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La insignia
31 de enero del 2006


__Especial__
España, 1936-1939
Cultura popular


Juan Vicéns
De España viva. El pueblo a la conquista de la cutura. 1938.



(...) Al comenzar la guerra, evidentemente, todo el trabajo cultural quedó suspendido; se debía partir al frente, ocuparse del armamento, del transporte, de los víveres... Pero pasados los primeros momentos, el interés por el trabajo cultural se hizo sentir de nuevo con una crecida intensidad. Los heridos obligados a permanecer en reposo fueron los primeros en solicitar libros, después los milicianos los reclamaron en su entorno, y más tarde, las guarderías infantiles.

Los batallones se habían formado al azar, hombres de diferente origen se encontraron juntos de repente, conviviendo día y noche, unidos en la misma lucha. Los que no poseían ni cultura ni formación política pronto advirtieron que sus camaradas estaban instruidos y que esta instrucción también les sería útil para sí mismos y para vencer. Los más cultivados sabían por qué se encontraban allí y les explicaban a los demás las razones profundas que les habían llevado a luchar. Los ignorantes les admiraban ingenuamente. ¿Eran capaces de prever los acontecimientos? ¿De dónde les venía este don?

Los pobres campesinos de Castilla y de Extremadura comprendieron pronto que este don procedía de la cultura y de la instrucción. ¿Por qué no instruirse ellos también? Así, cuando iban a Madrid no dejaban nunca de aprovisionarse de libros, y cuando supieron que su batallón tenía derecho a una biblioteca, ¡había que ver su entusiasmo! Los libros no serían más el privilegio de los señoritos, pertenecían al pueblo.

Se puede decir que desde el comienzo todos los milicianos comprendieron que luchando por la libertad luchaban también por el derecho a la cultura para ellos y para sus hijos. El cartel de Cultura Popular con la leyenda «El fusil de hoy es garantía de la cultura de mañana» respondía bien al sentimiento de todos los combatientes republicanos.

Cultura Popular, una vez instalada en el local, se puso al trabajo como todas las organizaciones culturales: la Alianza de los Intelectuales para la Defensa de la Cultura, las secciones culturales de la Juventud Socialista Unificada, los Ateneos libertarios, las asociaciones estudiantiles, etc.

Los conventos abandonados por los frailes o los religiosos, los palacios, las casas de los rebeldes huidos, los locales oficiales que las circunstancias obligaban a cambiar de destino, numerosos edificios no utilizados hasta ese momento, de repente conocieron una nueva actividad. La mayor parte de estos edificios fue asignada a organizaciones culturales; un hecho que testimonia la sed de cultura del pueblo español. El primer impulso era siempre establecer escuelas, bibliotecas y guarderías infantiles concebidas como centros de enseñanza. También las organizaciones puramente políticas reservaron siempre una parte de sus locales para el trabajo cultural. Ha sido un esfuerzo verdaderamente magnífico.

Evidentemente, el curso de la guerra ha impedido con frecuencia estas hermosas realizaciones; los acontecimientos cada vez más dramáticos absorbieron la actividad general, pero es con pesar como se ve la transformación en cuarteles de las casas que se había soñado convertir en escuelas.


Cultura Popular se adapta las circunstancias creadas por la guerra

Cultura Popular comenzó a trabajar en cuanto obtuvo un local. El ministerio de Instrucción Pública y la Cámara Oficial del Libro le dieron su apoyo; los periódicos y la radio le han permitido difundir su propaganda, gracias a la cual han afluido las donaciones de libros procedentes de particulares o de editoriales. ¡Qué generosidad la de los que aportan libros u ofrecen su tiempo libre para leer a los heridos! A falta de estanterías los libros se amontonan en todas partes: en la cocina, sobre las mesas, en el suelo... Desde su recepción se los clasifica en tres grupos: el primero comprende los libros sin interés, pornográficos o de ideología fascista; el segundo grupo se compone de los ejemplares destinados a la Biblioteca Central; y al tercero, que comprende la mayor parte de los libros recibidos, se lo destina a las bibliotecas circulantes. La elección de los libros que contiene cada envío se realiza conforme a los deseos y las necesidades expresadas por sus destinatarios, e incluso se imprime una lista que facilita los trabajos de inventario y registro, de manera que la biblioteca pueda funcionar desde el momento en que se le remiten los ejemplares.

Sin demora, los libros se escogen, embalan y distribuyen por los vehículos de Cultura Popular o se remiten junto con los envíos de la organización a la que están destinados. Equipos de especialistas inspeccionan regularmente las bibliotecas de los hospitales, de los cuarteles, de las guarderías infantiles y de las trincheras, prodigan consejos a los bibliotecarios y se interesan por los gustos y las necesidades de heridos y milicianos.

El número de estas bibliotecas aumenta diariamente, y la actividad es tan febril que Cultura Popular ha constituido más de cuatrocientas bibliotecas en menos de dos meses; hoy, sólo en la provincia de Madrid, hay más de 800. Una nueva biblioteca central abierta en Valencia mantiene la misma actividad.

Durante los primeros meses se siguió el plan original de Cultura Popular, en el que el principio era actuar a través de diversas organizaciones y coordinar sus esfuerzos. De esta manera, su acción era indirecta. Pero estas organizaciones han sido cada vez más absorbidas por el esfuerzo de la guerra, y los responsables del trabajo cultural han tenido que abandonar su tarea para ocuparse del abastecimiento, las municiones, etcétera. Para hacer frente a la situación Cultura Popular ha tenido que actuar directa e inmediatamente y establecer su trabajo sobre nuevas bases ante la imposibilidad de contar con los antiguos equipos de inspectores de bibliotecas, absorbidos por sus tareas desbordantes. Así, las relaciones de Cultura Popular y de los responsables de las bibliotecas se han sustituido por las relaciones directas con los propios lectores.

Cuando los grupos de milicianos formados espontáneamente en los primeros días de la guerra se transformaron en batallones organizados -primer paso hacia el magnífico Ejército Popular de hoy día-, de todas partes se reclamaban libros de técnica militar. Los milicianos y los nuevos oficiales sentían la necesidad de formarse militarmente, y Cultura Popular, que disponía ahora de un buen mecanismo de distribución de libros, puso sus servicios a disposición del Estado Mayor y de la Inspección de las Milicias. Investida del poder necesario por las autoridades reunió en un mes una gran cantidad de libros militares, con los que ha formado más de doscientas bibliotecas, realizado un trabajo fundamental en este momento de la guerra.

Se debe señalar que Cultura Popular no distribuye sus libros directa e individualmente a los milicianos, porque supondría desperdigarlos y arriesgarse a que cada volumen no tuviera más que un solo lector; pero al constituir bibliotecas cedidas a las unidades militares o a las organizaciones se ha evitado este inconveniente, ya que estas bibliotecas están organizadas sobre la base del préstamo.

Por otro lado, desde el comienzo de la guerra, los periódicos tiraban diariamente para los heridos y los milicianos una gran cantidad de ejemplares suplementarios que cada cuartel y cada hospital debían recoger mañana y tarde. Numerosos vehículos hacían así una gira por todas las redacciones y originaban un tráfico y un trasiego innecesario. Fue por ello que Cultura Popular se ofreció a centralizar este servicio; un solo vehículo de Cultura Popular hacía la gira por los periódicos y se encargaba de su distribución. A veces, algunas organizaciones debían recoger los números que se reenviaban a Cultura Popular, pero el resto los repartía Cultura con la mejor combinación de itinerarios posible. De este modo no sólo se simplificó el trabajo, sino que también se consiguió una excelente economía de recursos: cada día se distribuían más de 30.000 diarios, sin contar los numerosos semanarios.

Asimismo, los dos servicios, el de distribución de libros y el de periódicos, se encuentran en estrecha relación con la organización del trabajo político entre los milicianos. Las Misiones Populares, cuyo proyecto fue concebido por Cultura Popular antes de la guerra, se han transformado en misiones de agitación en los frentes y en la retaguardia. Cultura Popular ha tomado a su cargo dos camiones que pertenecían a una asociación de editores para ir a vender libros a los campos. Estos dos camiones cerrados están equipados de tal manera que se pueden transformar en librería ambulante, transportando en otro las instalaciones de radio y de cine. Regularmente han emprendido giras a los distintos frentes acompañados de oradores de diversos partidos y organizaciones (desde la Unión Republicana a la F.A.I.), además de escritores y artistas de la Alianza de Intelectuales. En el curso de un viaje de tres o cuatro días se distribuye una media de 50.000 revistas y folletos, y se da un buen número de mítines y conferencias con el auxilio de la radio y del cine. ¡Qué alegría para los campesinos y milicianos el recibir estos coches que, a menudo, han tenido que soportar la metralla del enemigo! Gracias a estas giras y a la distribución de las bibliotecas y de la prensa, el trabajo de Cultura Popular se ha encontrado desde el comienzo con el de los camaradas que formaron el primer núcleo de la magnífica organización de los comisarios políticos. En el momento del avance enemigo sobre Madrid, el trabajo de estos camaradas se intensificó y se conoció el papel primordial jugado por el cuerpo de comisarios políticos en la transformación de las milicias en ejército popular regular.

Actualmente, Cultura Popular continúa su obra en relación constante con los comisarios: les suministra el material necesario para su trabajo, les ayuda a organizar las casas de cultura, los hogares del combatiente en el frente y en la retaguardia, y los hospitales.

Cultura Popular ha organizado también numerosas fiestas infantiles, cuyo éxito ha sido considerable, bien en los locales públicos frecuentados por los niños, bien en las guarderías o en las casas de los mismos pioneros (1). Aunque la guerra ha obligado a Cultura Popular a dejar el método indirecto, que debía ser el suyo, por una acción directa e inmediata, no la ha hecho olvidar su fin esencial. Su trabajo en la guerra, por el que se ha ganado la simpatía y la confianza de todos, también le ha permitido sentar las bases de su trabajo futuro: la eficacia de su acción está demostrada plenamente en todas partes.

Una biblioteca central de más de 15.000 volúmenes cuidadosamente escogidos garantiza una larga vida al movimiento. Esta biblioteca se ha organizado durante el transcurso mismo de la guerra como una biblioteca modelo, bajo la dirección de especialistas. Otro tanto se puede decir las demás ramas de su actividad. Y en cuanto a los que han llevado el trabajo en el curso de las giras de agitación, que se han hecho conocer y querer en los lugares por los que han pasado, no cabe duda de que, después de la guerra, serán unos excepcionales embajadores culturales.

Los múltiples trabajos de Cultura Popular han permitido formar a un magnífico equipo de especialistas en una escuela extraordinaria. Un porvenir prodigioso les espera tras la victoria.


(1) Denominación de los niños pertenecientes a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU).



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