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21 de diciembre del 2006 |
Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
El en general desorientado y desbocado panorama editorial nos sorprende de vez en cuando con algunos libros que no son el producto de una estrategia comercial ni responden a las superfluas y olvidadizas urgencias del momento. Pueden haber sido escritos en pocos meses y sin embargo llevan el sello de lo que ha sido pensado durante años, responden a una convicción íntima del escritor y son la cristalización de sus más permanentes preocupaciones en la confluencia del momento histórico que le ha tocado vivir. No tiene por qué ser el mencionado momento de especial trascendencia en el horizonte de la historia pero sí importante para el escritor. Hay escritores que, debido a su dilatada carrera, parecen captar las tensiones sociales de manera casi imperceptible y, sin embargo, la sensibilidad, fina o aguda o hiperestésica, le señala los rumbos que han de tomar sus escritos. Si nunca es de recibo pensar que el escritor escribe al margen o aislado de la sociedad, ni siquiera en los casos más radicales como en las dos primeras décadas del siglo XX, al hilo de la propuesta de deshumanización del arte, que al cabo no resultó tal, en los tres casos que quiero comentar, tal alejamiento es imposible, aunque la distancia sea necesaria, como propone uno de ellos.
Los libros de los que he hablado, aunque sería más correcto decir los escritores a los que me refiero, son Luis García Montero y su último ensayo, "Los dueños del vacío", José María Ridao y "Elogio de la imperfección" y, por fin, aunque su impulso, su magisterio y sus reflexiones sobre la literatura estén en la base de los anteriores, Claudio Guillén y "De leyendas y lecciones". El escritor y la sociedad "Los dueños del vacío" se subtitula "La conciencia poética entre la identidad y los vínculos". García Montero es un escritor, sobre todo poeta, en quien el compromiso político ha sido uno de los vectores de su escritura, o mejor sería decir de su compromiso literario. Otro ensayo anterior, "Poesía, cuartel de invierno", lo escribe en la estela de Percy Bysshe Shelley. Este es una moderna defensa de la poesía, aquel es una indagación en las relaciones entre poeta y sociedad en la Modernidad, sobre todo en la literatura en español de la primera mitad del siglo XX, aunque a veces se vea obligado a continuar en la segunda porque, a pesar de la historia, no hubo una cesura absoluta entre las dos mitades del siglo. O dicho en plata, la Guerra Civil logró un cambio radical en la política y en la sociedad. En la cultura, a pesar de los esfuerzos por imponer un modelo ultraconservador, de un modo u otro, los más valiosos escritores e intelectuales lograron sortear las censuras, los problemas, las suspicacias y las incomprensiones, y, a veces de mejor manera y otras no tan bien, lograron mantener vivo el hilo de una tradición que se hacía en España y en Hispanoamérica, como, por otra parte, han señalado ya muchos ensayistas, Claudio Guillén entre ellos con sus trabajos sobre el exilio interior, los transterrados, o el libro que me propongo comentar en la tercera parte del ensayo, Jordi Gracia en "La resistencia silenciosa" (1) o Ramón Buckley en "La doble transición" (2), que trata ya de la España de los años setenta. Los poetas que trata son previsibles, lo que no significa que sea malo, simplemente que García Montero eligió a sus maestros de entre todos los que la poesía contemporánea le ofrecía en un determinado momento de su aprendizaje de poeta y a ellos se mantiene fiel, a ellos o a una idea que encarnan en su hacer humano y literario. Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Pablo Neruda le sirven de referentes para explorar lo conflictos entre una subjetividad moderna, y por tanto escindida, y la necesidad de diálogo que se constituye como objetivo necesario en la poesía moderna a pesar del solipsismo de parte de la poesía moderna. Con todo lo más interesante del libro es la introducción. En un lúcido ejercicio de crítica, García Montero encara los errores de la izquierda, su tendencia a cerrar filas en torno a aquellos que se han tenido referentes morales de la izquierda a pesar de lo que hicieron y de lo que omitieron o escondieron. El libro, desde los inicios, toma así un afortunado y buscado sesgo político que le sirve para exponer lo que piensa de la poesía, los poetas y la sociedad española de ahora mismo en su tensión entre los vínculos identitarios que han florecido de la sinrazón y algunos movimientos desde la izquierda hacia posiciones reaccionarias. En su denuncia del cinismo importante, de la confusión ideológica, de la negativa a mirar de frente la realidad, García Montero apela ala conciencia, aquello que se sitúa en un punto intermedio entre el vínculo y la subjetividad, y que obliga a pensar en cada uno de los asuntos, de los acontecimientos, de las opciones éticas y estéticas, sin que se puede despachar ninguno de ellos con el burdo auxilio de los tópicos o las soluciones prefabricadas. Si "Los dueños del vacío" es un recorrido interesantísimo por las sendas de la poesía contemporánea en español, lo es aún más, arriesgando además su consideración social, política y literaria, por lo que tiene de político. La conciencia, dice García Montero, y le asiste toda la razón, la conciencia y no las burocracias de partidos o de medios de comunicación, es la que nos ha de orientar y con la que hemos de delimitar el territorio de lo que es la izquierda y lo que es la derecha, lo que contribuye a la reforma social y humana, a la liberación de los tópicos gastados y las tradiciones muertas que asfixian, lo que nos conduce hacia una sociedad más humana.
(1) Jordi Gracia. "La resistencia silenciosa". Barcelona: Anagrama, 2004. |
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