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24 de octubre del 2005 |
A Patricia Rocha Vilela
Gerardo Iglesias y Roberto Ruiz
Presentación del libro Lesiones por esfuerzos repetitivos:
En nombre de la eficiencia y teniendo a la globalización como excusa, los trabajadores son un insumo cada vez más prescindible para las transnacionales. "Las reducciones de tamaño compensan a las acciones y a los directivos. Es muy sencillo: Wall Street prefiere un dólar ahorrado en costes a un dólar de beneficio extraordinario". Sin embargo la reestructuración empresarial global en términos de ocupación laboral no sólo impulsa una drástica disminución de empleos, su objetivo está enfocado a degradar al máximo la calidad de los que restan. A su vez, la falta de empleo y los niveles inéditos de desocupación han servido de pretexto a los empresarios para comprimir salarios, demandar mayor productividad, incrementar la jornada laboral en un régimen de "trabajo sin fin" que declara la guerra a los "tiempos muertos", comprimir tareas en una sola persona y sacrificar a todos los trabajadores en un ambiente cargado de estrés y presiones. Mientras las condiciones de trabajo se degradan, se introyectará a cada trabajador y trabajadora que "la empresa es el eje que estructura su existencia", desplazándolo todo, inclusive la salud. Cada día pierden la vida en el mundo 3300 personas, bien por accidente o por enfermedad profesional, pero son muchas más aquellas que de por vida padecerán las secuelas de un modo de producción para el cual el lucro es un factor excluyente, y en una sociedad en la cual el bienestar de la gente ha sido desplazado por el bienestar de las transnacionales. En este entorno, las condiciones de trabajo generadas por el neoliberalismo se caracterizan por su precariedad, por el estrés y el sufrimiento que provocan. Las nuevas formas de organización del trabajo, sumadas a la intensificación del ritmo de producción, generan unas condiciones propicias para un mayor deterioro de la salud de los trabajadores, que han hecho surgir en todo el mundo una verdadera epidemia de distintas afecciones, entre ellas las lesiones por esfuerzos repetitivos (LER). También denominadas tendinitis o disturbios osteomusculares, las LER constituyen una enfermedad muy antigua, sin embargo su magnitud epidemiológica es un fenómeno actual. Son la expresión trágica de un ritmo de trabajo tan intenso y repetitivo que el organismo humano sencillamente lo rechaza. Hace dos años se conocieron en Buenos Aires las penosas y degradantes condiciones de trabajo en una línea de montaje de la empresa Yazaki, una transnacional japonesa con sucursales en 64 países, donde diez jóvenes trabajadoras repetían la misma acción 1.100 veces en sus 8 horas de trabajo. Si alguna de ellas disminuía el ritmo en la línea de producción, comenzaba a sonar una alarma que aturdía a todas, hasta que el grupo retomaba la velocidad inicial y desaparecía el ruido. Paula trabajaba encintando arneses eléctricos para camionetas hasta que le diagnosticaron que sufría del síndrome del túnel carpiano, una de las manifestaciones de las LER. Hoy no puede hacer ningún esfuerzo. A los 25 años le dijeron que no podrá trabajar más. Para darle el pecho a su beba se tiene que acostar porque se le duermen los brazos. Si durante el día lleva en brazos a su hija, de noche no puede dormir por el dolor. "Sientes un dolor que te va desde arriba del hombro hasta la punta de los dedos. Es lo peor que me pasó en mi vida. Sientes indignación". Un informe de la OIT sobre las condiciones de trabajo en las avícolas de Estados Unidos narra cómo se inicia el infernal proceso: "Un colgador de pollos debe agarrar el ave por ambos muslos y colgarlo de las patas en las argollas de una cinta transportadora. Lo habitual es que se exija a los trabajadores colgar un promedio de 23 aves por minuto. En general, siete colgadores en un cinta pueden colgar 38.640 aves en cuatro horas antes de llegar a un período de descanso". Es decir 5520 aves cada trabajador, casi 10.500 kg. Huelga comentar las consecuencias. Estas condiciones de trabajo determinan unas "formas específicas de sufrimiento, que la gente padece cada vez más pero que resiste en silencio, que se calla y no expresa su dolor". Cuando aparecen los primeros síntomas de las LER, el miedo a perder el trabajo es un sufrimiento aún mayor, y entonces no se denuncia, y la enfermedad avanza. Dedicamos este trabajo a Patricia Rocha Vilela, compañera ex trabajadora de la planta de Nestlé de São Luis (São Paulo), que fuera la primera persona que conocimos afectada de lesiones por esfuerzos repetitivos. |
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