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La insignia
23 de marzo del 2006


Ecuador: Doce puntos para el debate (I)

Verdades, medias verdades y falsedades del TLC


Alberto Acosta
La Insignia. Ecuador, marzo del 2006.


«A veces me pregunto si el mundo está gobernado por personas inteligentes que nos toman el pelo o por imbéciles que hablan en serio.»
-Mark Twain-


La discusión sobre el TLC está en un punto crítico. De la postura entreguista y simplona adoptada por el gobierno Lucio Gutiérrez, que se sintetizaba en que "la única alternativa al TLC es el TLC", se ha desembocado en una posición de creciente autoritarismo. Mientras se protege y alienta las manifestaciones a favor del TLC, impulsada por los empresarios y SUS trabajadores, la represión se ensaña en contra de quienes se movilizan en contra del TLC.

En este ambiente, a pesar de que las negociaciones están próximas a cumplir dos años de su inicio, todavía faltan informaciones sobre lo que se está negociando. Esto, sin embargo, no es un motivo para aceptar aquella argumentación de que si no está terminada la negociación, no hay aún elementos para adoptar una posición. A pesar de la cláusula de confidencialidad impuesta por los EEUU al inicio de las negociaciones y de que no ha sido entregada la documentación sobre los avances logrados en estos largos meses de negociación, hay suficientes datos como para anticipar de qué se trata el TLC. Incluso para puntualizar sus principales elementos críticos. Basta conocer los TLC suscritos hasta ahora (los de Perú y Colombia, para no ir más lejos, están a la mano) e incluso estudiar los pronunciamientos y documentos existentes en relación a la negociación de Ecuador para poder pronunciarse al respecto. Además, no es mucho lo que se negocia: el propio ministro de Comercio Exterior de Colombia, Jorge Humberto Botero, reconoció, a poco de concluida la negociación de su país, que lo que realmente se negocia es un 15 por ciento, que el resto ya viene dado por la fuerza de los convenios anteriores….

En estas condiciones, cuando la campaña de desinformación y amenazas está a la orden día, cuando la ignorancia y al audacia predominan, es preciso hacer una síntesis crítica de los puntos más controvertidos del proceso (1). Hay que descubrir las verdades, medias verdades y las falsedades del TLC. En esa línea se inscribe este documento, escrito para alentar la discusión democrática.


"El TLC es más que un tratado comercial"

Si, efectivamente se trata de tratado comercial. Sin embargo, lo comercial no agota el tratado. Hay una serie de temas que supera largamente ese ámbito. Este es un tratado comercial de nuevo tipo, no comparable con los tratados de integración andina (2), ni con el TLC suscrito con el Mercado Común del Cono Sur (MERCOSUR) (3). En definitiva es una propuesta que se asemeja mucho más a una especie de constitución económica -impuesta por Washington-, que a un simple acuerdo comercial.

Hay que saber que con el TLC se quiere introducir una serie de reformas y ajustes para instrumentalizar un determinado modelo económico. Por eso mismo es preciso destacar otros puntos fundamentales del TLC, sobre los cuales se habla poco y comenta menos. Sin pretender presentar toda la gama de temas envueltos en las 18 mesas de negociación del TLC, vale la pena destacar los siguientes aspectos:

- Tratamiento preferencial para las inversiones estadounidenses.
- Reducción de los márgenes de acción de la política económica.
- La posibilidad para que los servicios públicos puedan ser privatizados.
- Ampliación de beneficios a las empresas farmacéuticas estadounidenses.
- Limitación de la capacidad de gestión de los gobiernos seccionales.
- Movilidad del capital y mercancías, sin flexibilización de la política inmigratoria de EEUU.

En síntesis, los derechos de las personas jurídicas y sus propietarios tienen más jerarquía que los derechos de los seres humanos. El TLC, como veremos a continuación, se inscribe en la lógica exacerbada del sistema capitalista, la neoliberal, que encuentra en Washington, en términos amplios, uno de sus principales centros de expansión transnacional.


"Con el TLC se accede al mercado más grande el mundo"

Es innegable que los EEUU representan en la actualidad la economía más poderosa del planeta y que tienen el mercado con la mayor capacidad adquisitiva en el mundo. Frente a lo cual el Ecuador representa una de las economías más pequeñas de toda América del Sur.

Para el Ecuador los EEUU representan mucho, para los EEUU el Ecuador, en términos comerciales, representa muy poco. Así, mientras Ecuador coloca en el mercado norteamericano más del 40% de sus exportaciones, EEUU coloca en Ecuador apenas el 0,16% de sus exportaciones; en término de importaciones la relación es inversa: mientras las importaciones desde los EEUU representan el 23% de nuestras compras en el exterior, las importaciones estadounidenses de productos ecuatorianos apenas significan un 0,20% de todas las compras que realiza la gran nación del norte.

Otro punto importante. No es que recién con el TLC se va a abrir la economía ecuatoriana. No es que con el TLC recién vamos a ingresar al mercado de los EEUU y que sólo entonces los casi 300 millones de estadounidenses van a poder comprar los productos ecuatorianos o que sólo entonces van a venir inversiones norteamericanas. La relación comercial y financiera entre los dos países es de larga data.

Además, los productos ecuatorianos ya ingresan al mercado norteamericano. Muchos de ellos sin arancel alguno. Aquí cabe mencionar al petróleo, banano, café, cacao, entre otros productos que tradicionalmente vende Ecuador en los EEUU. Eso si, en algunos de estos productos los niveles de productividad son bajísimos; por ejemplo, el Ecuador tiene niveles inferiores en el banano a los de los países centroamericanos, y en el caso del café y el cacao la productividad es similar a la que se tenía hace un siglo.

Es más, con el Tratado de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de la Droga (ATPDEA, por su siglas en inglés), para "premiar" la sumisión de los gobiernos andinos a la política estadounidense de combate al narcotráfico o para castigar a los países que tomen medidas que puedan afectar las inversiones de EEUU, el Ecuador, desde hace 15 años, consiguió liberar unas 6000 partidas (o productos), de los cuales apenas ha aprovechado colocar un par de cientos; en realidad una veintena de productos copa la mayoría de los productos que obtienen dicha preferencia. Esta realidad relativiza en gran parte aquellas aseveraciones de que ahora si, sin la temporalidad de las ATPDEA si se realizarán las inversiones necesarias para aprovechar las potencialidades de exportación de todos esos productos.

A más del bajo nivel de competitividad de la economía ecuatoriana, que representa un real lastre para una relación con los EEUU, hay que resaltar la inexistencia de un trato equitativo, ni siquiera igualitario. El más fuerte, los EEUU se asegura una serie de beneficios incluso en las negociaciones del TLC que aumenta los niveles de asimetría existentes. Recuérdese que los EEUU impusieron la eliminación de las bandas de fijación de precios con las que protegían de alguna manera los países andinos a sus productores agropecuarios, sin que los EEUU eliminen los multimillonarios subsidios a sus agricultores, que en el campo agrícola representan un valor anual de 26 mil dólares por agricultor. A esto habría que añadir otros mecanismos de protección como controles fitosanitarios, normas de origen y la misma ley anti dumping (4).

Este país ha aplicado en las últimas décadas una política comercial que combina el proteccionismo en los sectores en los que ha perdido competitividad, con la promoción en el resto del mundo del libre comercio para sus productos, en particular en los sectores en que son competitivos. La economía más grande del mundo, que tiene el mayor potencial industrial, vía TLC, se asegura el ingreso de sus productos agrícolas subsidiados en los mercados latinoamericanos, Ecuador incluido. La producción agraria norteamericana y en general su aparato productivo no sólo que se benefician de una serie de subsidios, sino que gozan de un entorno macroeconómico casi insuperable: bajas tasas de interés, fácil acceso al crédito, asesoría técnica, desarrollo tecnológico propio, infraestructura de primera: carreteras y caminos vecinales, silos, puertos, aeropuertos, etc. Por eso no es erróneo afirmar que Goliat se enfrenta a David, asegurándose de antemano de que el pequeño no tenga acceso a la honda.

Los EEUU, con sus subsidios a la agricultura, aseguran la alimentación de su población como una cuestión de "seguridad nacional", como afirmó Jorge Bush II (5). Esta posición del mismísimo presidente estadounidense contradice las visiones miopes o interesadas que alientan importaciones y exportaciones sin hacer ninguna reflexión más compleja de la cuestión agraria y menos aún alimentaria. No entienden el significado económico, social y cultural de las economías de autoconsumo campesinas. Su mundo es el negocio, no la vida.

La asimetría de las negociaciones es inocultable, tanto como el simplismo de los países andinos que se sentaron en la mesa a negociar con los EEUU sin tener al menos una propuesta subregional común. Aplicando la vieja norma imperial de "divide y vencerás" los EEUU están consiguiendo su cometido: armar el Acuerdo Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesto en 1994 y que encontró dificultades en su camino de cristalización multilatereal, en base a acuerdos bilaterales en los que van imponiendo condiciones incluso no consideradas en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Los EEUU consiguieron su objetivo y pusieron a competir entre si a los tres gobiernos de los países andinos, para obtener cada vez más ventajas.

Washington, además, cuando le ha convenido y al margen de cualquier acuerdo suscrito, ha recurrido también al uso de las restricciones "voluntarias" a las exportaciones; a la acusación de dumping, definido por su gobierno de manera arbitraria; a la imposición de cuotas; y a una variedad de instrumentos legales proteccionistas. El uso y abuso de estas leyes implica beneficios para unos y perjuicios para otros, en función de los intereses estadounidenses. Este neoproteccionismo, sustentado sobre todo en medidas no arancelarias, en muchos casos rebasa el efecto de los anteriores aranceles. Y tampoco faltan salvaguardias arancelarias como las aplicadas en el año 2002 al acero por parte del régimen de George Bush II.

En esta línea de reflexión no debería sorprender que en unos años, cuando los EEUU hayan resuelto sus disputas comerciales con las otras potencias proteccionistas: Europa y Japón, cuando los subsidios para el arroz, la papa, el maíz, los pollos… ya no les sean más necesarios, comiencen a subir los precios con el fin de cubrir los costos de producción y hacer atractivas ganancias en mercados cautivos.

Ecuador tiene a la mano el ejemplo del trigo estadounidense, que a medidos del siglo pasado entró inicialmente como una donación hasta conseguir, poco a poco, desplazar a la producción nacional (6). Al finalizar los años cincuenta entró en la escena la Agencia Internacional de Desarrollo (USAID), dependencia del Departamento de Estado de los EEUU. En el mes de agosto de 1955 el Ecuador suscribió un convenio con los EEUU, por el cual el país le compraba excedentes de productos agrícolas cuya producción nacional era insuficiente para satisfacer la demanda. El valor de estas importaciones debía ser depositado en sucres, en una "cuenta de los EEUU en el Banco Central del Ecuador", y serviría, a más de apoyar la promoción del desarrollo nacional, "para ayudar al desarrollo de nuevos mercados de productos agrícolas de los Estados Unidos, para financiar actividades internacionales de intercambio educacional en el Ecuador y para otros gastos de los Estados Unidos en el Ecuador". O, dicho de otra manera, "para gastos de la embajada estadounidense en el Ecuador".

Con este Convenio de Excedentes Agrícolas, que se fue renovando en los años subsiguientes, se estableció el canal para que el Ecuador comprara algodón, tabaco, aceite de semilla de algodón, aceite de soja y, sobre todo, trigo. Años después, la importación de estos productos ya comenzó a cobrarse en divisas y a términos comerciales normales, pero el Ecuador, entre tanto, aumentó su dependencia de la importación de trigo, al tiempo que fue dejando de lado posibles productos sustitutivos o alternativos, y no desarrolló su producción triguera, que no resultaba competitiva frente al producto importado. Si hace 35 años importábamos el 45% del consumo nacional, hoy se importa el 98% desde los EEUU. Finalmente, a raíz del nuevo empuje fondomonetarista impulsado desde 1982, en 1988 se suprimió definitivamente el subsidio al trigo y, por lo tanto, a la harina y sus derivados.

Una situación similar se vive con las ayudas alimentarias al inicio del tercer milenio, cuando en el Ecuador con el ingreso de una soja transgénica, que con el argumento de satisfacer necesidades alimenticias de los sectores más desprotegidos, se debilita aún más a los pequeños y medianos propietarios del agro, al tiempo que se afecta la seguridad alimentaria del país.

De lo anterior se desprende que la ventaja de los consumidores al consumir productos más baratos puede transformarse en la trampa que terminará por minar la bases de la economía campesina y de la soberanía alimentaria, aumentando la dependencia del país con los EEUU.

El TLC, para que no quepa la más mínima duda, sintetiza la pretensión de Washington -expuesta por Colin Powel, cuando era secretario de Estado- para "garantizar para las empresas estadounidenses, el control del territorio que va desde el polo Ártico hasta la Antártida y el libre acceso sin ningún obstáculo o dificultad, a nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el hemisferio".


"Sin el TLC, Ecuador se margina del mercado mundial"

Esta es una de las mentiras más difundidas. Varias personas, haciendo gala de su ignorancia o de su afición al "terrorismo económico" pintan un panorama dantesco si no se firma el TLC. Ven graves "amenazas a la estabilidad económica y social".

Las grandes cámaras de la producción de Quito, por ejemplo, afirmaron, en remetidos de página entera en todos los periódicos grandes, el 22 de septiembre del 2004, que la no firma del TLC "significaría un terrible golpe para la economía". Incluso cuantificaron una pérdida - sin ruborizarse por tamaña mentira- de "3.500 millones de dólares provenientes de las exportaciones, con los que se pondría en riesgo el empleo directo de 300 mil ecuatorianos, se produciría un decremento del 20% del PIB…", entre otras plagas.

Recientemente, Roberto Illingworth, ministro de Comercio Exterior, quien acusó de aliados de Ben Laden a quienes se oponen al TLC, aseveró ante la reciente ola de protestas -sin explicar cómo llega a esa cifra- que se perderían 600 mil puestos de trabajo si no se firma dicho Tratado. Y, muy suelto de huesos, amenazó al sector agrícola con la peor crisis de su historia.

La ignorancia no está en juego, definitivamente. Estas intimidaciones forman parte del instrumental terrorista al que recurren muchos defensores del TLC, incapaces de demostrar las ventajas que dizque traería el tratado.

Para desvirtuar dicha desfachatez, basta señalar que la no firma del TLC coincidiría con la anunciada terminación del Acuerdo de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de Drogas (APTDEA), que garantiza una serie de preferencias a varios productos ecuatorianos que ingresan al mercado de los EEUU. En la actualidad sin TLC, e incluso sin las ATPDEA, vende una gran cantidad de productos en los EEUU sin pagar aranceles. Como muestra téngase en mente la venta de petróleo (que representó en el 2005 casi el 64% de las exportaciones globales de Ecuador a los EEUU), banano, café, cacao, entre muchos otros, entre otros productos que tradicionalmente vende Ecuador en los EEUU, el principal mercado ecuatoriano. Y, por cierto, la vigencia de las ATPDEA, desde hace unos 15 años, no abrió la puerta a la diversificación sostenida y profunda de las exportaciones ecuatorianas.


"Sin las preferencias arancelarias andinas
los productos ecuatorianos pierden competitividad"

Esto no deja de cierto, a primera vista. Sin embargo aquí habría que aclarar el alcance real de las ATPDEA para ver si se trata o no de un problema insalvable. El beneficio de dichas preferencias para el Ecuador debe bordear en la actualidad los 30 (treinta) millones de dólares. Ese valor, a todas luces, no debería ser motivo para una mayor preocupación. En un país como Ecuador, con un Presupuesto General del Estado de más de 8.500 millones de dólares ese monto de 30 millones es totalmente marginal.

¿Cómo se llega esa cifra? Tomando cifras de documentos oficiales, utilizados por la Comisión Negociadora ecuatoriana del TLC, se sabe que entre 1999 y 2003 el promedio anual de las exportaciones de Ecuador a los EEUU fue de 1.960 millones de dólares. De los cuales, un 17%, es decir 333 millones, correspondió a productos que se beneficiaron de las preferencias ATPDEA. Y como se señala en dicho documento, el "sacrificio fiscal de los EEUU" fue de 20 (veinte) millones al año; dicho en otras palabras, sin ATPDEA el Ecuador (el Estado o las empresas exportadoras) tendría que conseguir 20 millones de dólares para sostener los precios existentes sin afectar las utilidades de las empresas exportadoras. Si consideramos que las exportaciones ATPDEA han aumentado en estos últimos años (no tanto como las petroleras, vale señalarlo de paso), y que podrían estar alrededor de los 480 millones, dicho sacrificio bordearía los mencionados 30 millones.

Entonces, si se creería que es conveniente apoyar a dichas empresas, la salida es muy simple: el establecimiento de un fondo que ayude a recuperar la competitividad pérdida por esta causa (Se les podría ayudar a través de subsidios directos o indirectos, buscando aquellas opciones que no provoquen respuestas contrarias de los EEUU… Por ejemplo, se les podría dotar de adecuada infraestructura de riego, de un servicio de electricidad más barato, de un apoyo para constituir una empresa de transporte aéreo propia, de líneas de crédito preferencial en la CFN, etc.). La potencial pérdida de esos 30 millones, que tendría que cubrir Ecuador para no quedar en desventaja con otros competidores, no justifica, de ninguna manera, la aceptación de todas las pretensiones de los EEUU, que afectarán en varios campos al país, por ejemplo en su seguridad alimentaria y que inclusive reducirían la capacidad de gestión del país en el contexto internacional.

Incluso si se llegará a producir tan "tremenda" pérdida de las ATPDEA el país podría empezar una negociación por separado con los mismos EEUU para conseguir la ampliación de dichas preferencias, otorgadas por nuestro aporte en la lucha contra el narcotráfico. Poniéndose en un plano de cochino pragmatismo (para estar a tono con muchos de los negociadores del TLC, concientes que la dignidad y la soberanía no tienen precio), el Ecuador tendría justificación para cerrar la base yanqui de Manta, cuya (inconstitucional) entrega se justificó como aporte ecuatoriano en la lucha contra el narcotráfico. Y por cierto, aún en este escenario perverso en donde lo monetario prima, el país no tendría por qué seguir haciendo el juego a Washington con la expansión bélica del Plan Colombia hacia nuestro territorio, una complicidad que tiene ya un elevado costo económico con la creciente movilización de tropas a su frontera norte.


"Sin TLC, el Ecuador sería invadido
por los productos de los países vecinos"

La conclusión de las negociaciones del TLC por parte de Colombia agravó el síndrome del aislamiento y del atraso existente en Ecuador. Cuando Perú anunció que había cerrado dicha negociación a fines del 2005, algo que fue cierto recién varias semanas después, determinados personajes aumentaron sus quejas por el temor a quedar rezagados o, peor aún, aislados. Ahora, en su angustia, desatan una campaña de miedos y mentiras.

Sin el TLC Ecuador no se aísla de la economía mundial. Es también absolutamente falso que se margine del mercado estadounidense. Ya se ha demostrado que hasta la pérdida de las ATPDEA tendría un costo marginal. Tampoco se sostienen aquellos argumentos que se esgrimen indicando que los países vecinos con el TLC van a mejorar su competitividad porque podrán importar insumos o bienes de capital más baratos y que eso no lograríamos sin el TLC. La verdad es que, si fuera necesario, sin TLC se podría reducir los aranceles de aquellos insumos y bienes de capital que se considere pertinente, por ejemplo, para alentar la producción agrícola (además se requiere romper el monopolio de los importadores de insumos y abonos agrícolas). Lo mismo valdría para permitir el ingreso de bancos extranjeros o para introducir códigos de conducta transparentes en el sistema financiero. Incluso, utilizando un ejemplo simplón pensando en quienes sueñan con comprar autos más baratos, si se quisiera bajar el monto de los gravámenes a la importación de automóviles para abaratarlos en el mercado doméstico, favoreciendo a esos consumidores, se lo podría hacer ahora, sin necesidad de firmar el TLC.

¡La reducción de aranceles es una decisión soberana que no requiere para nada un TLC!

El contrabando de productos agrícolas estadounidenses desde los países vecinos también es utilizado para asustar a los incautos: con el TLC, esos productos, como el arroz y las papas por ejemplo, entrarán de todas formas en nuestro mercado; mientras que sin el TLC tendríamos la posibilidad de impedirlo. Tarea difícil, pero no imposible.


"El TLC ayudará al país a introducir las reformas
que hacen falta para lograr el desarrollo"

Esta afirmación se utiliza para presentar al TLC como la llave que abrirá la puerta a una serie de reformas en la sociedad y economía ecuatorianas. La lista es larga. Por ejemplo se menciona la prohibición del trabajo infantil o la mejora de las aduanas. Este argumento no sólo que es falso, sino que resulta peregrino. Sólo mentes acostumbradas a avanzar blandiendo el látigo, actitud tan propia de oligarquías terratenientes y de gamonales, pueden recurrir a estos argumentos que terminan por debilitar la soberanía nacional y la misma democracia. Recuérdese que de forma similar se procedió cuando se impuso la dolarización... Y no solamente eso, sino que las reformas que se adoptaron por la dolarización, bajo el supuesto de esa es la única forma para que el Ecuador se ponga del lado de los "buenos, serios y pragmáticos", lo que han provocado más pobreza y desigualdad, paliadas en parte por las remesas de los y las emigrantes.

Es preciso recordar que el TLC está pensado también para introducir las reformas neoliberales. Robert B. Zoellick, secretario de Comercio de los EEUU, quien lideró el equipo negociador de ese país durante más de la primera mitad de las rondas, reconoció con claridad que "los tratados comerciales pueden ser más útiles que el FMI para conseguir que los países en desarrollo hagan reformas". Esta aseveración permite comprender el alcance del TLC. Más allá de asegurarse ventajas comerciales y los recursos naturales de los países andinos, el TLC apunta a la consolidación del neoliberalismo en la región.

Sin perder de vista la complejidad de la política global desplegada por Estados Unidos y, por cierto, las cambiantes condiciones vinculadas a la globalización del sistema capitalista, hay que reconocer que desde hace más de dos décadas se han aplicado políticas de ajuste estructural en América Latina, con diversos grados de intensidad y coherencia. Esta región, sobre todo desde los años ochenta, y más aún en los noventa en el siglo XX ha estado fuertemente condicionada por las profundas reformas económicas aplicadas en el marco de los programas de ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial, que postularon entre sus metas principales la apertura comercial, la liberalización financiera y la reforma minimizadora del Estado, incluyendo la privatización de empresas públicas y la creciente protección a las inversiones extranjeras.

Como consecuencia de tanta apertura y liberalización, las influencias externas son cada vez más notorias en la región. Y esta pérdida de capacidad para accionar y reaccionar frente a los vaivenes en el mercado mundial, que -vale la pena insistir- se refleja en una inserción pasiva y hasta ingenua en el mercado mundial, ha abonado el terreno para el TLC. Así, en varios puntos en el campo del comercio, vía apertura comercial, el espíritu del TLC es una realidad aún antes de que se suscriba dicho acuerdo. En el campo de la protección de las inversiones extranjeras, las propuestas del TLC pueden ser ya apreciadas a plenitud en los tratados recíprocos de protección a las inversiones extranjeras, que en el caso con los EEUU concluye en el 2007: con la no firma del TLC se podría concluir en breve con este trato discriminatorio a los empresarios ecuatorianos en el Ecuador.


Notas

(1) De entrada conviene tener presente que este proceso de negociación no depende exclusivamente del gobierno y el Congreso ecuatorianos, sino que en última instancia será el Congreso de los EEUU el que apruebe o no el TLC. Después que finalicen las rondas de negociación, el tratado deberá ser redactado en inglés y español antes de ser conocido en el tribunal Constitucional y de ser aprobado en el Congreso Nacional. Sólo entonces irá al Congreso de los EEUU, país en el que habrá una renovación parlamentaria a fin del año, en la que es muy posible que el partido demócrata obtenga una importante votación, lo que haría peligrar al TLC…
(2) Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
(3) Argentina, Brasil Paraguay y Uruguay (Venezuela ha pedido ser aceptado como miembro pleno)
(4) Se entiende como dumping la venta de mercancías por parte de un proveedor a un precio netamente inferior al de su propio mercado, con el fin de eliminar la competencia o asegurar su ingreso en un nuevo mercado. Así, el dumping es empleado muchas veces sólo hasta crear una posición monopólica u oligopólica en la comercialización de un producto. Los EEUU que combaten el dumping en los países empobrecidos, lo practican con sus productos; por ejemplo, el arroz de EEUU cuesta menos en el exterior gracias a los subsidios que recibe.
(5) El 27 de julio del 2001, el presidente Bush, en Washington, hablando del futuro de la agricultura y ganadería de su país decía: "Es importante para nuestra nación cultivar alimentos, alimentar a nuestra población. ¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura estadounidense, en realidad hablamos de una cuestión de SEGURIDAD NACIONAL."
(6) A más del trigo hay la experiencia con el algodón. Ecuador producía y exportaba algodón. Se le quitó la protección arancelaria y ahora importa algodón subsidiado desde los EEUU (este subsidio equivale a la totalidad del monto de producción de algodón en ese país).



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