Mapa del sitio | Portada | Redacción | Colabora | Enlaces | Buscador | Correo |
15 de noviembre del 2005 |
La Insignia. México, noviembre del 2005.
¡Qué ganas de querer hacerlo todo a su manera! ¡Qué ganas de llevar la contraria a las reglas de derecho internacional que regulan las relaciones entre naciones y entre los ciudadanos! ¡Qué obsesión con no aceptar tribunales internacionales para juzgar asuntos que no han sabido o no han querido llevar a justo puerto! Si no tuvieran nada que ocultar se someterían a las inspecciones de Naciones Unidas de cualquier tipo: situación de los derechos humanos, del derecho internacional humanitario, de inspección militar, etc. Todas son sistemáticamente rechazadas, salvo el Comité Internacional de la Cruz Roja cuyas características de actuación, el secretismo y la confidencialidad, conforman la clave de su éxito intermediario y se ajustan a como maneja los EEUU sus tácticas y estrategias. Todo le huele a motivaciones políticas. EEUU se ha convertido en rehén de su propia política exterior. Lleva años introduciéndose en un laberinto del que no logrará salir. Sino fuera por que es la única y máxima potencia global, estaríamos hablando de un paria aislado de la comunidad internacional.
¿Por qué crear engendros seudo judiciales bajo el nombre de comisiones militares, completamente diferentes a las cortes marciales y con aún menos garantías si cabe para el procesado y lo que la lógica entiende como el "debido proceso"? ¿Por qué albergar supuestos terroristas internacionales en cárceles secretas en países a ellos aliados por razones de subsistencia militar, donaciones imposibles de rechazar o una creencia de sus dirigentes en que arrimándose a la sombra del gigante del norte se consuma una alianza histórica de la que es inexcusable no formar parte? ¿Por qué no utilizar los instrumentos del estado de derecho internacional para luchar contra una amenaza globalizada? La tortura, acto execrable e ilegal internacionalmente hablando, ¿puede convertirse en un mal menor elegible frente al peligro inminente de un atentado terrorista que acabe con la vida de docenas de personas, como dijo recientemente el embajador estadounidense en Argentina? ¿Se aprovechan los terroristas de un estado de derecho que maniata a las fuerzas del orden y coloca a aquellos con una ventaja competitiva esencial en la enloquecida carrera entre el terrorismo y el contraterrorismo? El ciudadano brasileño, cuya única culpa fue encontrarse en un edificio vigilado, asesinado nada menos que de ocho tiros en la cabeza (párense un momento a pensarlo) por agentes británicos en el metro londinense, es un ejemplo de lo que sería capaz la policía y los militares de otorgarles carta blanca o un cheque en blanco (expresión de la Corte Suprema estadounidense) en su lucha contra el terrorismo. La adrenalina no lo justifica, la enajenación mental transitoria tampoco. Menos en personas entrenadas para mantener la calma en situaciones de máxima tensión. Blair es derrotado en la Cámara de los Comunes por que no le aprobaron la locura de mantener hasta noventa días a ciertos detenidos sin presentarles ante un juez, derogando de facto la figura señera centro de las garantías individuales denominada habeas corpus. Fue una derrota relativa, porque el plazo aumentó de 14 a 28 días. El mundo está enloquecido y los únicos que no han perdido el norte (espero no sonar eurocéntrico) son los dirigentes del Consejo de Europa que en sus discursos y en sus acciones tratan de fortalecer sus compromisos con la democracia, los derechos humanos y la protección de las minorías como ejes clave para la lucha contra el terrorismo. El senado estadounidense prepara una ley que impida presentar recursos desde Guantánamo ante los tribunales estadounidenses contraviniendo una sentencia de la hasta ahora respetada, al menos al interior de sus fronteras, Corte Suprema. En lo que se avecina como una ardua batalla legal entre el legislativo y el judicial, la Corte ha aceptado el recurso de un prisionero de Guantánamo, Handam, en lo que son dos preguntas muy claras y expansivas cuya respuesta afectaría no sólo a él si no al resto de los amenazados por las comisiones militares: si la comisión militar establecida en el contexto de la "guerra contra el terror"por el presidente Bush para juzgar al peticionario y a otros que están en una posición similar por supuestos crímenes de guerra se encuentra debidamente autorizada bajo la ley del Congreso para utilizar el uso de la fuerza militar, el código uniforme de justicia militar o los poderes inherentes al presidente. El peticionario y otros en situación similar pueden obtener protección judicial invocando un habeas corpus derivado del artículo III de la Convención de Ginebra de 1949 que declare la ilegalidad de su detención por el ejecutivo estadounidense. Lo malo es que la maquinaria judicial no estará lista para contestar hasta mediados del año 2006. Una mente lógica suspendería la actuación de la comisión hasta tanto la Suprema Corte no se pronuncie, ya que si las mismas se visualizan como la solución a Guantánamo deben de ser hechas correctamente desde el principio y así evitar ser revertidas posteriormente por no ajustarse a la Constitución o al derecho internacional. Quisiera acabar con unas palabras que invitan a la reflexión, aparecidas en el amicus curiae presentado por el Instituto Nacional de Justicia Militar estadounidense apoyando el recurso de Handam finalmente aceptado: "sin importar cuantos aliados fueron en coalición a la guerra en Irak, no existe límite para el número que necesitamos en la lucha por el estado de derecho." |
|||