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2 de diciembre del 2006 |
A fuego lento El misterioso fantasma de la guerra interétnica
La Insignia. Guatemala, diciembre del 2006.
I
Quizá el dilema central de los movimientos emancipadores haya sido el de cómo evitar la simple inversión del orden social y político que intentan eliminar, tratando, por el contrario, de lograr su superación cualitativa para incorporar a los vencidos al nuevo proyecto. En otras palabras, cómo liberar no sólo a los oprimidos sino también a los opresores. Es obvio que invertir o darle vuelta a la misma moneda despoja a los movimientos emancipadores de su carácter emancipador y los vuelve un elemento de continuidad del autoritarismo, el elitismo, la intolerancia, la explotación y la opresión. Es decir, un poco más de lo mismo. Los resultados de la propuesta de voltear la moneda o, para ponerlo en términos vernáculos, la tortilla, pueden imaginarse a partir de situaciones como las descritas en escenificaciones como "La epopeya de las Indias españolas" o en canciones como "Si el norte fuera el sur". En ambos casos los resultados son absurdos, porque no se trataría de que los indígenas oprimieran a los españoles ni de que Menchú fuera Cindy Crawford, sino de que se evitara la opresión y se cuestionara por lo menos (no a Cindy Crawford como persona sino) al personaje que ella representa: un paradigma de mujer construido para el consumo masivo de los valores de la industria cultural, sintetizados en el glamour que no existe sino en las portadas de Cosmopolitan. Esto, sin embargo, sería mucho pedirle al teatro de entretención y a Televisa. Pero no es mucho pedirle a los movimientos emancipadores, como los etnonacionalismos, los feminismos y otros "ismos" posrevolucionarios. Al contrario, ésta es una exigencia que las ciudadanías del mundo tendrían que hacerles a estos movimientos. El problema surge cuando los etnonacionalismos, feminismos, neoliberalismos y demás "ismos" se tornan esencialistas y fundamentalistas. Es decir, cuando se proclaman como portadores de verdades esenciales, inamovibles e indiscutibles, y cuando postulan sujetos esenciales, fundamentales y superiores a los sujetos con los cuales conviven, proponiendo superarlos pero, en realidad, buscando darle vuelta a la tortilla nada más. Así, los etnonacionalismos fundamentalistas se autoconstituyen en liberadores del yugo del racismo y el etnocentrismo, pero ellos mismos buscan ocupar el lugar del opresor contra el que luchan para poder oprimirlo. Igualmente, los feminismos antimasculinos buscan voltear la tortilla del machismo y convertir a ciertas mujeres en los sujetos que hagan a los hombres todo lo que éstos les hacen a las mujeres. Así las cosas, los movimientos pretendidamente emancipadores, al esencializarse postulando por ejemplo a Los "Mayas" o a La Mujer (con mayúsculas) como sujetos superiores, dejan de ser emancipadores para pasar a ser otra versión del viejo autoritarismo. El esencialismo y el fundamentalismo, en general, implican métodos violentos para imponer sus verdades pretendidamente esenciales y reveladas al resto de la humanidad que, según estas ideologías, no entiende ni sabe lo que le conviene y, por ello, hay que imponerle su liberación por la fuerza. Así se explican las guerras étnicas, como la que algunos agitadores amenazan con desencadenar en vista de que el 20% de un electorado escuálido votó "No" a las reformas constitucionales emanadas de los acuerdos de paz entre Gobierno, Ejército, guerrilla y cooperación internacional, en una Banana Republic convertida recientemente en democracia de maquiladoras, la cual ostenta el raro cuanto irónico apelativo de Guatemala. Y bien, ¿cómo se gesta una guerra étnica en estas circunstancias tropicales? II He dicho en otros artículos que las posiciones fundamentalistas de la ideología mayista han ido reduciéndose a núcleos más pequeños que los que inicialmente se vieron encendidos en el patrio ardimiento de ideas como las siguientes: a) que los "mayas" son descendientes directos de los Atlantes, seres superiores que desaparecieron con el hundimiento de la Atlántida; b) que su destino manifiesto es recobrar el dominio de esta parte del territorio americano; c) que su origen los hace superiores a otros grupos humanos de más reciente formación, como los ladinos, a quienes consideran intrusos en el territorio y en la historia y frente a los cuales el sujeto esencialista y fundamentalista "maya" se construye como contrapartida binaria, para lo cual se inculpa al ladino de todas las desgracias de los "mayas" y, por tanto, se lo postula como el enemigo estratégico a ser eliminado. Las comillas o cursivas en el término "maya" obedecen a que se trata de un nombre autoasignado por los impulsores de la ideología mayista, la cual, partiendo de la política basada en la identidad (Identity Politics), que enarbolan las minorías étnicas en Estados Unidos, instituye su sujeto antiladino como paradigma del victimismo y, por ello, como el sujeto escogido para una liberación que se encuentra escrita en las profecías de ciertos libros precolombinos, a los que se les otorga estatuto de verdad revelada. Este es el núcleo ideológico del esencialismo y el fundamentalismo mayistas a los cuales me he opuesto sistemáticamente. Estos no se equiparan con las justas luchas que los indígenas libran por sus derechos culturales, sociales, económicos, y por obtener un estatuto de igualitariedad en la sociedad guatemalteca. No todos los grupos indígenas que luchan por sus derechos lo hacen enarbolando el mayismo esencialista, aunque echen mano del construccionismo identitario. Mi crítica se centra en aquél, y no es una crítica a todos los indígenas ni mucho menos una negación de su derecho a ser ciudadanos plenos en el país en que viven. Ocurre, sin embargo, que el fundamentalismo necesita caracterizar al "otro" como maligno para así constituirse él como bueno, y el sambenito de "racista" ("infiel") es lo primero que esgrime cuando alguien osa poner en entredicho su dogmatismo, su fundamentalismo, su fanatismo, su autoritarismo y su concomitante guerrerismo. Es así que el fundamentalismo mayista quiere darle la vuelta a la tortilla y hacer con los ladinos todo lo que dicen que los ladinos hacen con ellos. No es, por tanto, un movimiento emancipador. Es, obviamente, una ideología racista y retrógada que poco tiene que ver con las reivindicaciones reales de los indígenas y en mucho menos ayuda a que éstos de veras las obtengan por el medio más plausible para lograrlo: la negociación política. El sueño delirante de la guerra interétnica, que fantasea con instaurar un "Estado maya" y con oprimir y eliminar a los ladinos, planea dividir el territorio y fundar estados étnicos confederados. Las posiciones más "suaves" proponen permitir la sobrevivencia de un "Estado ladino" en relaciones de confederación con el resto de "Estados mayas". Nuestro minúsculo país pasaría así a ser un Estado Multinacional que quizá se llamara Unión de Repúblicas Democráticas Mayas, con un Estado Libre Asociado (el "Estado ladino") como apéndice. Ni más ni menos la misma situación de "La epopeya de las Indias españolas" y de "Si el norte fuera el sur": el absurdo Pero, ¿por qué es que a pesar de ser una ideología minoritaria en el concierto de los movimientos indígenas, todavía persiste este delirio fundamentalista? III Sin duda, el sueño de la "guerra maya" es un sueño de élites. Puñados de intelectuales encandilados con el estudio de situaciones coloniales y poscoloniales en los países africanos recién independizados, y que transpolan sus conocimientos mecánicamente a la situación guatemalteca. Algunos vienen de la lucha armada y soñaron con llegar al poder por medio de los comandantes de la URNG para después traicionarlos e instaurar su "Estado maya". El sueño tuvo, como se sabe, que posponerse, y ahora luchan con los acuerdos de paz en la mano y con la idea de la guerra interétnica en el alma. Son una minoría, pero son. Y no crea usted, lector estupefacto, que en estas élites sólo hay indígenas. No. También hay ladinos que abjuran de su condición étnica y que, expiatoria cuanto suicidamente, adhieren al sueño de la "mayanización" total. Este sueño delirante no es exclusivo de Guatemala. Campea en todos los movimientos indígenas de América Latina, como ocurre en Sudamérica, en donde algunos grupos buscan restituir la unidad política del Tahuantinsuyo, borrando las actuales fronteras. Algo parecido ocurre con la restitución del Mayab. Al carajo México, Guatemala, Honduras y El Salvador. Estos países recientes no son sino intrusos en territorio "maya", sí señor. He dicho varias veces que personalmente no creo que haya posibilidades de una guerra interétnica en Guatemala, pero eso no quiere decir que no haya individuos y grupos que la estén azuzando. Además, éste ha sido siempre el petate de muerto con el que el fundamentalismo mayista más recalcitrante ha buscado asustar a los ladinos, aún cuando su discurso niegue esos sueños y se victimice ante sus benefactores extranjeros. La "angustia ladina" que muchos mayistas indígenas y ladinos señalan en quienes hacemos estos análisis tiene, pues, cierta base real. Sólo que más que angustia es acción ladina, a la cual tenemos derecho quienes asumimos nuestra identidad étnica sin falsas vergüenzas ni manipulados sentimientos de culpa. Pero volviendo al punto, sigo creyendo que no es posible una guerra étnica porque: ¿quién la financiaría? ¿de donde saldrían las armas? ¿qué países la apoyarían? Como se sabe, los etnonacionalismos y demás "ismos" posmodernos son financiados por la cooperación internacional, que tiene una agenda interna (la de cada país donante) que satisfacer. Quienes actúan como intermediarios entre donantes y recipiendarios no tienen mucha idea de lo que están haciendo. Y los recipiendarios necesitan la plata de la cooperación internacional. En este despelote confuso es que se ubica la discusión y el debate interétnico en Guatemala, y como parte de él es necesario aislar teóricamente las posiciones fundamentalistas, que esgrimen como verdad lo que son meras tácticas (válidas, por cierto) para abrirse un espacio de lucha. También se hace necesario incluir a la cooperación internacional en el análisis y en el debate. En tal panorama, la guerra no parece ser una posibilidad a menos que la cooperación internacional la financie. En todo caso, la posición adecuada no es estar en contra de toda la cooperación internacional ni de todos los indígenas, sino en contra de la cooperación internacional que financia los fundamentalismos populistas y etnicistas, y en contra de los indígenas y ladinos que impulsan estos movimientos. Y bien, ¿si no es posible una guerra interétnica, que pasará con el fundamentalismo mayista? IV He dicho también en otros artículos que la turistización de las culturas populares de países como Guatemala es una de las opciones inmediatas frente a la globalización. Esto lo estamos viendo desde hace varios años en todo el altiplano guatemalteco. Ceremonias, rituales, costumbres y demás se ponen en escena para el turista, haciéndoles convenientes agregados para darles mayor dramatismo y efecto de realidad. Las cosmovisiones empiezan a pasar al mismo plano, y se mercantilizan en forma de libros, calendarios y otros objetos "occidentales". El dilema es: ¿serán los indígenas los dueños de su industria turística, o serán nuevamente instrumentalizados para que otros empresarios se lleven el margen de lucro correspondiente? Otro dilema, más teórico si se quiere, es: ¿cuánto de verdad y cuánto de ficción hay en todo este constructo cultural, espiritual, cosmogónico y cosmológico "maya"? Y más aún: ¿importa realmente el deslinde entre verdad y ficción, sobre todo después del aporte de David Stoll a la discusión acerca de que no hay nada de extraño ni de malo en el hecho de que la memoria se modifique según conveniencias y objetivos políticos y de otras índoles? Responder a estas preguntas debería ser el resultado del debate interétnico, y no el insulto personal, la descalificación y la ya desgastada acusación de "racista" a quien no acata como autómata los decires de los sacerdotes del mayismo. Mucho menos amenazar abiertamente con la guerra interétnica. Porque, veladamente, ésa ha sido la amenaza detrás de la retórica del mayismo fundamentalista, y la causa de la "angustia ladina" que muchos critican no veo por qué, ya que si a alguien lo amenazan es normal que se ponga a la defensiva. Finalmente, la hegemonía ladina, pienso, debe ser disminuida en la medida en que la negociación interétnica y el proceso de democratización se realicen mediante procedimientos más transparentes que los pactos entre las cúpulas de la guerra-paz. Mientras el mayismo se guarezca bajo esa sombrilla, participará de la falta de credibilidad de todo ese proceso, expresada en el abstencionismo de la reciente consulta popular, la cual quiere ser abolida en sus resultados por sus impulsores: el Gobierno, la URNG, la cooperación internacional y el mayismo, evidenciando así el autoritarismo que se esconde detrás de la máscara democrática en los socios de la empresa Pazguerra, Inc. La hegemonía debe disputarse por medios pacíficos: a ese proceso de lucha por la hegemonía es a lo que llamo negociación interétnica, y no a pactarlo todo en una mesa de hotel de cinco estrellas. Y bien, ¿debemos despreocuparnos de la posibilidad de la guerra interétnica sin olvidarnos de los alucinados que la impulsan según ellos en secreto? ¿Se turistizará todo este fervor mayista al final, y en eso acabará el financiamiento internacional a los esencialismos etnicistas? ¿Se democratizará étnicamente el país? ¿O debemos preocuparnos y ocuparnos de la posibilidad de una guerra interétnica? ¿Hay quién la financie? ¿Hay armas a la disposición de las potenciales tropas "mayas" que tomarían poblados y ciudades para fusilar en masa a los odiosos ladinos? Todas estas preguntas deberían responderse también en el curso del debate interétnico. Yo pienso que el mestizaje y la articulación de las diferencias es tal en Guatemala que la diferencia entre indios y ladinos depende ya sólo de la autoidentificación, y ésta depende de múltiples condicionantes dignos de ser estudiados en el marco de las muchas formas de ser un sujeto interétnico en Guatemala. El sujeto interétnico, y no el sujeto ladino o el "maya", debería ser el objeto de estudio de quienes se interesan en la democratización interétnica. Esta dirección metodológica es una óptima manera de neutralizar los delirios de la "guerra maya" en las calenturientas mentes de quienes abogan por darle la vuelta a la tortilla tiesa del racismo, con la que anhelan puyar mortalmente a los ladinos. 28 y 31 de mayo; 4 y 7 de junio de 1999. |
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