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La insignia
29 de abril del 2006


La globalización del capital financiero


Marcel Claude (*)
La Insignia. Chile, abril del 2006.


Hace unas semanas se vivió una de las más importantes movilizaciones ciudadanas de Estados Unidos. Esta vez los protagonistas de las gigantescas protestas fueron los trabajadores hispanos que se han radicado en dicho país en busca de mejores oportunidades. Para muchos analistas, su expresión de descontento son comparables con las grandes movilizaciones por los derechos civiles de los ciudadanos negros. Este hecho político, que se suma a las movilizaciones juveniles y sindicales en Francia, además de poner en el debate público el poder real de la ciudadanía consciente y movilizada frente al poder político al servicio del capitalismo transnacional, acentúa una de las mayores asimetrías de la globalización, como muy bien lo ha descrito la CEPAL.

Esta asimetría tiene dos aristas: el capital y el trabajo, donde el primero circula libremente por las economías del mundo y el trabajo afrenta serias restricciones. Actualmente, la especulación cambiaria es de más de 3.000 millones de dólares al día. En una década, el volumen de las transacciones financieras en el exterior creció de menos del 10% del PIB de los países centrales a más del 100%. Asimismo, los flujos de inversión extranjera directa han tenido un crecimiento exponencial en los últimos años, llegando en el año 2000 a la sorprendente cifra de 1.100 millones de dólares.

En lo que respecta a los movimientos de personas o emigración, el proceso de globalización del factor productivo llamdo trabajo es una fuente creciente de conflictos, como lo demuestra la tendencia a establecer muros similares al que dividió a Alemania durante décadas (el muro de Berlín) y a poner restricciones a la circulación de mano de obra.

Según Naciones Unidas, en el mundo se mueven anualmente 190 millones de inmigrantes, 36 millones más que hace cinco años, y de acuerdo con cálculos de la Comisión de Población y Desarrollo de la ONU, la emigración neta representa casi la mitad del crecimiento demográfico mundial. Aunque el movimiento de personas es parecido a lo que se daba hace 100 años, cuando, por ejemplo, emigraron a Estados Unidos alrededor de un millón de habitantes de Suecia, en la actualidad sería muy difícil pensar en la posibilidad de que un millón de habitantes de Guatemala o Haití emigrara a los Estados Unidos y fuera aceptada en esa potencia del norte, tanto por razones de segregación étnica y discriminación, como por razones culturales y por el surgimiento de estrictas disposiciones regulatorias en dicha materia.

Esto demuestra que en el mundo neoliberal sólo es posible la libre circulación de capital financiero, donde la preponderancia de los países desarrollados es abismal y posterga a las pequeñas economías y a los propios trabajadores.


(*) Marcel Claude es economista y director de Oceana.



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