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La insignia
18 de abril del 2006


A 20 años de Chernóbil: ¿Vuelve la energía nuclear?


José Santamarta (*)
WorldWatch / La Insignia. España, abril del 2006.


Veinte años después de Chernóbil, sólo el 12% de los europeos apoya el uso de la energía nuclear, cifra que en España se reduce al 4%, unos datos que deberán tener en cuenta los nuevos aprendices de brujo, empeñados en resucitar la energía nuclear, una fuente de energía cara, peligrosa e innecesaria.

Las energías favoritas de los europeos son la energía solar y la eólica, que en su inmensa mayoría rechazan la energía nuclear, pero un día sí y otro también un pequeño grupo de iluminados tratan de resucitar la opción nuclear que es, sin lugar a dudas, la peor y la más indeseable de las fuentes energéticas, lo diga James Lovelock, Joaquín Almunia o Loyola de Palacio. El presidente del Foro de la Industria Nuclear, Eduardo González, reclamó la instalación de 15.000 megavatios (MW) de potencia en centrales nucleares en el periodo 2008-2020 para garantizar el suministro en España. Por pedir, que no quede. En los grandes medios de comunicación parece que sólo se pueden expresar el 4% de los pronucleares, mientras ese 96% que queremos el cierre paulatino de las centrales nucleares existentes y, por supuesto, ninguna más, quedamos relegados y se silencian nuestros argumentos.

Las razones que esgrimen los pronucleares no son muy diferentes a las de hace 30 años, pero con algunos toques de modernidad: reducen la dependencia del petróleo y el gas natural, no emiten dióxido de carbono, permiten cubrir las necesidades crecientes de electricidad, son seguras, también baratas y se obvia el problema hoy irresoluble de los residuos radiactivos, la gravedad de un cualquier accidente (como demostró Chernóbil) y la grave proliferación nuclear, puesta de manifiesto por Irán y sus intentos de hacerse con armas nucleares para defenderse de Estados Unidos, o las más de 30.000 cabezas nucleares.

En España el Ministerio de Industria ha creado una Mesa de diálogo sobre la energía nuclear, cuya composición no deja lugar a dudas: un par de representantes ecologistas, para guardar las apariencias, y el lobby nuclear al completo. La postura del ministro de Industria contrasta con las defendidas por el presidente Zapatero, el propio programa electoral del PSOE, o el acuerdo PSOE-Los Verdes. La Generalitat, en el Pla de l'Energia de Catalunya 2006-2015, propone "una estrategia gradual de cierre efectivo a partir del año 2022 con las menores repercusiones ambientales y económicas posibles, aprovechando la disminución progresiva de la producción nuclear, que pasará del 55,8% de la producción eléctrica el año 2003 al 34,8% el año 2015".

La central nuclear de Vandellós en la provincia de Tarragona, donde el 19 de octubre de 1989 se produjo un accidente en un reactor de tipo grafito-gas, es la única central nuclear que hasta ahora se ha cerrado en España, pero el 30 de abril de 2006 se cerrará Zorita y Garoña pronto seguirá sus pasos. El gobierno del PSOE prevé abandonar la energía nuclear en los próximos años, aunque algunos sectores presionan para relanzar la energía nuclear (Almunia, Montilla. ).

Es probable que el cenit de la producción mundial del petróleo y gas natural llegará en 20 o 30 años, con todas las matizaciones que exponemos en los artículos de World Watch, y que ello empuje los precios al alza, pero hay tiempo más que suficiente para realizar la transición ordenada hacia un modelo energético más eficiente, menos intensivo energía y en donde las energías renovables vayan sustituyendo paulatinamente a los combustibles fósiles, sin necesidad de recurrir a la energía nuclear, la fuente más peligrosa y la que nos dejará una herencia de residuos radiactivos y armas nucleares. En cualquier caso, las reservas de gas natural, el más limpio entre los combustibles fósiles, son superiores a las del petróleo y nos dan tiempo más que suficiente para realizar una transición que conjure tanto la amenaza del cambio climático como la que supone la vía nuclear.

Pero los avances reales de las energías renovables, a pesar de los escasos presupuestos dedicados a ellas y la falta de voluntad política de Estados Unidos y muchos otros países, es ignorada y despreciada por el sector pronuclear, representado por la derecha política y económica que controla gran parte de los medios de comunicación. Ha bastado el corte del suministro de gas natural de unos días de Rusia a Ucrania, por una discusión sobre los precios, para que vuelvan a la carga con renovados bríos, mientras ignoran los intentos de Irán por acceder a la bomba atómica, el acuerdo nuclear entre Estados Unidos e India firmado por George W. Bush, el 20 aniversario del accidente de Chernóbil, o cualquier otra noticia contraria a sus intereses, como el auge de la eólica, la solar fotovoltaica o la solar termoeléctrica.

Pero la historia es terca. George W. Bush lleva promoviendo en estados Unidos desde hace seis años la energía nuclear, pero no ha iniciado ninguna, y en toda la Unión Europea, sólo Finlandia está construyendo una nueva central nuclear, con toda la ayuda del Estado, ocultando los costes reales y sin somerterla a las leyes del mercado, pues a fin de cuentas se trata de una subvención encubierta a su industria papelera, que es una gran consumidora de electricidad. En 1990, en lo que ahora es la Unión Europea de 25 países, había 164 centrales nucleares, mientras que ahora hay 147; en todo el mundo, en los últimos doce años se han clausurado 33 centrales nucleares y se han inaugurado sólo 54, menos de dos reactores al año.


La energía nuclear es la más cara

Se requiere un análisis del ciclo de vida, desde la cuna a la tumba, que incluye todo el proceso, desde la minería del uranio, su enriquecimiento, las propias centrales nucleares, el reprocesamiento del combustible, su desmantelamiento y la gestión de los residuos, que seguirán siendo radiactivos y peligrosos dentro de 250.000 años, y ese análisis lo ignoran todos los promotores y falsean todos los datos sobre costes que ofrecen, que son auténtico surrealismo, cuando no un insulto a la inteligencia de la ciudadanía.

La industria nuclear es una auténtica ruina, que sólo puede vivir a base de subvenciones públicas, directas o indirectas, como en Francia y en la práctica totalidad de los países, y donde más posibilidades tiene de propsperar es allá donde hay dictaduras y una ausencia total de domocracia y transparencia, como en China. El analfabetismo energético lo practican los promotores de la energía nuclear, pero la situación de hoy no es la de 1970, cuando se lanzaron los programas nucleares.

La energía nuclear, que iba a ser tan barata que no necesitaría contadores, se ha demostrado que es la forma más cara de producir electricidad cuando se considera el ciclo completo. También era la más segura, y Chernóbil demostró que es la más peligrosa. Los usos pacíficos y la proliferación nuclear van de la mano, y hoy, gracias a la energía nuclear el mundo es más más peligroso que nunca, con nuevas potencias nucleares, como Israel, India, Pakistán y Corea del Norte, y en un futuro próximo también Irán. ¿Y que pasaría en caso de un atentado terrorista contra una central nuclear?

La inversión de una central nuclear es de más de 2.000 euros por kW de capacidad de generación, mientras que en las centrales de ciclo combinado de gas natural es de 450 euros por kW y de 900 euros el kW eólico, que no requiere combustible ni genera residuos radiactivos durante miles de años. Los plazos de construcción de una nuclear van de siete a quince años, frente a dos de una central de ciclo combinado o unos ocho meses de un parque eólico, y están sujetos a enormes incertidumbres y a la oposición popular. La construcción de una central nuclear provoca un enorme endeudamiento a largo plazo, sometido a las variaciones de los tipos de interés. La mejor prueba de su nula rentabilidad es que no han resistido la prueba del mercado, y sólo las promuevan empresas públicas sin ninguna transparencia.

Y una fuente de energía debe internalizar todos sus costes, incluido el desmantelamiento de la central y la gestión de los residuos radiactivos de alta actividad. Aunque sólo sea en salarios de los guardas jurados durante miles de años, los costes del ciclo completo son ruinosos. Pero cuando hablan de costes se omiten todas esas externalidades, dando por supuesto que seremos los que las paguemos.

El negocio es construir centrales nucleares, e incluso gestionarlas, pero la gestión de los residuos y el desmantelamiento de las centrales, ¿cuánto cuesta? ¿quién lo paga? ¿quién corre con las pólizas de seguro en caso de accidente? La energía nuclear es el más claro ejemplo de privatización de beneficios y socialización de pérdidas.

Las grandísimas inversiones que requieren las centrales nucleares tienen un coste de oportunidad, al detraer recursos de otros sectores más intensivos en empleo y más sostenibles, como la gestión de la demanda, el aumento de la eficiencia energética y las energías renovables. Las centrales nucleares tienen efectos desastrosos sobre las regiones donde se implantan, fundamentalmente sobre el turismo, siendo industrias de enclave que apenas crean empleo y perjudican el desarrollo de otros sectores.


Las centrales nucleares sólo producen electricidad

Las centrales nucleares sólo sirven para producir electricidad, de forma mucho más cara y peligrosa que con energía eólica, una alternativa real mal que les pese a los promotores de la nuclearización. Las centrales nucleares son innecesarias y nunca sustituirán al petróleo, pues sólo un porcentaje ínfimo y cada vez más pequeño de derivados del petróleo se destina a la generación de electricidad. El bioetanol y el biodiésel, y a medio plazo el hidrógeno obtenido a partir de energías primarias renovables, son la alternativa al uso de los combustibles fósiles, y no una fuente que sólo sirve para producir electricidad, que puede producirse a partir de muchas otras fuentes con un impacto muy inferior.

Las nucleares, además, son muy poco eficientes, pues su rendimiento energético apenas llega al 30%, disipándose el resto en forma de calor residual a través del agua utilizada en la refrigeración del reactor. El consumo de agua, incluso en circuitos cerrados, es elevado, por lo que deben localizarse en el litoral o en las proximidades de algún gran río.

En 2005 el carbón supuso el 28% de la participación en la producción eléctrica española; la energía nuclear el 19,6%; el gas natural el 26%; el petróleo, un 8,9%; la eólica el 7%; la hidráulica el 7,9% (fue un año excepcionalmente seco) y otras renovables un 2,6%. Las renovables, especialmente la eólica, han experimentado un gran desarrollo, y en las próximas décadas nos permitirán producir la electricidad necesaria, reduciendo las emisiones de dióxido de carbono, y el cierre paulatino y ordenado de las centrales nucleares al final de su vida útil, sin necesidad de construir ninguna más. En el pasado se paralizaron en España 5 centrales nucleares, y los intentos de revivir una opción moribunda, cara y peligrosa es muy probable que estén condenados al fracaso.


Tecnología inmadura

Ni la ciencia ni la tecnología son neutrales, teniendo considerables repercusiones sociales, ambientales y éticas. La tecnología nuclear, además de sofisticada y centralizada, tiene indudables aplicaciones militares, está en mano de apenas media docena de empresas multinacionales y es inmadura, estando lejos de resolver los problemas de seguridad, desmantelamiento y eliminación de los residuos radiactivos.

La energía nuclear aumentará la dependencia tecnológica en la mayor parte de las fases del ciclo nuclear (sobre todo el enriquecimiento y el reprocesamiento), y también del combustible, pues compramos el uranio, que es un recurso tan escaso como el petróleo, y dependemos de su enriquecimiento tanto como del petróleo o el gas natural. En términos estadísticos, se considera "nacional" a la energía nuclear, que es una más de las muchas falsedades. Es tan nacional como el gas natural que importamos de Argelia. Y puestos a reducir la dependencia, lo sensato en invertir en energía eólica y solar, donde contamos con importantes empresas (Gamesa, Acciona, Isofotón, Ecotecnia.) que exportan a todo el mundo energía sostenible, sin residuos y sin riesgos de proliferación o terrorismo.


Las centrales nucleares son ecológicamente desastrosas

Las centrales nucleares apenas emiten dióxido de carbono y otros contaminantes atmosféricos (dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno), pero tampoco la energía eólica o las diferentes aplicaciones de la energía solar, y las energías renovables, a diferencia de la energía nuclear, no suponen un riesgo para el medio ambiente a lo largo de todo su ciclo de vida.

Las nucleares contaminan en todas las fases, partiendo de las mismas minas de uranio, donde liberan gas radón y otras sustancias radiactivas, como radio y polonio, y destruyen grandes superficies de terreno (para obtener un kilogramo de uranio se debe remover más de una tonelada de tierra, y de este kilo sólo un 0,7% es U-235). La radiactividad emitida a lo largo de todo el ciclo de vida se concentra y acumula en la cadena trófica, no pudiéndose hablar de dosis mínimas admisibles, pues todas son peligrosas.


Residuos para la eternidad

La Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) después de más de 20 años, aún no han encontrado ningún municipio que quiera albergar el cementerio de residuos radiactivos de alta actividad, ni el temporal ni mucho menos el definitivo, a pesar de todo lo que ofrece. Hoy, el objetivo de Enresa es modesto, pero difícil: encontrar un almacén temporal centralizado nuclear español (ATC) con una capacidad de 6.700 toneladas, una vida de 100 años y un coste de 500 millones de euros

La urgencia del ATC responde a tres factores: -la saturación de las piscinas de refrigeración de las centrales nucleares, donde actualmente se almacenan los residuos de alta actividad;

-en 2010 regresan de Francia 12 metros cúbicos de residuos de alta actividad, junto a 650 metros cúbicos de baja actividad, procedentes del reprocesado del combustible de Vandellós 1, enviados tras el incendio sufrido por la nuclear en 1989. En el acuerdo firmado con la empresa francesa Cogema se fijaron penalizaciones de 50.000 euros por día, a partir 2010;

-a partir de 2011 regresan los 600 kilogramos de plutonio y 100 toneladas de uranio, enviados al Reino Unido por la empresa propietaria de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos).

Enresa dispone de un almacén nuclear en El Cabril (Córdoba) para residuos radiactivos de baja y media actividad, pero en él no se permiten almacenar residuos de alta actividad. La central de Trillo (Guadalajara) tuvo que construir un almacén temporal individual (ATI) cuando su piscina de refrigeración alcanzó su tope de capacidad en 2002, y Zorita (Guadalajara), que se cierra el 30 de abril de este año, también dispondrá de su propio ATI. Y si el ATC no está operativo en 2010, como es probable, serán precisos almacenes temporales individuales en Cofrentes (Valencia) y Ascó (Tarragona).

Enresa anunció en 2005 que el municipio que acoja el ATC recibirá doce millones de euros anuales, cifra que se ampliará a dieciocho millones cuando a partir de 2030 empiece a caducar la vida estimada de las centrales nucleares españolas. Pero ni aún así han encontrado ningún municipio que se ofrezca, y la situación empeorará cuando se aborde la construcción de un almacén definitivo, el denominado almacén geológico profundo (AGP), cuyo coste se elevaría, según la propia Enresa, a 12.000 millones de euros.

Lo lógico es que todos estos costes los asumiesen las empresas propietarias, que son las que nos han embarcado en la opción nuclear y han facturado los kWh producidos. ¿Y qué dicen los defensores de la energía nuclear de esta patata caliente que son los residuos radiactivos de alta, y que nadie quiere ni sabe como solucionar? Y mientras no tengan solución, mas les valdría callarse.


Proliferación nuclear

Las centrales nucleares son la rentabilización de las enormes inversiones realizadas en la industria militar. Buena parte de su éxito posterior se debe a sus aplicaciones militares y raro es el gobierno que no aspira a tener su bomba atómica, para lo que basta tener alguna central nuclear, dominar el enriquecimiento o el reprocesamiento, extrayendo el plutonio. Un mundo sin centrales nucleares será mucho más seguro y pacífico. EE UU y Rusia conservan 30.000 cabezas nucleares y existen 5.000 toneladas de uranio enriquecido y 450 toneladas de plutonio en poder de varios países, suficientes como para fabricar varios miles de bombas atómicas. De caer alguna de ellas en manos de algunos de los muchos grupos terroristas, las consecuencias serían catastróficas. El silencio que rodea todo lo relacionado con la proliferación nuclear recuerda al avestruz que ante el peligro mete la cabeza debajo de la tierra, pero la proliferación sigue presente y es una amenaza mucho mayor y más inmediata que el cambio climático. Hay registrados más de medio millar de incidentes de contrabando de productos nucleares confirmados desde 1993 por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la agencia de la ONU que debe velar por el cumplimiento del Tratado de No Proliferación Nuclear, un documento cada vez más ignorado, y desde luego arbitrario, pues pretende sancionar el monopolio sobre el terror. Cualquier país amenazado por Estados Unidos o Israel tratará de acceder tarde o temprano al armamento atómico, algo que cada vez es más fácil.

Muchos de los programas nucleares sólo enmascaran la decidida voluntad de hacerse con armamento nuclear. Los casos más conocidos son Israel, Suráfrica, Irak, Irán, Corea del Norte, Pakistán e India, pero lo cierto es la que los llamados usos pacíficos de la energía nuclear siempre han estado ligados desde su origen a los usos militares.


La crisis de la energía nuclear

Hoy la industria nuclear está sumida en una profunda crisis. Hay en el mundo 443 reactores nucleares comerciales en operación, con una potencia instalada de 369 Gigavatios (1 GW=1.000 MW). La energía nuclear, presentada hace 35 años como la alternativa al petróleo, al gas natural y al carbón, hoy sólo representa el 5,7% del consumo mundial de energía primaria, a pesar de los dudosos métodos de contabilidad, pues se considera el calor producido en la fisión y no la electricidad realmente producida. Con unos métodos menos manipulados, e idénticos a los que se aplican a las energías renovables, la participación de la energía nuclear se reduce a menos del 2% del consumo mundial de energía primaria.

Hoy sólo se están construyendo 26 centrales, con una potencia de 20,8 GW, el menor número desde hace 35 años, respondiendo a pedidos de años anteriores. La cifra de pedidos es insuficiente para mantener una industria nuclear, que sólo se mantiene gracias al despilfarro de recursos públicos.

La potencia instalada en 2006 (369 GW) es sólo un 12% superior a la de 1990 (328 GW), cifra doce veces inferior a los 4.450 GW previstos por la AIEA en 1974 para el año 2000. La energía nuclear, agobiada por problemas de seguridad, almacenamiento definitivo de los residuos radiactivos, costes disparatados, alternativas mejores como las centrales de ciclo combinado de gas natural y los aerogeneradores eólicos, el aumento de la eficiencia y las energías renovables, y la oposición de una opinión pública bien informada, no tiene ningún futuro, a pesar de los esfuerzos realizados para diseñar nuevos reactores más seguros, utilizando para ello enormes recursos públicos. Mientras, un total de 110 reactores con una potencia instalada de 35.309 MW han cerrado definitivamente. La vida media de operación es inferior a los 18 años, muy alejada de los 40 años prevista por las empresas constructoras, que incluso quieren alrgar la vida de las centrales totalmente amortizadas a 60 años.


(*) José Santamarta es director de la sección española de World Watch.



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