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20 de enero del 2006 |
Daniel Gatti
Pese al rechazo de los consumidores locales a los organismos genéticamente modificados (OGM), la transnacional estadounidense Monsanto se ha fijado como objetivo controlar la producción europea de maíz introduciendo en ese continente sus líneas de soja transgénica.
Así lo advirtieron dos organizaciones ecologistas internacionales de renombre, Greenpeace y Amigos de la Tierra, que se dijeron a su vez alarmadas por dos decisiones tomadas la semana pasada por la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), que fueron interpretadas como sendas "victorias" de Monsanto. Por un lado, la Comisión ordenó a Grecia volver a autorizar los cultivos de semillas de maíz genéticamente modificado, y por otro autorizó la comercialización en la UE de tres tipos de maíz transgénico durante un lapso de diez años. Esta última decisión está acompañada de otra por la cual se prohíbe la producción de los tres tipos de maíz en suelo europeo, es decir que deberán ser fabricados probablemente en Asia o América Latina. Paradoja habitual en el fabuloso negocio de las semillas: uno de los de maíces genéticamente modificados autorizadas por la Comisión, el "GA 2'1", está especialmente concebido para resistir al herbicida Roundup Ready, fabricado por... Monsanto. Según dirigentes regionales de Greenpeace, la Comisión Europea está comenzando a desarmar el andamiaje que, bajo la presión de numerosas organizaciones sociales, la UE había logrado construir trabajosamente en los últimos años para, al menos, enlentecer la penetración en el sector del gigante biotecnológico. A comienzo de 2005, y echando mano a normas de la UE que permiten a un Estado miembro prohibir cierto tipo de productos en suelo nacional, Grecia resolvió provisoriamente -para la cosecha 2005 - 2006- no autorizar 17 cepas de maíz transgénico derivadas del cultivo madre MON 810 que ya habían obtenido el visto bueno de la UE. Esa resolución griega debía ser refrendada por los otros países para quedar firme. Al no haber consenso al respecto entre los ministros de Agricultura de los Estados miembros, terció la Comisión, de acuerdo a la cual Atenas no tenía razones valederas (sanitarias o de seguridad) para oponerse a la comercialización de las semillas de Monsanto. El organismo de la Unión se funda en que científicos europeos ya habían evaluado a las semillas derivadas del MON 810 y concluido que no presentaban peligro alguno para la salud humana. Ahora a Grecia le queda el recurso de apelar ante la Corte Europea de Justicia, con sede en Luxemburgo. "En cuatro años, la transnacional que ha impulsado el debilitamiento de las leyes de protección al ambiente, a los consumidores y a los agricultores vigentes en la UE, puede llegar a controlar la producción europea de maíz con sus semillas transgénicas", alertó Amigos de la Tierra. A fin del año pasado la dirección de Monsanto anunció que antes de 2010 plantaría en Europa, 59 millones de hectáreas de maíz Roundup Ready y 32 millones de maíz resistente a insectos. "Europa es nuestra siguiente oportunidad", luego que consiguieran penetrar en los mercados latinoamericanos, asiáticos y africanos, dijeron los directivos de la firma a sus accionistas en noviembre de 2005. Hasta ahora, la UE había armado una suerte de escudo que le permitía hacer frente a la ofensiva de la principal transnacional del sector. Desde 1998, destaca Amigos de la Tierra, no se han autorizado en Europa nuevos cultivos de transgénicos. "El cultivo comercial en toda la Unión se limita a España, donde se puede sembrar sólo un tipo de maíz genéticamente modificado, la superficie sembrada se ha reducido en el último año y la resistencia de la sociedad es cada vez más visible", indica el grupo ecologista. La organización ambientalista recuerda igualmente que ya hay 165 regiones y 4.500 localidades europeas declaradas libres de transgénicos, al tiempo que diversos sondeos de opinión realizados en el área muestran que 70 por ciento de la población comunitaria rechaza ingerir alimentos elaborados con base en organismos genéticamente modificados y que numerosos grandes productores y distribuidores excluyen su utilización. Sin embargo, el poder del gigante biotecnológico es inmenso (a fines de 2004 tuvo beneficios por 5.400 millones de dólares) y el escudo protector ya se está erosionando. Tiempo atrás, Monsanto ya había ganado una batalla en su lucha por imponer su producción en el área cuando la Oficina Europea de Patentes confirmó una patente de soja transgénica contra la cual Greenpeace había presentado un recurso. "Los planes de Monsanto para Europa son alarmantes. A la luz de lo que ha pasado en los últimos años en España y los numerosos problemas que han provocado los cultivos transgénicos en este país, es imprescindible que la Comisión Europea y los gobiernos nacionales impidan que la transnacional se haga con el control de una parte importante de la agricultura europea", advirtió Liliane Spendeler, coordinadora del área de biotecnología de la filial española de Amigos de la Tierra. Spendeler remarcó también que la firma de origen estadounidense "ha tenido una influencia evidente en el diseño de la política sobre transgénicos en países como Estados Unidos y Brasil", y cómo en este último país y en Paraguay ha logrado comercializar semillas a pesar de estar prohibidas. Por su lado, el presidente de la Federación Agraria de Argentina, Eduardo Buzzi, denunció que Monsanto "puede llegar a convertir a los agricultores nacionales en arrendatarios de semillas y lograr la privatización de los recursos genéticos vegetales. Si en Europa no reaccionan a tiempo, a la larga irán por el mismo camino", agregó Buzzi, que en abril de 2005 realizó una gira por Europa para alertar sobre "la ofensiva de Monsanto". Para Liliane Spendeler, "los gobiernos deben dejar de servir los intereses de grandes empresas como Monsanto y dar prioridad absoluta a los intereses de sus ciudadanos y del medio ambiente". |
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