perdió algún terreno porque el desequilibrio de poder material y de organización lo hacía inevitable; pero ya no se cedía gratuitamente; sólo en algún lugar se era arrollado, pero no se dejaba de combatir y se luchaba con mayor vigor. Los primeros partes llegados al Comando acusaban que se combatía en todo el frente, desde Villaverde hasta Pozuelo y Boadilla. Por los agentes de enlace y los comandantes de Unidad y de Columna, se nos informaba que la resistencia era más tenaz y que se replicaba al ataque con el contraataque, aunque no se hiciese con el orden que podía desearse (...). Del conjunto de las precarias informaciones que llegaban al Comando, y no obstante la confusión que imponían las noticias contradictorias, se podía sacar la impresión de que el adversario hacía el ataque rectamente sobre la ciudad, frontalmente y por las alas. (...) La fortuna quiso que en las primeras horas de la noche llegara a nuestras manos, inopinadamente, la Orden General de Operaciones que el mando de las fuerzas adversarias había dictado para el ataque a Madrid. La llevaba consigo un oficial de carros de combate adversario, que en los combates preliminares había caído en nuestras líneas. La importancia del documento no había sido apreciada por quien había hecho la captura, pero -cosa rara en aquella situación- tuvo el acierto de aportarlo, como elemento de información, en el momento en que nos hallábamos cenando los miembros del Cuartel General. Mi sorpresa fue extraordinaria cuando me entregaron el documento y le di la primera ojeada para ver de qué se trataba, mientras continuaba la cena. Aprecié inmediatamente la importancia del hallazgo, aunque pudiera ser fraudulento, e informé de ello al general Miaja (...). (...) Sintetizando el documento (...) puede decirse lo siguiente: Las Columnas 4, 1 y 3 formarían el ala izquierda del ataque, constituyendo la masa encargada del esfuerzo principal. La 4 cubriría el flanco izquierdo para crear la seguridad en el curso de la maniobra a las 1 y 3, las cuales realizarían la acción profunda arrollando y batiendo por sorpresa a nuestras fuerzas en la zona boscosa de la Casa de Campo. Penetrarían a través de los boquetes abiertos por la Artillería en las tapias que circundan el bosque y por las puertas de Rodajos y el Batán. Después, progresarían rápidamente hacia el Manzanares, que pasarían por puentes y vados, profundizando hasta ocupar a viva fuerza una base de partida para la maniobra dentro de la ciudad. Base definida por el frente que va desde el Cuartel de la Montaña hasta la Cárcel Modelo, dominando el barrio de Argüelles y teniendo batidas con fuego las principales avenidas de penetración de Madrid: Cea Bermúdez, Fernando el Católico, Bulevares, Plaza de España, Gran Vía y calle de Bailén.
Tal objetivo era ambicioso y sólo podían confiar alcanzarlo en una jornada, admitiendo que el adversario estuviera ya derrotado. Tan persuadidos debían de estar de su fácil éxito, que se precisaba en la orden de operaciones la ubicación que debían tener dentro de Madrid los puestos de mando de las columnas que iban a penetrar en la ciudad. (...) Admitimos desde el primer momento que tratar de contener con una reacción directa y frontal, de choque, y con la baja calidad técnica de nuestras tropas, un ataque de la envergadura del que ya había comenzado, era un empeño ilusorio y burdo. Entendimos que la mejor solución era actuar sobre el atacante con una acción inesperada y en un punto muy sensible, para provocar la contención por efecto de la sorpresa, tanto o más que por el poder del esfuerzo material, dando lugar a la desarticulación de su rigorista y detallado dispositivo de fuerzas y mecanismo de ataque que había montado, y , especialmente, en la parte fundamental del mismo: los medios y misiones del principal esfuerzo (columnas 4-1-3). Ese punto sensible quedaba al descubierto en su Orden de Operaciones. Se revelaba, en ésta, un desprecio del adversario que hacía factible la sorpresa. Ese desprecio es un vicio de guerra relativamente frecuente, al que ni siquiera escapan los conductores de grandes empresas de transcendencia histórica: incurrió él Napoleón en Waterloo, en Rusia y en España; Hitler, después, también cometería el mismo error en Libia y en la URSS (...). (...) Disponíamos de muy poco tiempo para maniobrar y nuestra única tropa medianamente organizada y mandada, equipada con medios adecuados para un esfuerzo intenso, y bien situada para reducir el tiempo necesario par entrar en acción, era la Brigada 3, que en aquellos momentos ya había empeñado parte de sus fuerzas, un tanto al azar, pero útilmente, según luego se comprobó. La disposición relativa de nuestros frentes de combate (envolvente el nuestro) era el único motivo de superioridad que podíamos explotar; y la elección hecha por el enemigo de la Casa de Campo como zona de penetración, favorecía nuestro designio. Por eso se decidió empeñar esa unidad resueltamente, a fondo y a riesgo de todo, desde la zona de Humera, creando una seria amenaza sobre el flanco y la retaguardia de las fuerzas enemigas que se aventurasen en la Casa de Campo, donde ya se luchaba con intensidad. A dicho ataque cooperarían las malparadas columnas de Fernández Cavada y Barceló. Si esa acción contra el flanco del esfuerzo principal tenía éxito, nuestra reacción podía generalizarse. (...) Ya muy entrada la noche, se redactó precipitadamente una Orden de Operaciones (...). No conservo aquella orden. Solamente notas personales que me sirvieron para su redacción y el recuerdo vivísimo de esos momentos: -Hoy el enemigo ha seguido sus ataques, preparando el general sobre Madrid. -Las columnas del Centro y de la Casa de Campo deberán mantener a toda costa los frentes que ahora ocupan. Las del flanco derecho (Galán y Barceló) y del flanco izquierdo (Bueno y Líster) atacarán sobre el flanco y la retaguardia del enemigo. Las columnas de reserva, en el extremo del paseo de Rosales y en el puente de Toledo, repondrán bajas y apoyarán el frente donde se les ordene. (...)
Durante la misma noche del 6 y durante toda la jornada del 7, el Comte. de la Defensa solicitó reiteradamente el envío de unidades organizadas; las Brigadas similares a la 3, que se estaban formando en Levante, así como brigadas de voluntarios internacionales, que también se sabía que se estaban organizando en la base de Albacete (...). Las reiteradas peticiones al Comte. del Ejército del Centro tuvieron esta respuesta telefónica (el día 8) del Jefe de Estado Mayor de dicha gran unidad (teniente coronel Bernal): «General Kleber [era el comandante de la B.I. XI, 1ª Internacional] dice que esta tarde no puede actuar porque necesita para ello orden del ministro y que mañana tampoco puede actuar por haberle asignado otro cometido el ministro». (...) La primera brigada que acudió en refuerzo de los defensores fue la 4, mandada por el comandante Arellano, que se empeñó con oportunidad y eficacia en el sector de La Bombilla (entre el puente de la República y el de los Franceses, defendido éste por el Batallón del comandante Romero). Insistiré más adelante sobre esa cuestión. Ahora sólo afirmo categóricamente que en los combates de las tres primeras jornadas, en los que quedó frenado y desarticulado el ataque y asalto a Madrid, no participó un sólo Batallón de voluntarios internacionales. (...) Si en realidad, el conocimiento que se tuvo de la Orden de Operaciones adversaria y las disposiciones de Mando que de ese hecho se desprendieron contribuyeron decisivamente al fracaso del ataque (conviene realzarlo antes de que esto se produzca), la verdadera raíz del éxito de la defensa se halla en la mutación que se había producido en el orden moral en las primeras 24 horas, tanto en la masa combatiente como en sus inmediatos colaboradores de retaguardia. Se hizo patente precisamente en los combates del día 7, en los que nuestro combatiente luchó con una voluntad indomable y con el más alto espíritu de sacrificio. Nadie puede robarle ese mérito. La falta de armas, de organización, de técnica, de fortificaciones, se suplía con verdadera superabundancia de fuerzas espirituales, de moral exaltada, de pequeños y valerosos caudillos y de una masa ciudadana, contando en ella a la mujer, dispuesta a cumplir con su deber a cualquier precio, a pesar de los cobardes y timoratos (que ciertamente no se los tragó la tierra) y a pesar de la 5ª columna. (...) Antes de las 6 de la mañana del día 8, todas las unidades del frente estaban alerta. No se ocultó ni desfiguró el peligro a los combatientes ni a las gentes de la ciudad, a todos los cuales se dirigió el Comte. de la Plaza con una lacónica arenga:
«Las fuerzas del enemigo, con todos sus elementos, están atacando Madrid. Espero de todos vosotros que no retrocedáis un solo paso. Quien dé orden en tal sentido será considerado faccioso y como tal debe ser tratado; de mí sólo se recibirá la orden de avance. Os felicita por la brillante actuación de hoy, vuestro general (...) Muchas explicaciones se han dado del suceso que estamos considerando, tan elemental como trascendente, y muchas también no logran salir de la confusión porque, como dice un autor del campo adversario, Aznar: «La mutación había sido tan rápida que nadie conseguía romper el secreto» (...). La explicación que nos dábamos aquellos días en Madrid era simple, pero vigorosa, y por su simplicidad, tal vez la más cabal. Al marchar el Gobierno hacia Levante, ya fuese porque se alejaba del peligro o porque lo exigiese la conducción de la guerra, con él se desplazaba el pesimismo, el recelo, la discordia, el derrotismo de algunas élites egoístas (...).
Fotografías
1. Combates en el barrio de Carabanchel. |
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