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24 de octubre del 2005 |
Cambio de clima: un problema económico
Juan Castaingts Teillery (*)
En febrero entró en vigor el protocolo de Kioto, que trata de reducir los gases de invernadero que causan el recalentamiento de la Tierra. Estados Unidos se ha negado a firmar el acuerdo.
Desde el siglo XX vivimos un aumento de los cataclismos climáticos. A partir de finales del siglo XVIII, la humanidad realizó un uso creciente y exponencial de diversas fuentes de energía que han sido la causa de las fuertes transformaciones del ecosistema terrestre. Las catástrofes que sufrimos implican que posiblemente el hombre ha dañado el ecosistema a una velocidad mucho más rápida de la prevista: temperaturas sin nada que ver con la estación, variabilidad climática no observada con anterioridad, combinación de sequías con inundaciones, tormentas y huracanes tropicales de inusitado poder (ayer Katrina, hoy Wilma), sequía en el Amazonas, en el norte de Zacatecas y en Durango, sequías combinadas con inundaciones en Europa, etcétera. En un informe de científicos de Inglaterra, Estados Unidos y Australia, reseñado por Le Monde en enero de este año, se señala que el punto sin retorno en el cambio climático podría llegar en menos de diez años. El calentamiento de los polos y el desprendimiento de grandes bloques de hielo ya es un hecho. Nos acercamos a una catástrofe si no se hace algo profundo y rápido. El protocolo de Kioto es un inicio, pero todo indica que aun cumpliéndose, será insuficiente. El protocolo propone que los países desarrollados regresen al nivel de emisiones del año de 1990 y una reducción de 5 por ciento en el periodo que va de 2008 a 2012. El problema no es técnico, sino económico. Mientras Estados Unidos no firme el protocolo, será difícil alcanzar un resultado satisfactorio. 1) Estados Unidos es el principal contaminador del mundo. Se calcula que emite entre 21 por ciento y 25 por ciento del dióxido de carbono mundial. Bush arguye, entre otras cosas, que es costoso realizar el programa económico para ajustarse al protocolo de Kioto. El problema es que, como otros sí cubren tales costos, que Estados Unidos no lo pague conduce a un dumping ambiental de grandes proporciones. La competencia desleal obliga a los otros países desarrollados a retardar sus esfuerzos en la reducción de la contaminación. Se puede decir que desde hace una década, Estados Unidos tiene alto crecimiento económico, pero mantiene el crecimiento de sus emisiones de gases; en cambio, Europa ha tenido un crecimiento mucho más lento, pero sin aumentar emisiones de gases. Este hecho conduce a que si Estados Unidos firma el protocolo, se encuentra atrasado con respecto a Europa y por ende, con desventaja competitiva frente a los europeos. 2) Los países subdesarrollados no se incorporan por el momento al compromiso de la reducción de gases. El hecho es que se extienden económicamente y también emiten un creciente volumen de gases. Desde el punto de vista económico es correcto tratar en forma distinta a los desarrollados, pero, desde el punto de vista ambiental, el problema sigue. Lo más delicado del caso son los dos países de mayor crecimiento mundial, China e India, ya que su crecimiento conduce a un aumento explosivo en las emisiones y a que, como no tienen compromisos de reducción, ahí se localicen industrias contaminantes con el abaratamiento consecutivo de costes y por ende, con otra situación de cometencia ambiental desleal. 3) Si la reducción de la emisión de gases se logra por deslocalización de empresas hacia países del tercer mundo, poco se habrá avanzado en materia de mejoramiento ambiental. 4) Una parte importante de la contaminación proviene de los motores de combustión interna, principalmente de los automóviles. Cada automóvil emite mucho menos que antes, pero su número se ha multiplicado en tal forma que el crecimiento en la contaminación es persistente. Hoy vivimos en lo que se puede denominar "civilización del automóvil" y es ésta la que en buena medida, conduce al recalentamiento de la Tierra. El caso es que la economía tiene como uno de sus centros neurálgicos al automóvil, con las industrias que lo anteceden y que lo prosiguen. Será muy difícil desacelerar realmente la destrucción del clima si no hay acuerdos importantes en el ámbito planetario sobre la economía actual, sobre las condiciones de competencia entre países y empresas y sobre la civilización del automóvil. Tenemos que cambiar nuestro sistema y concepción del crecimiento. (*) Profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Correo electrónico: castaingts42-juan@yahoo.com.mx |
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