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La insignia
26 de enero del 2006


Repensar lo público, no sólo el Estado


Alberto Acosta
Diario Hoy / La Insignia. Ecuador, enero del 2006.


Fukuyama recula. El Estado, que, de acuerdo a su apología del neoliberalismo, debía ser achicado, reviste ahora la mayor importancia para la comunidad mundial. Esa es la tesis de su libro Construcción del Estado: gobierno y orden mundial en el siglo XXI (2004). Textual: "Defiendo la construcción del Estado como uno de los asuntos de mayor importancia para la comunidad mundial, dado que los Estados débiles o fracasados causan buena parte de los problemas más graves a los que se enfrenta el mundo: la pobreza, el sida, las drogas o el terrorismo".

Fukuyama recula, pero no se transforma en converso. Apenas matiza su posición. Sin caer en interpretaciones simplonas, que quieren ver en su planteamiento pura palabrería ideológica, precisamos preguntarnos a dónde pretende llegar Francis Fukuyama; personaje conocido por su anuncio del fin de la historia, formulado en 1992, y que -como bien sabemos- no se cumplió en lo más mínimo...

La pobreza, el sida, las drogas o el terrorismo no se explican por la existencia o no del Estado. No creo tampoco que esas sean las mayores preocupaciones de Fukuyama. Su planteamiento parece sintetizar las demandas del capital al Estado luego de los ajustes neoliberales. Más Estado para asegurar lo conseguido, que es mucho en términos de la profundización de la división transnacional del trabajo. Su propuesta coincide con la visión totalitaria del mercado como ideología reguladora de la economía y la sociedad, que requiere, a su vez, un Estado funcional a sus intereses. Desde la esquina neoliberal nunca se pensó seriamente en desaparecer el Estado. Se buscó reducir las capacidades estatales para impedir propuestas nacionales de desarrollo. Además, en la medida que disminuyeron sus funciones sociales, crecieron sus acentos policiales. Así las cosas, como es fácil percibir en el mundo neoliberalizado, el Estado se refuncionaliza en favor de las demandas transnacionales.

Desde esta perspectiva, dejar de defender un Estado caduco es cada vez más urgente. No sumarse a la ola de las reformas neoliberales, es más que aconsejable. Reinventar el Estado y la misma democracia, propone Boaventura de Souza Santos. Esto significa repensar lo público estatal, tanto como público "societal". Tarea que, entre otras muchas acciones, exige desprivatizar lo público estatal al servicio del capital transnacional o de nomenclaturas privilegiadas. Tarea que convoca a replantear también los espacios de acción estratégica de lo estatal desde lo local, dando cada vez más importancia a los ámbitos regionales y globales. Y en esta tarea habrá que replantearse por igual aquellas instancias de la 'sociedad civil' en donde los intereses colectivos no pueden ser representados por estructuras estatales ni por lógicas excluyentes de mercado.

Esta reflexión colectiva, que debe ser asumida desde la multidimensionalidad, nos invita a repensar simultáneamente el mercado. Este, en tanto espacio de construcción social, necesita un marco legal y social adecuado. Ya Karl Polnayi, hace más de medio siglo, nos recordaba que "el mercado es un buen sirviente, pero un pésimo amo". Y para que este sirviente sirva, necesitamos estructuras públicas estatales y sociales -democráticas-, que lo organicen.



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