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26 de agosto del 2006 |
Mario Roberto Morales
En varias ocasiones he insistido en que entre los replanteamientos que la izquierda debe hacer para su inserción efectiva en este mundo de la globalización (ya en crisis también), está el de reformular (ampliándolo) su sujeto político. Si bien se ha llegado al convencimiento de que el obrero y el campesino ya no constituyen un sujeto político históricamente válido para realizar los cambios sociales y económicos que puedan ubicar a las mayorías trabajadoras en las ventajas que desperdician las elites, aún no se ha definido un nuevo sujeto político para realizar lo que la alianza obrero-campesina y, sobre todo, sus flamantes vanguardias de intelectuales, no realizaron: un régimen político con justicia social (que ya no puede ser el socialismo que conocimos como "real", obviamente). La dificultad radica en que el nuevo sujeto político tiene que ser interclasista y, en nuestro caso, también interétnico.
El sujeto social de una fuerza política (no socialista "real") que se proponga realizar cambios en beneficio de las mayorías, tiene que partir de la convicción de que esto sólo lo puede hacer desde la hegemonía que le puede otorgar el control de un Estado fuerte que conviva con el libre mercado asumiendo la democracia participativa. Ningún proyecto de izquierda puede prosperar si el Estado se reduce a un grupo de burócratas encargados de hacer cumplir la majestad de una ley dictada por elites que buscan sustituir las disposiciones sociales y económicas estatales por la dinámica de los negocios. En tal panorama, no valdría la pena luchar por el poder del Estado. Y es por ello que el único enemigo estratégico de un proyecto de izquierda es, hoy por hoy, el fundamentalismo neoliberal, el cual -dicho sea de paso- constituye sólo una mínima porción (bastante mal vista, por cierto) de las derechas ilustradas. Con el resto de segmentos de ésta, cualquier proyecto de izquierda puede (y debe) negociar y convivir políticamente. Como se sabe, el neoliberalismo fundamentalista mete en el mismo costal a la derecha que todavía aboga por un Estado que le brinde ciertas prebendas, a los centros y las izquierdas políticas sin discriminación, y a todos estos sectores los etiqueta como "socialistas". Con esto, lo que hace es crearse un amplio conglomerado social y político de anticuerpos que, por lógica contradicción, puede constituir el sujeto político ampliado de la izquierda. Una izquierda aliada obviamente con los centros y las derechas que crean correcto luchar por un Estado fuerte y no corrupto. El sujeto político de la izquierda no se diferencia en este momento, pues, del sujeto político de la derecha que no es neoliberal, ni del de los centros y las izquierdas en general. Es el mismo conglomerado que el fundamentalismo neoliberal llama "socialista". Así, el criterio para trabajar un proyecto político de depuración y fortalecimiento del Estado, y una política de diálogo y alianzas puntuales permanentes con los centros y las derechas, está dado por el mismo fundamentalismo neoliberal. Este define por contradicción al nuevo sujeto político de la izquierda. Falta, claro, el planteo teórico, la organización, el partido, el programa de gobierno y las alianzas que hagan posible semejante coalición interclasista. A esto es a lo que debemos abocarnos en este momento de nuestra historia, empezando por abrir el debate sobre la necesidad de construir un sujeto político ampliado capaz de parar la catástrofe económica neoliberal. Guatemala, 11 de septiembre de 1998. |
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