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22 de abril del 2006 |
Jürgen Schuldt
Treinta años atrás, Edmar Bacha rebautizó al Brasil, denominándolo mucho más realistamente Belindia. Con esa ingeniosa idea, en que se combinaban los nombres de Bélgica e India, quería representar socioeconómicamente a su país, en el que una pequeña minoría vivía como un belga promedio, mientras que la gran masa era tan pobre como el hindú común y corriente. En efecto, como es sabido, Brasil es uno de los países en el que no solo la pobreza absoluta (y la criminalidad) es abrumadora, sino que la distribución del ingreso personal (y de la riqueza) es una de los más desiguales del mundo.
Esta desigualdad generalmente se mide en base al coeficiente de Gini, que puede oscilar entre 0 y 1: la distribución será tanto más igualitaria cuanto más se acerque a cero (extremo en el que todos los individuos perciben el mismo ingreso) y, hacia el vértice opuesto, será más inequitativa a medida que llega a la unidad (en que un solo individuo posee todo el pastel económico). Para quien haya visitado el Brasil, no se sorprenderá que el Gini llegue al elevadísimo nivel de 0,597 (2004), realidad que ni los disfraces del Carnaval de Río pueden enmascarar. En términos de desigualdad solo es superado -en lo que va de la presente década y para los que se dispone de datos- por unos pocos países, como Namibia con 0,707 (2003) y Bolivia con 0,606 (2002). Generalmente se considera que las sociedades que tienen un Gini inferior a 0,4 son economías con una distribución personal del Ingreso Nacional relativamente equitativa dentro del sistema de economía capitalista de mercado. En ese sentido, los países más igualitarios serían Alemania, Bélgica, Dinamarca, Noruega y Suecia, todos los cuales tienen coeficientes menores a 0,3. En cambio, a este respecto, queda muy mal parado EEUU, cuyo Gini es de 0,45 (2004). En lo que a nosotros se refiere, el último dato del que disponemos para el Perú indica que asciende a 0,498 (2000), bastante más satisfactorio que el 0,571 que alcanzó ese mismo año el denominado milagro chileno (1). Pero, regresando al tema, intentemos repetir el experimento del economista carioca para el caso peruano. Aplicando esa perspectiva a nuestra realidad, tendremos que encontrar dos países cuya sumatoria demográfica sea igual a la población peruana y que, además, se diferencien entre sí por desniveles de ingreso o producto por habitante tan amplios como los que existen aquí. Veamos si tal aproximación es posible. Si usted recuerda que la población peruana se aproxima a los 27 millones de habitantes, tendríamos que sumando -en números redondos- las poblaciones de Ghana (22 millones) y Finlandia (5), se cubren nuestras expectativas en cuanto al primer aspecto. De otra parte, el Producto Interno Bruto (a precios de paridad de compra) del Perú llegó a 170.000 millones de dólares el año pasado (el nominal apenas alcanzó los 75.000), lo que -solo hasta cierto punto- coincide con la sumatoria de los PIB de paridad de Ghana (52 b) y Finlandia (158 b). De donde se desprende, grosso modo, que en el Perú un 20% de la población goza de un ingreso promedio anual cercano al finlandés, mientras que las cuatro quintas partes restantes viven como el ghanés típico. Más interesante aún, si comparamos el PIB por habitante (a precios de paridad) de Finlandia con el de Ghana, la relación resultante es de 14 a 1. Y, lo más sorprendente, a pesar de cierta acrobacia estadística es que ¡la relación entre el ingreso del 20% de la población de mayores ingresos respecto a la del quintil inferior en el Perú también es de 14 a 1! (según la ENAHO IV-2004, en base a cálculos de Macroconsult). En tal sentido, como es evidente, el principal desafío que debemos afrontar en las próximas décadas consiste en hacer crecer paralela e interconectadamente ambos segmentos de nuestra fraccionada sociedad, el escandinavo y el africano, que sería la única manera de constituir una verdadera Nación, económicamente incluyente y políticamente participativa. Por supuesto que también habríamos podido haber realizado el ejercicio entre Mozambique y Dinamarca (¿Mozamarca?), que poseen características similares, pero cuya conjunción resulta inconveniente por razones estéticas. Tampoco sería adecuado, por irrespetuoso, utilizar la combinación entre Mongolia e Islandia (¡Mongolandia!), o el del "País de Pelagatos" como habría preferido Abelardo Gamarra ('el Tunante') quien acuñó el término hace 100 años. Es en tal sentido que -como país- el Perú vendría representado más adecuadamente por el de 'Ganalandia'. En nuestro acrónimo hemos eliminado la 'h' de Ghana, para que el nombre infunda un mayor optimismo entre la juventud de esta nueva gran patria ganadora, cuyo próximo gobierno seguramente se abocará, tanto a reducir la enorme masa de desposeídos y marginados, así como los impresionantes abismos económicos y sociales ancestralmente existentes, comparables al maravilloso Cañón del Colca, al norte de la ciudad de Arequipa. Lima, abril 20, 2006.
Notas
(1) Fuente: www.ocdi.gov/cia/publications/factbook/fields/2172.html |
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