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1 de marzo del 2006 |
Alberto Acosta
Con un pomposo título (Modelo ecuatoriano de
equilibrio general aplicado), desplegando hartas
fórmulas y acumulando números como todo buen estudio
econométrico, la Dirección General de Estudios del
Banco Central del Ecuador presentó los resultados que
espera del TLC. Sus cifras, de precisión angustiante,
son concluyentes. Si se firma este tratado, el PIB
tendría un incremento anual de 0,027%, con un impacto
inicial de 0,003%. Las exportaciones aumentarían al
principio en 0,02%, para luego, si se cumplen las
premisas del modelo, subir a 0,963%. En el caso de las
importaciones (desde EEUU), su alza sería de 1,728%,
con un aumento inicial de 0,073%. Sin embargo, como
consecuencia de la desgravación arancelaria para
productos provenientes de EEUU, el mismo banco calcula
un costo fiscal de 163 millones de dólares.
Los datos que proporciona el estudio de CORDES sobre las medicinas no dejan de ser preocupantes. Según este informe, solicitado por el equipo negociador del TLC, las pretensiones estadounidenses -como sería aceptar segundos usos para ampliar la patente de las medicinas- eliminarían o retardarían el aparecimiento de nuevos competidores. Y esta reducción de la libre competencia -a eso también apunta el TLC- se traduciría en un incremento de los precios del 186%, con la consiguiente caída de la demanda en las medicinas de 77%. A esto habría que añadir el impacto no calculado (realmente imposible de calcular) de los efectos que provocaría otra pretensión de los EEUU, la que busca patentar plantas, animales y recursos genéticos, con todas sus consecuencias ambientales, sociales y culturales. En el ámbito agropecuario las cifras son demoledoras. Un estudio de la FAO y la CEPAL demuestra que al menos el 57% de las personas que viven en las unidades productivas, algo más de 1,66 millones de habitantes del campo, dependen para su subsistencia de productos amenazados por el TLC. El garrotazo será mayor para las mujeres, por cierto. Puesto en términos regionales, las provincias más afectadas serían las de Imbabura, Bolívar, Azuay, Los Ríos, El Oro y Manabí. Y los más golpeados serían los productores de maíz suave y duro, papa y arroz, así como de fréjol, soja, carnes, quesos, cítricos, etc. En estas condiciones, aún cuando se ocultan otros ámbitos críticos en la negociación, como el de las inversiones o el de las compras del sector público, no sorprende que en las encuestas la mayoría de la población esté en contra del TLC. Las dudas se acumulan. ¿Será aceptable tanto esfuerzo negociador para casi no obtener ventaja comercial alguna? Si no vamos a ganar comercialmente con el TLC, ¿cómo entender la incorporación de cláusulas que deterioran aún más las condiciones de vida de amplios segmentos de la población e inclusive nuestra capacidad de gestión para incursionar en el mercado mundial? ¿Se justifica asumir imposiciones del "imperialismo legal" yanqui a cambio de no quedarse al margen de una peligrosa novelería? |
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