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La insignia
30 de mayo del 2005


Grandes científicos (VII)

Querido profesor Einstein


__Sección__
Diálogos
Manuel Calvo Hernando (*)
La Insignia. España, mayo del 2005.



El prólogo de este libro (*) está escrito por Evelyn Einstein, nieta del gran hombre y en él pueden leerse estas palabras:

«Mi abuelo vivía en una casita blanca de dos pisos. Por una escalera se subía a su despacho. Excepto cuando estaba ocupado, me brindaba una cálida acogida y lograba que me sintiera en mi casa. Nunca me hacía callar ni me intimidaba, ni siquiera cundo tenía cinco años. A mí me sorprendía, porque en mi experiencia con los adultos había aprendido que era preferible no importunarlos. Tal vez yo era un agradable entretenimiento en medio de otras actividades que llenaban su vida. Le encantaban los juguetes de madera y los puzzles que se desmontaban y debíamos reconstruir; así recuerdo los juegos con él.»

En el siglo XX, el nombre de Einstein pasó a ser sinónimo de "genio". A Einstein siempre le hizo gracia que se pensara de ese modo, pues sólo creía ser algo más curioso que otras personas, y se planteaba preguntas que para la mayoría de los adultos pasaban inadvertidas después de la infancia. Su fama mundial se forjó en 1919, cuando algunos astrónomos confirmaron la teoría de la relatividad, hallazgo reconocido con el Premio Nobel de Física de 1921. Su rostro entrañable y cordial, su pelo revuelto y vestimenta desaliñada, su compasión e interés por los demás, su amor a la vida, su humildad y espíritu independiente y, cómo no, su genio, eran rasgos que le convertían en una figura inolvidable que todo el mundo ansiaba conocer.

En su ensayo, Robert Schulmann afirma que suele asociarse el nombre de Einstein a una supuesta cita para dotar de credibilidad a una determinada causa o idea, pero, en la mayoría de los casos, la cita no es verídica. Ahora bien, no es un mito que Einstein respetase y admirase a los niños, aunque en ocasiones los reprendiera con severidad. Las cartas de los niños, o destinadas a ellos, resultan siempre fascinantes. Obviamente, Einstein no pudo responder a todas las misivas que recibió. Pero algunas suscitaron una atracción especial en el científico y, en consecuencia, tuvieron la fortuna de recibir respuesta.

Parte de las aproximadamente sesenta cartas de niños que se incluyen en este libro fueron escritas con toda la inocencia y los errores ortográficos propios de la infancia, mientras que otras muestran cierta desvergüenza, una indudable conciencia de la celebridad de Einstein, o bien la motivación paterna. Otras surgieron en el marco de trabajos epistolares asignados por profesores a alumnos que no parecían tener una idea clara de las aportaciones de Einstein al mundo. Muchos niños mostraban un verdadero interés por la ciencia y no dudaban en dirigirse a las altas esferas para resolver sus dudas Tales cartas son intemporales, pues seguramente muchos niños se plantearán hoy las mismas cuestiones:

"¿Los científicos rezan?" "¿El tiempo es la cuarta dimensión?" "¿Qué sostiene al Sol y a los planetas en el espacio?" "¿Qué es el tiempo?" "¿Qué es el alma?" "¿Se considera usted un genio"

De las cartas se desprende que los niños también quieren darse a conocer a Einstein. Nos dicen la edad que tienen, dónde viven, quiénes son sus hermanos, qué temas les interesan, y añaden que, para ser sinceros, tienen problemas con las matemáticas.

(*) Querido profesor Einstein. Prólogo de Evelyn Einstein. Edición a cargo de Alice Calaprice. Con un ensayo de Robert Schulmann. Gedisa.


Un genio del siglo XX

Hablar de "Año Einstein 2005" no es plantearse un homenaje a una gran persona, como tantos que se hacen. El conocimiento humano es el resultado de la genialidad, creatividad, trabajo y tenacidad de una enorme cantidad de personas a lo largo de la historia de la humanidad. En su gran mayoría son desconocidas. No es exagerado señalar a Albert Einstein como el genio del siglo pasado. Hace justamente cien años escribió cinco artículos de física que cambiaron el mundo. Desde luego esa no era su intención. A sus veintiséis años de edad quiso compartir sus opiniones y razonamientos acerca de la naturaleza y el la relación entre sí de elementos tan complejos como el tiempo, la materia, la energía y el espacio. Aquellos cinco artículos enviados a la revista Anales de Física fueron las semillas que provocaron con el tiempo, un dramático cambio de dirección a las posibilidades científico-tecnológicas de la humanidad. Sin sus teorías no tendríamos láser, computadoras, transistores, televisión, código de barras y muchas cosas más. En uno de esos artículos explicó la esencia de la luz, señalando la existencia en ella de partículas (cuantos), las cuales podrían liberar energía al chocar con un átomo de materia. En otro, probó la existencia de los átomos.

Y desde luego, el de mayor impacto de todos: aquel que planteó una nueva relación entre el espacio, el tiempo y la materia. Se popularizó como "teoría de la relatividad". Quizás lo más impresionante de Einstein es que sus ideas más revolucionarias son producto de su pensamiento en su estado más puro, pues las explicaciones aceptadas por entonces sobre el tiempo y el espacio, no le resultaban satisfactorias en absoluto. Transcurrido un siglo, Siguen apasionando sus razonamientos acerca de las sorprendentes consecuencias que tendrían sobre la materia y el paso del tiempo, el que un cuerpo viajara a velocidades próximas a la de la luz (298.055 kilómetros por segundo). Se acortaría en la dirección del movimiento y se haría más pesado, por aumento de su masa. Por lo tanto, concluye que ningún cuerpo puede viajar a la velocidad de la luz. No en vano, su archifamosa fórmula: E = m.c2 (energía es igual a la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz), representa la síntesis de lo más elevado del pensamiento humano.

Aquel lejano 1905 marcó un hito en la historia de la humanidad. Y demostró que el pensamiento es una capacidad y un don que bien utilizados pueden transformar el mundo en que vivimos, en beneficio de los seres humanos. También, puede ocurrir lo contrario. El propio Einstein, anticipándose a lo que ocurriría en Hiroshima y Nagasaki (1945), advirtió seis años antes sobre el terrible peligro que significaría la construcción de bombas atómicas. Es oportuno recordar además, que este hombre extraordinario, siendo Premio Nóbel de Física, viajó por gran parte del mundo, incluida España.


Hernán Sorhuet Gelós, El País, Montevideo



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