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3 de agosto del 2006 |
Ciencia para vivir
Ariel Ruiz Mondragón
Despertar el interés por los asuntos relacionados con la ciencia podría parecer un esfuerzo muy complicado, sobre todo cuando las cuestiones científicas se enseñan todavía en la escuela de la manera más árida y tediosa posible, lo que hace que jóvenes y niños terminen por alejarse irremediablemente de ellas.
Sin embargo, en materia de ciencia es necesario contar, al menos, con los rudimentos más básicos. Por distintos motivos: desde tener una comprensión más amplia del universo, hasta el muy terrenal de evitar ser engañados por mercachifles charlatanes que trafican con disparates que muchas veces se disfrazan bajo la etiqueta de ciencia.
Justamente como intento por alentar la curiosidad en diversos y fascinantes aspectos y cuestiones de la tarea científica, Luis Javier Plata Rosas ha reunido cuarenta textos breves en su libro Mariposas en el cerebro. Cuarenta aleteos sobre ciencia (México, Paidós, 2006), en los que aborda desde las metáforas de la ciencia hasta la ciencia en los medios de comunicación, pasando por esbozos biográficos de científicos y su influencia en la vida cotidiana.
Con el autor sostuvimos una conversación que giró alrededor de los siguientes temas: las razones de su libro, las paradojas, las ideas aparentemente absurdas que después dieron lugar a teorías científicas, la imagen del científico en los medios, la capacidad de previsión de la ciencia y la ayuda que nos puede brindar para moldear el futuro, lo que todavía falta por descubrir, así como la prensa y las revistas dedicadas a la ciencia.
Plata Rosas es oceanólogo, investigador de la Universidad de Guadalajara y miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica. Ha colaborado en diversas publicaciones y programas de radio, además de escribir cuentos para niños.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar hoy un libro como el tuyo? Luis Javier Plata (LJP): Por varias razones. Una de ellas es porque es importante saber sobre ciencia, y aquí también se ramificaría: por ejemplo, este es un año de elecciones en el que a cada rato se publican encuestas en diferentes medios; en algunos casos tú puedes hacer creer, o intentar hacer creer a la gente ciertas cosas. ¿Cómo sabe este lector que está viendo la encuesta que no estás llevando agua para tu molino? Pues tienes que comprobar la metodología. ¿Cómo vas a saber que esa metodología es la correcta si no sabes un poco de estadística o de matemáticas? Es decir, en cuanto sepas más sobre ciencia, sin necesidad de ser un especialista ni un científico, es más difícil que te engañen. Comentaba contigo el caso de un doctor, Masaru Emoto, que tiene un libro de los mensajes ocultos en el agua, y que se ha presentado en varias universidades del país. Esto es grave por el lado de las instituciones en el sentido de que no se van a rasgar las vestiduras y decir: "Ay, cómo es posible que venga aquí." Pero, ¿por qué no hubo un filtro en ese aspecto? Por ejemplo, de preguntarse: este es un doctor, ¿pero en qué? Y resulta que él estudió relaciones internacionales, lo cual no tiene nada de malo, por supuesto, pero está haciendo algo que es supuestamente ciencia, química para ser más exactos, e hizo su doctorado en medicina alternativa. Entonces toda esa información la necesita evaluar la gente para saber si lo que está diciendo el doctor es correcto o no. Sin embargo, el hecho de que se presente en una institución como un doctor avala, para mucha gente, que lo que está diciendo es serio, que puedes confiar en él. En su página de internet, vende botellitas de agua de 250 mililitros en 35 dólares, y te dice que la puedes añadir a un garrafón de agua y que con eso va a quedar un agua ultraordenada que te va a servir para curar quién sabe cuántos males espirituales y corporales. La ciencia es importante por eso. Por otro lado, la ciencia es parte de nuestra cultura. Así como muchas veces nos burlamos porque alguien dijo "José Luis Borgues", a veces comentamos cosas sobre aspectos científicos que no son correctas, como las que evidencian nuestro anumerismo, y que muestran que no manejamos bien operaciones básicas de matemáticas y requerimos la calculadora, pero además no sabemos interpretar los resultados. Sin embargo, eso está menos penado que no conocer un libro. Hay cosas que tienen que ver mucho más con tu vida cotidiana que el hecho de haber leído a Jorge Luis Borges. No quiero minimizar la lectura de éste, pero es igualmente valioso conocer sobre varios aspectos de la ciencia, que además están a discusión ahora, como las células germinales, las células madre, por ejemplo. Un tercer aspecto es que lo publico simplemente por diversión, simplemente porque cuando a ti te gusta algo se lo quieres compartir a alguien; si asistes a un concierto y te gustó, quieres compartir el gozo que te causó el haber acudido. Con esto pasa lo mismo: quiero compartir con quien me haga el favor de leer el libro lo que a mí me gusta hacer, que es la ciencia. A veces me dicen que son temas áridos, pero lo que les digo es que este no es un libro de texto, no te estoy tratando de enseñar nada: te estoy invitando a que veas el mundo, con mi compañía, en algunos de sus aspectos que a mí me han gustado y que espero que a ti también te gusten. Por eso me parece bueno publicar un libro de divulgación de la ciencia en estos momentos. AR: Hay varios textos que me llamaron la atención; uno de ellos es el de las paradojas, que ejemplificas bien en "El absurdo de Epiménides y la verdad de Sancho Panza". ¿Qué papel ha jugado la resolución de las paradojas en el desarrollo de la ciencia, y qué tanto ha ayudado la lógica? LJP: El uso que la ciencia hace de las paradojas es importante porque te fuerza a que tú encuentres errores en tu razonamiento, o a que encuentres forma de darle bases más sólidas.Por ejemplo, en el siglo pasado se creía que el edificio de las matemáticas era alto, muy sólido, que ya no podía cambiar, que de alguna forma podía completarse. Entonces llegó Gödel con su paradoja famosa, y demostró que las matemáticas no eran un sistema cerrado, que necesitabas una especie de metamatemática para decidir sobre la verdad o la falsedad de algo, y a veces ni siquiera podías hacer eso porque llegabas a paradojas que eran irresolubles. Por eso son importantes las paradojas como la que menciono de la carreta y el caballo, en la que éste es muy inteligente y leyó física de Newton, y le dice al amo: "Por más que me des de latigazos, no voy a poder avanzar, porque a toda acción corresponde una reacción de la misma magnitud pero de diferente dirección." Sí, pero hay que ver sobre qué cuerpo se aplica. Eso te lleva a ver si realmente has entendido los conceptos, si realmente entiendes las leyes de Newton en este caso. Las paradojas son muy interesantes, y por eso las incluí en el libro. AR: Muy relacionado con lo anterior es lo que en el libro llamas "ciencia loca", las ideas que llegaron a parecer hasta descabelladas pero que finalmente llegaron a ser teorías validadas por la comprobación. En la actualidad, ¿ves alguna idea loca que esté presta a ser validada? A mí me parece que tal vez por el rumbo de la nanotecnología andarían algunas. LJP: Una de las más locas es la hipótesis Gaia; incluso ahora no hay un consenso entre científicos sobre si hay que tomarla rigurosamente, o si es únicamente una metáfora para que pienses que el mundo es como un ser viviente. La mayoría de los científicos dice: "así la vamos a dejar, es una metáfora, el mundo es como un ser viviente pero no es un ser viviente." Pero llega Lynn Margulis y James Lovelock y dicen "sí, es un ser viviente", estrictamente es cierta esa hipótesis de Gaia, aunque no se reproduzca, y dice que hemos puesto un énfasis inmerecido en la reproducción. Yo no soy microbiólogo, no tengo las herramientas suficientes como para rebatir a Margulis, pero ella es una especialista en su ámbito, lo mismo que Lovelock en meteorología. Cuando afirman eso llevan consigo una serie de explicaciones que tienes que pensar bien para debatirlas, y así es como afortunadamente funciona la ciencia; ésta no es algo cerrado, como a veces se piensa. Otra "idea loca" es la teoría de cuerdas, que para ser correcta, requiere que haya 10 u 11 dimensiones, cuando estamos acostumbrados a trabajar en nuestro mundo tridimensional, que puede llegar a una cuarta dimensión si añades tiempo. Es algo que los físicos no pueden probar, y allí también hay una paradoja, porque la física es una ciencia experimental. Si no puedes hacer un experimento para demostrar que la teoría de cuerdas es correcta, que la puedes validar, entonces eso no es ciencia. Esto te lo van a decir físicos de mucha trayectoria que son especialistas en el campo; son embargo, muchos de ellos están apostando a que esa teoría pueda ser correcta, y tienen sus motivos. AR: Otra cosa que me gustó del libro es la valoración que haces de los científicos que han sido hasta cierto punto marginales en nuestro ámbito, que han sido discriminados hasta de los premios, pese a que participaron decisivamente en investigaciones. LJP: Como en el caso de James Watson y Francis Crick con el ADN, quienes recibieron el Premio Nobel, y no hubo ninguna mención a Rosalind Franklin, quien tomó los primeros rayos X de ADN cristalizado. AR: Eres muy crítico con las imágenes estereotipadas del científico: por una parte, la que lo presenta como un hombre solemne, en las nubes, siempre abstraído, y por otra la que nos lo muestra como un loco, maniático, etc. A esa imagen opones la de Richard Feynman; ¿pero no te parece también este un caso extraño? LJP: Sí, definitivamente; como pongo allí, fue más que brillante. Desafortunadamente tal vez no conseguí mi objetivo de hacer ver a la gente que hay científicos que son genios, pero en realidad la gran mayoría de los científicos es tan inteligente como tú o como yo. Bueno, colocaba a Jane Goodall entre los científicos; no es un genio, y lleva décadas estudiando a los chimpancés. Cuando comenzó ni siquiera tenía las credenciales académicas para comenzar a estudiarlos, y fue muy criticada al principio. Pero no fue mi intención hacer una crítica fuerte al estereotipo porque de hecho también éste ha dejado de serlo. Ahora si ves las películas donde aparecen científicos, muchas de ellas tiene como protagonistas -y no creo que sea tanto por quitar el estereotipo porque lo hayan pensado objetivamente, sino más bien por atraer más público- a Jeff Golblum en Parque Jurásico, a Pierce Brosnan en El pico de Dante, a otro galán en El núcleo, etc. Entonces el científico ya se rodea de carisma, y ya se comienza a decir que sí hay científicos guapos. AR: Y científicas igual, y se encuentran y forman la pareja de científicos guapos. LJP: Sí, curiosamente. A lo mejor lo que ahora va a pasar es que las personas van a pensar que los científicos son así. No creo eso, pero me río mucho de los Simpson porque son cultura popular, y allí cuando hablan de los científicos se burlan mucho de ellos. Varios de los guionistas tienen posgrados y estudiaron algo relacionado con ciencia, y entonces hablan de los científicos y se burlan de cómo la gente los ve. AR: También hay científicos que han sido muy buenos empresarios, como Carl Djerassi. LJP: Los científicos son humanos, cada uno tiene sus propios intereses y en el caso de Djerassi se le dio bastante bien la cuestión de fundar empresas en su área y le fue muy bien. Entonces hay de todo tipo de científicos: lo que sí entran en ese estereotipo de distraídos, y los hay muy amigables, otros son divos, los hay trabajadores, hay de todo. AR: Hay otra parte del libro en donde hablas de quienes querían predecir el futuro. Hablas de los oráculos, y de las muchas charlatanerías que hoy nos ocupan. Contra ellas te quisiera preguntar: ¿hasta qué punto nos puede ayudar la ciencia a prever, qué tan cierta es la imagen que nos puede presentar del futuro de la humanidad y del planeta? ¿hasta dónde nos puede ayudar a moldear y cambiar ese futuro? LJP: Alguien decía que interpolar en ciencia era más que válido, pero extrapolar era algo muy complicado, por decirlo de una manera educada. Pero siempre se pueden plantear escenarios posibles para el futuro, y de hecho la Organización de las Naciones Unidas, hace uno o dos años, encargó a un grupo interdisciplinario de científicos que viesen cuál era el estado actual del mundo en diferentes problemáticas ambientales, socioambientales, que dieran esos escenarios y que propusieran métodos y formas de ayudar a mitigarlos o de ayudar a un mayor bienestar para todos nosotros. El resultado se publicó hace algunos meses. La ciencia es para que nosotros no nos engañemos pensando que ocurre algo cuando la realidad es otra; la ciencia es la herramienta más poderosa que tenemos para saber por qué ocurren las cosas así en nuestro mundo. Entonces, para diseñar políticas ambientales a mediano y largo plazo, los que las pueden llevar a cabo necesitan tener la mayor información fidedigna posible y con ella decidir. En ese sentido, pienso que es el uso de la ciencia es necesario e indispensable. Gracias a internet, cualquiera puede ayudar con su computadora, donando tiempo de cálculo para proyectos internacionales sobre previsión de clima, o sobre estructura de proteínas; desde tu casa te conectas, bajas el programa y colaboras: mientras no trabajas en la computadora, realiza cálculos y los manda por internet. Con esto se ha logrado tener una capacidad de almacenamiento y de poder de cálculo con todos los equipos que estén conectados en red que es mayor que el de una supercomputadora. De esa manera también tienes la satisfacción de haber colaborado en un proyecto científico. AR: En tu libro también se mencionan algunos datos de lo que nos falta por explorar; dices, por ejemplo, que el 95 por ciento de los océanos no han sido debidamente explorados. En ese sentido, ¿cuáles son las áreas y materias más importantes en las que hace falta investigación? LJP: No es posible dar una cifra exacta de los océanos; eso lo escribí basado en otros autores, y sobre todo fue para que la gente se diera cuenta que es una minúscula porción de océano lo que hemos explorado. El problema es cómo bajamos a cierta profundidad, y además el precio. Hay un autor, Robert Kunzig, que escribió Mapping the deep, en el que hace la analogía de unos extraterrestres que vinieran a estudiar el planeta, pero que no pudieran penetrar la atmósfera, y que además no viesen debajo de ella. Mandan sondas y a partir de lo que agarren en ese momento deducen lo que pasa. Entonces, imagínate la extensión de los océanos. Ahora hay una película que se llama Criaturas del abismo, de James Cameron, cuyo fin es entretener, pero que nos permite impresionarnos con la vida que hay en las chimeneas hidrotermales, lo que es un descubrimiento muy reciente; no se pensaba que a esa profundidad y a esas condiciones al límite pudiera florecer de esa manera la vida. Sobre lo que falta de investigación científica, te enviaría a un artículo que publicó Science, en un número del año pasado, en el que se señalan las cien preguntas más importantes que la ciencia no ha resuelto. AR: Al final de tu libro hablas de la ciencia en los medios. ¿Cómo ves la divulgación de la ciencia, del periodismo dedicado a temas científicos? LJP: Creo que ha mejorado bastante. Cuando era niño (o tal vez era porque estaba muy chico) no me fijaba mucho, creo que era más difícil encontrar una sección de ciencia como tal en los periódicos. Ahora abre El Universal, por ejemplo, y viene Con-ciencia, y en varios periódicos más tienen esos temas en la parte cultural. Ya se ha tomado conciencia de que la ciencia es parte de la cultura. Así ocurre en Reforma, Milenio, La Jornada, los que tienen columnistas dedicados a comentar algún aspecto relevante que tenga que ver con la ciencia. Bastante bien. Por supuesto que se puede y ojalá que se haga muchísimo más. Ahora hay revistas como Ciencia y desarrollo y ¿Cómo ves?; si a ti te gusta la ciencia, vas a buscarlas. Pero yo pensaría en revistas que fueran enfocadas a un público al que en principio no le gusta la ciencia, y que trataran de llamarlo, de engancharlo, o que se buscase en otras revistas mayor presencia de la ciencia. AR: Mencionas grandes publicaciones científicas de nivel internacional, como Nature y Science. En Iberoamérica, ¿cómo estamos al respecto? LJP: En lo relativo a la oceanología, por ejemplo, existe la Revista de Ciencias Marinas, que se publica en español y en inglés. Pero los casos de Science y Nature son muy particulares porque no publican sobre un ámbito en particular, sino que artículos que tengan trascendencia para toda la comunidad científica. Entonces, un artículo tiene tal impacto que ese artículo tiene una repercusión para gente que ni siquiera está en mi área de trabajo, que se busca acceso a alguna de esas dos revistas. No hay un equivalente en español, porque no te leerían los científicos. Ahora el inglés es el latín de la ciencia. Si quieres decir algo y quieres que tenga resonancia mundial, tienes que publicarlo en inglés en alguna revista especializada en tu ámbito o en esas dos que menciono. |
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